La innovación en la defensa de nuestros cultivos, que debe afrontar cambios climáticos y resistencias a los fitosanitarios, pasa también por el uso de soluciones originales con características diferenciales e innovadoras.
Las condiciones meteorológicas cada vez más complejas e imprevisibles, causadas por el cambio climático, plantean de forma constante nuevos retos a los agricultores. Asimismo, en la defensa de los cultivos hay una necesidad cada vez mayor de productos más eficaces y sostenibles, que además cumplan las normativas cada vez más estrictas tanto a nivel europeo como a nivel estatal.
Así, en cumplimiento de estas normativas, el uso del cobre como método de control de enfermedades del viñedo - en cualquiera de sus diferentes sales existentes en el mercado- se ha visto muy afectado, generando reducciones importantes en la cantidad de esta materia activa aplicada en las parcelas de viña; haciendo que la lucha por parte del viticultor contra dichas enfermedades, mildiu (Plasmopara viticola) concretamente, se complique sobremanera. En este escenario, entra en juego un concepto clave para el agricultor del futuro, la eficiencia. Por definición, la eficiencia consiste en la capacidad de lograr los resultados deseados con los mínimos recursos posibles. Traducido a un lenguaje agrícola, y más concretamente, a la lucha contra enfermedades del viñedo, máxima eficacia con la mínima cantidad de materia activa aplicada.