En el ámbito territorial de la Unión Europea, el área mediterránea del sureste peninsular se caracteriza por presentar uno de los mayores índices de desertificación. Además, gran parte del secano se encuentra en zonas vulnerables al cambio climático, sobre todo en el sur y sureste, concretamente en las provincias de Murcia, Almería, parte de las de Albacete y Alicante. En los últimos años se han visto muy afectadas por fenómenos meteorológicos extremos, como lluvias torrenciales, sequías, olas de calor, etc. Uno de los mayores déficits de estos territorios es el contenido en materia orgánica de los suelos, que ocasiona, entre otros efectos, disminuciones de rendimiento de cosecha. Este es uno de los mayores problemas de la agricultura de secano, ya que genera importantes perjuicios económicos, que dificultan el desarrollo rural y ocasionan el abandono de agricultores.


España busca mantener el carbono en los suelos destinados a la agricultura en su estrategia contra el cambio climático con ayuda de la Política Agraria Común (PAC), si bien los productores reclaman más fondos que compensen sus esfuerzos. En el secano, el incremento de materia orgánica en el suelo tiene también el efecto de aumentar la retención de tierra y, por tanto, es una mejora fundamental en la lucha contra la erosión, especialmente en terrenos con pendientes elevadas. Parte de las ayudas de la nueva PAC de carácter agroambiental y de ecorregímenes van encaminadas a mejoras en el suelo con varias finalidades (secuestro de carbono, incremento de fertilidad y disminución de fertilizantes inorgánicos, freno a procesos de erosión y desertificación).

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