Los Asesores son profesionales especialmente cualificados y formados, que asumen enormes responsabilidades en su día a día. Al igual que para el agricultor, su actividad se ha ido haciendo cada vez más estresante, sometida a rápidos cambios en las herramientas fitosanitarias, en la legislación medioambiental, presiones comerciales, imposiciones de los mercados o intensificación de las auditorías e inspecciones. Los cada vez más frecuentes problemas de resistencias, plagas secundarias e introducción foráneas, junto a mayores anomalías climatológicas, suponen una preocupación extra para estos profesionales.
El Asesor es una figura clave en la agricultura, garante de la aplicación de la legislación fitosanitaria y ambiental a las explotaciones, de obtener producciones de calidad y seguras, de adaptar las programaciones de cosecha a las necesidades de los mercados, de minimizar los desperdicios alimentarios por plagas, y todo ello de una manera competitiva, segura, sostenible y respetuosa con el medioambiente.
Desde mediados del siglo XX, el control de plagas comenzó a basarse en el uso de fitosanitarios orgánicos de síntesis, como clorados, fosforados, carbamatos o piretroides, junto a cobres, azufres y otros inorgánicos. La introducción de estos productos supuso una herramienta en la lucha contra los enemigos de los cultivos muy eficaz, económica y de fácil manejo.
Durante décadas, la falta de capacidad técnica del sector agrícola y escasa supervisión hizo que los agricultores estuvieran en manos de las empresas y distribuidores de estos productos cuasi milagrosos, de los que se desconocían (o no se transmitían) los riesgos que también podían acarrear, llegando a realizarse un uso masivo y abusivo de los mismos, sin apenas medidas de seguridad.
Con el tiempo, comenzaron a detectarse sus verdaderos riesgos, primero sobre los propios usuarios y posteriormente sobre consumidores y medio ambiente en general. Otras consecuencias que se fueron observando fue el impacto sobre la fauna auxiliar, lo que favorecía el repunte de determinadas plagas.
A partir de los años setenta-ochenta, con una mayor concienciación de los problemas que implicaba ese uso de productos fitosanitarios, se intensificaron las actuaciones por parte de Administraciones públicas, encaminadas a un uso más seguro y controlado de los productos fitosanitarios.