Las “malas hierbas” han sido históricamente consideradas como un “ente” o un “todo en uno” sin llegar a identificar especies, a diferencia de plagas y enfermedades donde se identifica el agente causal. A lo sumo, se separaba entre malas hierbas de “hoja ancha” y malas hierbas de “hoja estrecha” y la elección de los ingredientes activos a utilizar se basaba principalmente en la fenología del cultivo. Además, la tendencia ha sido a utilizar la dosis máxima autorizada si no se preveían daños por fitotoxicidad. En ausencia de problemas de resistencia, esto aseguraba la eficacia, aunque la técnica y el momento de aplicación no fueran óptimos dado que las dosis máximas autorizadas aseguran el control de las malas hierbas indicadas en la etiqueta. En la actualidad, con limitaciones de dosis, ingredientes activos o limitaciones de uso a nivel plurianual, el control de las malas hierbas es cada vez más complejo. Además, teniendo en cuenta las directrices de gestión integrada de plagas y la agricultura de precisión, se debería aplicar a cada especie de mala hierba la dosis mínima necesaria para asegurar su control. Por esto, los asesores necesitan de nuevas herramientas, como el DSS IPMWise, que les permitan controlar las malas hierbas con la menor cantidad de ingrediente activo posible.
Las malas hierbas han sido, históricamente, uno de los mayores quebraderos de cabeza de los agricultores. Ya desde el inicio de la agricultura, el control de las malas hierbas desde la preparación del suelo para la siembra, se ha considerado una práctica más del cultivo. Por ejemplo, en el caso de las malas hierbas en el maíz, pueden causar pérdidas de rendimiento superiores al 15% y que pueden llegar hasta el 50% en caso de infestaciones importantes en densidad o en tiempo, es por esto que el control de las malas hierbas, sea mediante cultivadores o mediante herbicidas siempre ha sido una práctica indispensable en este cultivo.
A diferencia de plagas y enfermedades, que suelen estar ligadas al cultivo, las malas hierbas tienden a estar ligadas a la parcela y su manejo. Asimismo, las “malas hierbas” se han considerado en conjunto, sin distinguir entre especies. Con la aparición de los herbicidas selectivos, a lo sumo se separaba en dos grandes grupos: “malas hierbas de hoja ancha” y “malas hierbas de hoja estrecha”, para separar entre monocotiledóneas y dicotiledóneas, dado que los herbicidas hormonales, como el 2,4D, que fueron ampliamente utilizados tras su llegada al mercado, ofrecían buen control sobre muchas especies dicotiledóneas mientras que eran selectivos de gramíneas.