Un estudio liderado por la Universidad de Córdoba retrocede 7.000 años en la historia de dos cárcavas en Córdoba y Granada y relaciona el aumento de la erosión en Andalucía con la intensificación de la agricultura.
Un equipo de investigadores de la Unidad de Excelencia María de Maeztu – Departamento de Agronomía (DAUCO) y del Departamento de Ingeniería Rural de la Universidad de Córdoba, junto con personal de las universidades de Granada y Kansas e institutos de investigación de Alemania y Países Bajos, han indagado en la historia de la erosión en dos cuencas andaluzas con historias de uso del suelo bien diferenciadas: Baena (Córdoba) y Montefrío (Granada). Aunque es un proceso natural, las actividades humanas han intensificado la erosión y zonas como la mediterránea son especialmente susceptibles debido al paisaje montañoso y veranos secos acompañados de lluvias otoñales intensas se convierte en un problema medioambiental y agronómico importante.
En este primer intento de reconstruir la historia de la erosión, principal causa de degradación y pérdida de suelo en el mundo, a una escala milenaria en el sur de España se dataron los sedimentos expuestos por las cárcavas mediante técnicas como el análisis del carbono 14, luminiscencia óptica estimulada y otras herramientas del ámbito de la arqueología y se relacionaron con el uso del suelo utilizando la historia del manejo de la tierra en esas zonas y fotografías aéreas. “En Montefrío (Granada) ya había un asentamiento humano hace 7.000 años con cierta actividad agrícola y ganadera. El análisis de los sedimentos nos indica que convertían las zonas boscosas en zonas de pastos y que esto a su vez aumentó la actividad erosiva”, explica el investigador de DAUCO Andrés Peñuela. Aunque la erosión comenzó antes en Montefrío derivada de esta actividad humana, en Baena hubo un incremento mayor de la erosión debido al crecimiento más rápido de la actividad económica y agrícola en esta zona de campiña cordobesa en la que los primeros indicios de actividad comienzan en la época romana. En los últimos dos milenios, la actividad erosiva y la aparición de cárcavas en Baena superó rápidamente a la de Montefrío.
Lo que sí une a ambas cuencas es la aceleración de la erosión con la intensificación del olivar y la eliminación de la cubierta vegetal. El investigador explica que “usando el análisis de fotos aéreas podemos correlacionar el crecimiento de las cárcavas con el aumento de la intensificación del olivo en las últimas décadas”. Sin embargo, cuando se cultivaba el olivar de forma “adehesada”, es decir, con herbáceos entre los árboles, el estudio muestra que la erosión no era tan fuerte como lo está siendo ahora, por tanto, la inclusión de cubiertas vegetales para evitar el suelo desnudo se erige como estrategia para frenar la erosión.
Con este trabajo multidisciplinar, que une agronomía y arqueología y cuyos resultados se han publicado en la revista Catena, se da un paso más en el conocimiento del impacto que tiene la actividad humana agrícola en el suelo y se identifican cuáles han sido los principales factores que han aumentado la actividad erosiva, como un aprendizaje para avanzar hacia un mejor manejo agrícola que conserve este recurso.