El uso de los semioquímicos para el control de plagas se ha generalizado en los últimos veinte años por la prohibición de algunos plaguicidas, su buen perfil ecotoxicológico y su cada vez mayor eficiencia. Aunque no son aplicables a todas las plagas y situaciones, existen múltiples soluciones para adoptar su uso, lo que conlleva la creación de nuevas herramientas de control. Para implementar estas técnicas basadas en feromonas, técnicos y asesores deben conocer las características de los productos basados en estas sustancias y conocer su funcionamiento para, de ese modo, elegir la más adecuada a sus necesidades y ponerlas en práctica de la forma más eficiente. En este artículo se citan los factores que deben tenerse en cuenta a la hora de elegir una u otra técnica y que particularidades se deben observar en su aplicación.

Los objetivos de desarrollo sostenible de la agenda 2030 y el pacto verde europeo, a través de la estrategia De la granja a la mesa, sirven de guía para la transformación que se le está pidiendo a la agricultura. Desde esta estrategia se platea reducir al mínimo los efectos que tienen los plaguicidas en la salud humana y el medio ambiente, reduciendo la dependencia de ellos, buscando métodos alternativos y desarrollando plaguicidas de bajo riesgo, evitando en lo posible los tradicionales plaguicidas de síntesis. Pero la realidad actual de los problemas fitosanitarios ha de abordarse con los métodos existentes registrados y, por lo tanto, la búsqueda de métodos alternativos y el desarrollo de nuevos plaguicidas, aunque debe ser una prioridad, no resuelve la falta de materias activas a la que se enfrentan los productores agrarios.

Una de las principales herramientas con la que los agricultores pueden contar es con la utilización de los semioquímicos en general, y las feromonas en particular, para el control de plagas. Las feromonas tienen una serie de características que las hacen muy adecuadas para el control de plagas: son muy específicas (selectivas), son sustancias naturales y biodegradables (prácticamente inocuas), tienen un perfil ecotoxicológico adecuado, no se bioacumulan, actúan a muy baja concentración, no generan resistencias y su empleo es sostenible. Estas feromonas se pueden utilizar para el control de plagas a través de métodos indirectos, como son el seguimiento y la detección de las plagas, el establecimiento de umbrales y la identificación de especies, y de métodos directos de control como son la atracción afectación o la confusión sexual.

Sin embargo, el uso de feromonas tiene una serie de particularidades que se deben tener en cuenta. En primer lugar, no todos los organismos se comunican químicamente. Hay algunos que se comunican por medio de estímulos visuales o vibracionales, por lo que existen especies en las que las feromonas no son utilizables, como Paysandisia archon (Sarto i Monteis y col., 2012) o Scaphoideus titanus (Mazzoni y col., 2009). Debemos tener en cuenta que hay plagas invasivas que al no ser plaga en su país de origen no tienen identificada la feromona. Otro aspecto es el precio de la síntesis de la feromona, ya que hay feromonas con precio de síntesis muy por encima del umbral económico del cultivo donde se utilizaría. Esto supone una limitación en la forma de aplicación, ya que una feromona muy cara no se puede utilizar en grandes cantidades. Además, debemos tener en cuenta que el modo de aplicación de la feromona debe adecuarse a su actividad biológica. A modo de ejemplo, una feromona de agregación puede utilizarse para captura masiva, pero no para provocar confusión sexual. Por último, hay una serie de particularidades del uso de feromonas relacionadas con su comercialización, como la patentabilidad de las sustancias, la economía de escala o la formación necesaria para su uso, que debe tenerse en cuenta.

En este artículo se ofrece una serie de pautas a los asesores de cómo utilizar las feromonas en cada caso y de qué características deben tener los emisores de feromona en función del uso que se les desee dar.

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