Sección: 28as jornadas de productos fitosanitarios
Abstract: Durante los últimos años, la aparición en los medios de comunicación de noticias relacionadas con irregularidades en los productos alimenticios (dioxinas, residuos de pesticidas, disolventes en el aceite, hormonas en la carne,... etc.), viene siendo una constante, que incide de forma muy negativa sobre la confianza del consumidor hacia los productos que entran en la cadena alimentaria.
A pesar de que las autoridades administrativas tratan de tranquilizar a la población, lanzando mensajes sobre la baja peligrosidad de estos productos para el consumo, debido los estrictos controles que se llevan a cabo, lo cierto es que el consumidor cada vez está más preocupado por la seguridad de los alimentos que se ofertan en el mercado, y que en definitiva se dirigen a su consumo, puesto que la reiteración de nuevas irregularidades cada vez es más frecuente, contribuyendo este clima a incrementar todavía más su preocupación. Esta situación provoca en el consumidor un sentimiento de frustración, engaño, temor y desconfianza que en definitiva acaban por hacerle cuestionar la verdadera credibilidad y la intencionalidad de la gran mayoría de los mensajes que recibe a través de los medios informativos.
La cada vez más evidente desconfianza del consumidor, fruto de las alarmas publicitarias, ha tenido como contrapartida, por su parte, una mayor exigencia sobre la seguridad de los productos alimentarios que se dirigen a su consumo. En los últimos años las grandes cadenas de distribución han tenido una especial sensibilidad hacia todos estos temas, en gran parte propiciada por las posibles responsabilidades subsidiarias que se les pudieran exigir en el futuro, puesto que intervienen directamente en la cadena de comercialización. Estas empresas han sabido capitalizar y rentabilizar el sentimiento de preocupación del consumidor, trasladando hacia sus proveedores la exigencia del cumplimiento de toda una serie de protocolos de producción-elaboración (Eurep-Gap, BRC, IFS...,etc.). El objetivo de la aplicación de estas medidas lo justifican bajo la pretensión de ofrecer al consumidor unos productos, sobre los cuales se garantiza su origen, así como su salubridad, con la finalidad de recuperar su confianza y generar a su vez una fidelización hacia este tipo de productos que generalmente suelen presentarlos como marcas de calidad propia.
En el otro lado de la balanza, hay que destacar las crecientes dificultades que suponen para el sector de la producción y elaboración el cumplimiento de las medias que exigen las cadenas de distribución, puesto que con el pretexto de garantizar la seguridad y la trazabilidad de los alimentos, muchas veces las exigencias y restricciones que se trasladan hacia los productores, son muy difíciles de llevar a cabo, llegando a veces a situaciones verdaderamente límites, por no calificarlas de otra manera. En definitiva la competencia que se establece entre las cadenas de la distribución para preservar la seguridad de los productos que ofertan, muchas veces da como resultado la generación de una verdadera competición a la hora de exigir a sus proveedores unas listas cada vez más restrictivas en cuanto a la utilización de productos pesticidas.
Si a todo esto añadimos la gran cantidad de materias activas de productos fitosanitarios que van y continuaran desapareciendo del mercado, en un futuro relativamente próximo, como consecuencia de la aplicación de las Directivas Europeas, así como la gran disparidad de criterios a la hora de fijar y establecer los protocolos de producción por parte de la distribución a sus clientes, nos encontramos con un panorama verdaderamente preocupante para el sector productivo.
Este sector posiblemente sea uno de los más perjudicados debido a su escaso nivel de organización, lo que le confiere una muy poca capacidad de negociación y maniobra frente a las grandes y potentes cadenas de distribución alimentaria.
A partir de las consideraciones anteriores, es evidente que es preciso articular cuanto antes un sistema productivo que sea capaz de dar respuesta a las exigencias del mercado alimentario del siglo XXI, en cuanto al nivel de calidad y seguridad alimentaria que demanda, y a su vez que pueda ser capaz de asegurar la rentabilidad económica de las explotaciones agrarias.
Desde este punto de vista, la producción integrada hoy en día se puede considerar que es una un excelente plataforma para la producción de productos vegetales sanos y seguros, no solamente como sistema capaz de garantizar la calidad, seguridad y trazabilidad de los alimentos para los consumidores, sino también porque va dirigida a la defensa de los propios productores, introduciendo nuevos planteamientos que tienen en cuenta no solamente la protección de la salud humana sino también salvaguardar la protección y el respeto del medio ambiente.
