Las enfermedades de la madera de la vid (EMV) son una de las principales amenazas para la sostenibilidad de los viñedos, causando la muerte de cepas y reduciendo la productividad. Estas enfermedades, provocadas por diversos hongos, son difíciles de controlar y su incidencia suele estar subestimada debido a su fase de latencia asintomática. Las heridas de poda son una de las principales vías de entrada para los patógenos fúngicos, por lo que protegerlas es crucial para mitigar las EMV. Tradicionalmente, se han utilizado fungicidas para proteger las heridas, pero las preocupaciones ambientales han impulsado el desarrollo de alternativas más sostenibles, como el control biológico mediante el uso de especies del género fúngico Trichoderma. Este hongo ofrece protección a través de varios mecanismos, como micoparasitismo, competencia por recursos y antibiosis, y algunos estudios han demostrado su eficacia en la prevención de infecciones. Sin embargo, los ensayos en campo bajo alta presión de inóculo artificial no siempre reflejan con precisión las infecciones naturales, lo que complica la evaluación de los tratamientos. En un estudio reciente se evaluaron diferentes tratamientos biológicos, químicos y físicos para proteger las heridas de poda contra infecciones naturales por hongos de la madera en viñedos de España y Francia. Los resultados mostraron que ningún producto era completamente eficaz contra todas las EMV, aunque Trichoderma atroviride I-1237 proporcionó resultados prometedores contra especies asociadas al decaimiento por Botryosphaeria. Es necesario seguir investigando la duración de la protección y la frecuencia de las aplicaciones, además de integrar estrategias culturales para minimizar las infecciones. A medida que avanza el conocimiento sobre las interacciones entre microorganismos beneficiosos y patógenos, el control biológico podría desempeñar un papel clave en la gestión sostenible de las EMV, reduciendo la dependencia de fungicidas.
Las enfermedades de la madera de la vid (EMV) son una grave amenaza para la sostenibilidad de los viñedos, ya que representan una de las principales causas del debilitamiento y la muerte de las cepas. Estas enfermedades, provocadas por diversos hongos patógenos, reducen significativamente la productividad, y en muchos casos, causan la muerte de ramas, brazos e incluso de la planta entera (Gramaje y col., 2018). El control de las EMV es particularmente complejo, lo que plantea desafíos importantes para viticultores, viveristas y científicos, en parte debido a que su manejo es mucho más complicado que el de otras enfermedades de la vid como el oídio y el mildiu (Bertsch y col., 2013). Un aspecto intrigante de las EMV es su fase de latencia variable, conocida también como fase asintomática (Hrycan y col., 2020). Es habitual que las cepas muestren síntomas un año, pero no el siguiente, lo que se debe en gran parte a influencias ambientales, climáticas y de manejo (Sosnowski y col., 2011; Murolo y Romanazzi, 2014). Por lo tanto, medir con precisión la verdadera incidencia de las EMV en un viñedo en un año determinado es difícil, y a menudo su impacto global queda subestimado.