La intensificación agrícola a través de la simplificación del paisaje tiene efectos negativos sobre el control natural de plagas. Específicamente, preservar y restaurar hábitats seminaturales surge como un primer paso fundamental para mantener y mejorar los servicios de control de plagas que los artrópodos entomófagos brindan a la agricultura. Aquí se presentan las bases científicas en las que se fundamenta este enfoque, y se muestra el caso práctico de la horticultura de invernadero en Almería.
Durante las últimas décadas, un buen número de trabajos empíricos han puesto de manifiesto el rápido declive que sufren las poblaciones de insectos a nivel global. Aunque los patrones varían geográficamente, y entre taxones y grupos funcionales, estas disminuciones se consideran lo suficientemente graves como para merecer una profunda preocupación, ya que los insectos son componentes fundamentales de la biodiversidad y contribuyen al bienestar humano. Los insectos nos brindan importantes servicios ecosistémicos como la polinización, el ciclo de nutrientes y el control de plagas. El control biológico ayuda a mantener el mundo “verde” y su contribución a la agricultura mundial está valorada en miles de millones de dólares cada año. La intensificación de la agricultura basada en la expansión de monocultivos en detrimento de hábitats naturales y seminaturales (HSN), y en el uso abusivo de agroquímicos, son las causas principales de este declive, seguidas por la proliferación de especies invasoras y el cambio climático. Los insectos son organismos ectotérmicos, y, por tanto, sus funciones fisiológicas, así como sus interacciones con otras especies, dependen de la temperatura. La sensibilidad al aumento de la temperatura suele aumentar en niveles tróficos más altos. Por tanto, el calentamiento global puede proporcionar mayores posibilidades a los herbívoros para escapar al control de sus enemigos naturales. Además, se prevé que la incidencia y gravedad de las plagas aumenten en condiciones de calentamiento global por los efectos indirectos derivados de la expansión de sus áreas de distribución geográfica, hecho que, a menudo, se verá exacerbado por el comercio mundial y la introducción de plagas exóticas.
La pérdida de insectos tiene un efecto cascada en las redes tróficas, produciendo un declive de sus consumidores como es el caso de las aves insectívoras. Estas aves son capaces de disminuir hasta en un 70% la tasa de infestación de pulgones en manzanos de sidra asturianos. En la agricultura protegida de invernadero de Almería, las aves, junto con los murciélagos, son depredadores importantes de plagas muy dañinas en tomate como Tuta absoluta.
Finalmente, los autores quieren señalar que, de forma paralela al declive de los insectos, asistimos a una preocupante disminución de taxónomos, o personas especialistas en la identificación de especies, lo que dificulta no sólo los esfuerzos para su conservación, sino también una adecuada gestión de las especies invasoras y plaga. Esta pérdida de especialistas ha originado que en el año 2020 la Comisión Europea lanzara la primera Lista Roja Europea de Taxónomos.