Uno de las principales limitaciones del cultivo de la viña es la disminución de la producción debido al menor desarrollo de plantas provocado por estrés biótico y abiótico. Durante siglos, los viticultores han combatido estas pérdidas de rendimiento con planes de fertilización y control sanitario para obtener cosechas productivas y de calidad. Sin embargo, la sociedad demanda una estrategia de mitigación del estrés respetuosa con el medio ambiente.

El uso de consorcios de microorganismos ha demostrado ser una alternativa eficaz en el manejo de los cultivos, incluida la viña, aportando numerosos beneficios tanto nutricionales como de respuesta a factores limitantes externos. Gracias a productos basados en diferentes combinaciones de hongos y bacterias, hemos conseguido una mejora significativa de la cosecha reduciendo las unidades fertilizantes y el uso de fitosanitarios químicos, demostrando ser una estrategia rentable, sostenible y que revaloriza las producciones vitivinícolas.

En la actualidad, la viña es uno de los cultivos referentes en España, con gran impacto sobre la economía agraria en todo el país. En los últimos años, el cultivo de la vid ha sufrido una transformación evidente, una completa revolución marcada por la producción, la calidad, la tecnología y, más recientemente, la sostenibilidad ambiental (Garcia-Escudero y Zapater, 2022). Sobre este nuevo escenario de cuidado medioambiental, la viticultura requiere avanzar hacia una optimización de la fertilización y la reducción de tratamientos contra plagas y enfermedades, aminorando el impacto ambiental.

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