Aportaciones de la Producción Integrada a la trazabilidad en Sanidad Vegetal
Uno de los aspectos más relevantes de la Producción Integrada, y que ha sido pionero como modelo de gestión, que después han aplicado otros protocolos de producción agrícola, es la obligación que tienen todos sus productores respecto de la necesidad de llevar un cuaderno de explotación, en el cual se anoten todas las operaciones de cultivo así como todas las aplicaciones de productos agroquímicos. Este requisito, que se empezó a aplicar desde que se puso en marcha la Producción Integrada y que tuvo una especial significación, para otros protocolos productivos, durante la década de los años noventa, no es casual ni fruto de una reflexión espontánea, por parte de sus creadores, sino que obedece a la necesidad de establecer un sistema de seguimiento y control periódico respecto de todas las intervenciones que se realizan sobre el cultivo, con la finalidad de comprobar y verificar, "a posteriori" si se han aplicado de forma correcta los principios y las técnicas que fija la Producción Integrada, y también para garantizar que los productos obtenidos cumplen los requisitos específicos en cuanto a su sanidad alimentaria para establecer una correcta protección de la salud de los consumidores.
Aunque parezca anecdótico, el sistema de Producción Integrada con la fijación de las premisas anteriores, estableció desde sus comienzos las bases de lo que posteriormente, se denominaría con el tiempo "trazabilidad". Hoy en día, con la entrada en vigor del Reglamento (CEE) núm. 178/2002 del Parlamento Europeo y del Consejo, por el que se establecieron los principios y los requisitos generales de la legislación alimentaria, se creó la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria y se fijaron los procedimientos relativos a la seguridad alimentaria, la trazabilidad a partir del 1 de enero de 2005, a pasado a ser obligatoria y su implantación se ha convertido en un requisito indispensable de la cadena alimentaria, y por ende de nuestra vida cuotidiana. Sin embargo, aunque se ha hablado mucho sobre la trazabilidad, la realidad es que el significado de este concepto todavía siga siendo un aspecto bastante desconocido por una gran mayoría de consumidores, que no tienen la oportunidad de poder obtener los beneficios derivados de su aplicación generalizada, lo que les permitiría tener de unos criterios más precisos y selectivos a la hora de decidir la opción de compra que más le convenga.
Desde el punto de vista de trazabilidad en sanidad vegetal, la producción integrada ha sido y continua siendo uno de los sistemas que más ha contribuido al desarrollo de técnicas alternativas a lucha convencional contra los enemigos naturales de las plantas, puesto que ha aportado nuevas soluciones que tienen su fundamento en la utilización de los mecanismos de regulación naturales, como por ejemplo la lucha biológica y en el uso racional de los recursos disponibles para la mejor conservación del agrosistema. Desde el mismo momento de la plantación o la siembra de un producto vegetal, en la que se exige la utilización de material que tenga unos determinados requisitos de sanidad, autenticidad y origen controlado, pasando por los criterios de selección de los productos de acuerdo con los criterios de menor riesgo para el hombre, la fauna y el medioambiente, hasta la obtención del producto acabado, la producción integrada permite hacer un seguimiento detallado a través del cuaderno de explotación de todas las actuaciones que se desarrollan a lo largo del proceso productivo hasta su recolección. Después, durante las fases de conservación y elaboración, a través de los cuadernos de conservación y de elaboración, la producción integrada permite completar todo el historial del producto hasta su envasado, para su posterior entrada en la cadena de comercialización. Por lo tanto se puede establecer que la Producción Integrada aporta una trazabilidad total respecto de la Sanidad Vegetal, puesto que además este sistema contribuye a la mejora del ecosistema al utilizar técnicas que tienen en cuenta el fomento de la biodiversidad, la mejora de la fertilidad del suelo y de la fauna útil y el mantenimiento a largo plazo de los recursos que aporta la propia naturaleza.
Aportaciones de la Producción Integrada a la seguridad alimentaria
Uno de los aspectos que cobran una especial significación en la Producción Integrada, y que forman parte intrínseca de sus objetivos, es la apuesta clara de este sistema hacia la obtención de productos de calidad, mediante la aplicación de procesos productivos respetuosos con el medio ambiente, la justificación del uso de productos agroquímicos y la minimización de los residuos, y todo ello con la finalidad de proteger la salud del consumidor sin el menoscabo de la del propio productor. Estas premisas, sin lugar a dudas, son unas de las piezas clave de la producción integrada para garantizar la seguridad alimentaría de los productos.
