El consumo de agrotextiles, en general, y de mallas antiinsectos, en particular, se incrementa año tras año debido a los beneficios que se obtienen de las múltiples aplicaciones a las que se destinan. Desde que, hace unas décadas, las mallas antinsectos comenzaran a utilizarse como método físico de protección de cultivos su diseño ha evolucionado dando lugar a la confección de tejidos cada vez más tupidos para combatir a plagas de insectos voladores de dimensiones muy reducidas, como es el caso de la mosca blanca Bemisia tabaci.
El consumo de agrotextiles, en general, y de mallas antiinsectos, en particular, se incrementa año tras año debido a los beneficios que se obtienen de las múltiples aplicaciones a las que se destinan. Desde que, hace unas décadas, las mallas antinsectos comenzaran a utilizarse como método físico de protección de cultivos su diseño ha evolucionado dando lugar a la confección de tejidos cada vez más tupidos para combatir a plagas de insectos voladores de dimensiones muy reducidas, como es el caso de la mosca blanca Bemisia tabaci. Esta evolución ha perseguido evitar la excesiva reducción de la porosidad de las mallas y, para ello, a medida que la separación entre hilos ha disminuido, se han utilizado hilos de menor grosor. Las separaciones entre hilos no han disminuido por igual en ambas direcciones, sino que lo han hecho de una forma más acusada para los hilos de urdimbre dando lugar a poros cada vez “más rectangulares” para basar la estrategia de defensa en el denominado “efecto cárcel”. A pesar de estos intentos, la porosidad de las mallas más tupidas es pequeña y esto se traduce en textiles que ofrecen una gran resistencia al paso del aire y que, por tanto, pueden agravar los problemas de ventilación que se derivan de su uso.
La evolución de las mallas antiinsectos ha conducido a la confección de tejidos más tupidos con poros rectangulares en los que la diferencia de longitud entre el largo y el ancho es, cada vez, mayor. Hoy en día, se pueden encontrar mallas con densidades en urdimbre superiores a los 30 hilos cm-1. Son estas mallas las que confieren una protección total contra la mosca blanca B. tabaci, al menos, en los ensayos realizados en condiciones de laboratorio, mostrándose la independencia de los resultados con respecto a la velocidad del aire. El resto de mallas menos tupidas sufren una reducción importante de eficacia contra esta plaga al aumentar la velocidad del flujo de aire. Hay que tener en cuenta que estos tejidos con elevado número de hilos por unidad de longitud generan una importante resistencia al paso de aire y esta característica provoca unas condiciones menos favorables para el desarrollo vegetal a la vez que puede favorecer el desarrollo de ciertas enfermedades.