Amaranthus palmeri es una especie originaria de la zona oeste de Estados Unidos y México, donde se convirtió, hace unas décadas, en una problemática mala hierba de campos de algodón y maíz. Su rápida expansión por Estados Unidos y Canadá se vio agravada por la aparición de biotipos resistentes a herbicidas con diferente mecanismo de acción, entre ellos el glifosato. Este hecho generó -y continúa causando- graves problemas en el manejo de esta especie en cultivos transgénicos tolerantes a ese herbicida (maíz, soja, algodón) junto a las dificultades derivadas debido a la existencia de biotipos con resistencia múltiple. Su expansión afectó también miles de hectáreas de campos de maíz y soja transgénica de Argentina y Brasil, donde la planta llegó pocos años después, causando graves problemas y creando un escenario complejo y de difícil control, ante la recurrencia de esos cultivos.
En 2007 se detectaron poblaciones plenamente naturalizadas en espacios ruderales y cunetas de carreteras de la provincia de Lleida y zonas limítrofes de la provincia de Huesca (Recasens, 2011). La EPPO notificó esta situación el año 2009 e incluyó la especie en su lista de alerta europea. En 2018 hubo un punto de inflexión en cuanto a la expansión de esta especie, al localizar, en ambas provincias, campos de maíz infestados por A. palmeri. Desde esa fecha, los servicios de Sanidad Vegetal de Cataluña y Aragón realizan una profunda vigilancia sobre la distribución e impacto de esta planta invasora, habiendo publicado normas y órdenes legislativas que obligan a notificar su posible presencia y a seguir unas recomendaciones para contener su expansión.
A partir de los primeros trabajos publicados (Recasens y col., 2020; Torra y col., 2020) se confirma la presencia, en nuestro país, de biotipos de esta especie con genes de resistencia a herbicidas. Se han confirmado casos de resistencia a herbicidas inhibidores de la Acetolactato Sintasa (ALS) y se está estudiando la presencia de otros posibles biotipos. La rápida proliferación de esta especie por el territorio es consecuencia de su gran vigor y altísima fecundidad (más de 500.000 semillas por planta), pudiendo, las cosechadoras de maíz, diseminar con facilidad la especie entre campos vecinos.