La contribución de la Producción Integrada a la seguridad alimentaria se fundamenta básicamente en establecer una serie de requisitos, de obligado cumplimento, que se recogen en una normativa de carácter general i/o específica que se establece a priori y un sistema de certificación que se encarga de verificar el cumplimiento de los mismos los cuales se recogen en la normativa de producción integrada, durante todas las fases de producción, elaboración y obtención del producto final acabo. La certificación requiere un sistema de autocontrol continuo por parte de todos los productores, que va ligado a la exigencia de analizar un determinado número de muestras para garantizar la sanidad y seguridad de los productos obtenidos.
A diferencia de la producción convencional, la Producción Integrada aporta un plus extra de requisitos y controles adicionales realizados sobre un determinado producto, que son llevados a cabo por el productor y revisados generalmente por empresas de control y certificación, debidamente acreditadas por organismos públicos. Estas empresas se encargan de verificar un nivel de cumplimento mínimo de los requisitos de sanidad, protección del medio ambiente, seguridad alimentaria, operaciones de cultivo, etc., sin los cuales no es posible obtener la certificación final del producto.
En Cataluña, los controles que se llevan a cabo en producción integrada se realizan sobre el 100% de los productores, y consisten en una primera visita de control que se lleva a cabo sobre la totalidad de las explotaciones, realizándose después una segunda visita de inspección en la que se incluye una toma de muestras para determinación de análisis de riesgo que se realiza al 20% de productores. La aplicación de este sistema de control y certificación ha permito que en 4 años se haya pasado de un 23% inicial de muestras de productos vegetales que no presentaban residuos de pesticidas a un porcentaje final del 63% en el año 2005, lo que representa una reducción media del 10% anual. Estos resultados permiten constatar que la contribución de la Producción Integrada a la seguridad alimentaria de los productos vegetales es clara y evidente y desde esta perspectiva hay que considerarla como muy importante, no solamente por los beneficios directos y tangibles que aportan sobre la salud de los consumidores, sino además porque indirectamente el sistema pone en practica un conjunto de técnicas productivas que son muy eficaces para la preservación del medio ambiente y que permiten asegurar una agricultura económicamente viable y sostenible a largo plazo.
La diferencia de la Producción Integrada, respecto de otros protocolos de seguridad alimentaria, es que la producción integrada se desarrolla a través de las administraciones públicas, Regionales o Estatales, generalmente tutelada por las Conserjerías de Agricultura, a las cuales les compete directamente la responsabilidad de vigilar y controlar la calidad y la seguridad alimentaria de los productos que entran en la cadena de comercialización.
Este modelo creemos que es el que mejor garantiza un modelo de calidad y seguridad alimentaria, puesto que no está sujeto a intereses privados ni a determinadas estrategias comerciales.
Perspectivas de futuro de la Producción Integrada como modelo de producción y de seguridad alimentaria
En los próximos años, la Producción Integrada posiblemente será uno de los sistemas de producción que presentará un crecimiento más significativo, propiciado en gran medida por las demandas del sector de la distribución y también por las del propio consumidor.
La preocupación de la distribución, del consumidor y de las administraciones públicas, por conseguir productos de calidad, que aporten garantías sobre su seguridad, y que se obtengan con procesos respetuosos con la naturaleza, será la componente clave de la demanda en el futuro, que a corto plazo producirá un importante cambio de los sistemas productivos actuales. Estos evolucionarán hacia fórmulas productivas, más racionales y sostenibles, que puedan dar respuesta a las exigencias de una agricultura moderna, preocupada cada vez más por la salud de los consumidores y la preservación del medio ambiente.
La viabilidad de este sistema, de cara al futuro, pasa necesariamente por establecer en cada país, un modelo de organización y producción, que tienda hacia la homogeneización de criterios y normas de producción integrada, con la finalidad de unificar sistemas y normativas, que permitan identificar, de forma inequívoca, este sistema por parte del consumidor. El objetivo final de todos los esfuerzos que se hagan en este sentido, no es otro que el de conseguir que este sistema de producción, en un futuro relativamente próximo, pueda establecerse sobre la base de un Reglamento Comunitario, al igual como sucede con la agricultura ecológica. Creemos firmemente que este evento, más pronto o más tarde acabará siendo una realidad, ya que las administraciones públicas de la Unión Europea tienen que dar respuesta a las exigencias de los productores y consumidores que reclaman el establecimiento de un protocolo único de producción y de seguridad alimentaria, gestionado, controlado y participado por las instituciones públicas de la Unión Europea, para salvaguardar el interés general de la sociedad, frente a determinados intereses comerciales, con el objetivo de satisfacer las demandas de la sociedad del siglo XXI.