Durante muchos milenios la gestión de las malas hierbas, basada en rotaciones, labores del terreno y escardas manuales, no ha sufrido prácticamente ningún cambio. Sin embargo, en estos últimos 80 años se han producido tres grandes revoluciones. A mediados de los años cuarenta investigadores británicos y norteamericanos desarrollaron dos herbicidas, el MCPA y el 2,4-D, con la intención de destruir los cultivos de patata en Alemania y los de arroz en Japón. Intento fallido. Pero esos dos productos cambiaron el escenario del control de malas hierbas en cereales y abrieron la puerta a la introducción de numerosos otros herbicidas. En 1950 un químico suizo de una empresa farmacéutica descubrió el glifosato. Sin embargo, en ese tiempo no se encontró ningún uso para el sector. Monsanto compró la patente y en la década de 1970 se identificó por primera vez su actividad como herbicida. Desde entonces el glifosato ha sido el herbicida más utilizado en la agricultura y ha posibilitado la introducción de prácticas tan rompedoras como el no-laboreo y los cultivos modificados genéticamente. El siguiente cambio surge en la década de 1990 con el desarrollo de nuevas tecnologías digitales: es la llamada disrupción digital. Estas tecnologías están alterando profundamente toda la sociedad y modificando los modelos tradicionales de negocio en todos los sectores, entre ellos en la agricultura. En el ámbito específico de la gestión de malas hierbas la utilización de técnicas de agricultura de precisión, todavía escasa, está en rápida expansión.
Paralelamente a estos desarrollos, con una orientación tecnológica y productiva, se han ido produciendo otros con una orientación de tipo mas “ecológico”. Se puede decir que todo empezó en la década de 1970 con la publicación del libro de Rachel Carlson “La primavera silenciosa”. Sus denuncias contra el uso del DDT y otros insecticidas dieron origen a un potente movimiento ecologista que desde entonces ha desarrollado numerosos principios, prácticas y normas en torno a la agricultura ecológica. La agroecología, como ciencia, tuvo su origen con el libro de Miguel Altieri “ Agroecología: bases científicas de la agricultura alternativa”, publicado en Chile en 1982. En los últimos años, la utilización de principios agroecológicos en el desarrollo de nuevos sistemas de producción ha recibido un gran apoyo por parte de muchos organismos tanto nacionales como europeos. Uno de los objetivos de la estrategia “Farm to Fork” de la Unión Europea es alcanzar un 25% de superficie de agricultura ecológica para el año 2030. Sin embargo, a día de hoy las malas hierbas siguen representando uno de los problemas más difíciles de resolver en este tipo de agricultura.