El uso de míridos depredadores en cultivos de invernadero: antecedentes.
A finales de los 70 se llevaron a cabo en Cataluña las primeras pruebas de campo para evaluar la eficacia de Encarsia formosa y Encarsia tricolor en el control de la mosca blanca Trialeurodes vaporariorum (CASADEVALL y col., 1979; ALBAJES y col., 1980). Las introducciones de estos parasitoides en los invernaderos de tomate temprano redujeron drásticamente la presión insecticida sobre estos cultivos. Como consecuencia, pudo observarse la colonización por individuos de dos especies de míridos, primero en parcelas experimentales de tomate sin tratamientos y posteriormente en otros cultivos. En aquel momento estos míridos se identificaron como Dicyphus bolivari y Macrolophus nubilus (ALBAJES y col., 1980) aunque posteriormente otros estudios llegaron a la conclusión de que en realidad se trataba de Dicyphus tamaninii y Macrolophus caliginosus (=M. melanotoma Costa).

No fue hasta unos años más tarde cuando se investigó el papel de estos insectos en el control de plagas y en la aparición de daños en el cultivo. Así, a principios de los 80 se estudiaron los hábitos alimentarios del mírido D. tamaninii en ensayos de campo y de laboratorio, y surgió la hipótesis de que este depredador podía alimentarse de tejidos vegetales, incluido el fruto, cuando disponía de poca presa (SALAMERO y col., 1987; GABARRA y col., 1988).

Esta hipótesis se confirmó a finales de los 80 (ALOMAR y ALBAJES, 1996), y a partir de entonces se dotó a los técnicos encargados de supervisar el control de plagas de un cuadro de decisión (Figura 1). Este cuadro de decisión se elaboró con la finalidad de aprovechar la capacidad depredadora de estos insectos en el control de plagas y evitar los daños que potencialmente podían realizar a los cultivos, permitiendo decidir la conveniencia de realizar tratamientos para mosca blanca o para D. tamaninii en función de las densidades relativas de ambos.

La utilización de este cuadro en los cultivos de tomate al aire libre, además de ahorrar muchos tratamientos insecticidas, previno la aparición de daños de míridos, y contribuyó al incremento de la población de estos depredadores en la región.

Paralelamente y desde entonces, otros autores han llevado a cabo estudios sobre la aparición de daños en los cultivos cuando se utilizaban míridos en el control de plagas. Por ejemplo, Malausa y Drescher (1989) consideraron que el riesgo de aparición de daños en fruto de tomate por la acción de M. caliginosus era prácticamente nulo incluso con baja densidad de presa.

Desde entonces las observaciones de campo han ido confirmando esta conclusión aunque algunos autores han reseñado excepciones. Así, Malausa y Trottin- Caudal (1996) también consideraron M. caliginosus prácticamente inocuo para el cultivo en condiciones habituales, aunque reconocieron que puede producir marcas de alimentación en los frutos de tomate a densidades extremas.

De manera similar Sampson (1996) y van Schelt y col. (1996) observaron la aparición de daños en tomate tipo "cherry" y capullos de gerbera cuando al final del cultivo no existía presa disponible. Otros estudios más recientes, realizados en Canadá con Dicyphus hesperus, indican que este mírido sólo se alimenta de fruto de tomate en ausencia de hojas (McGREGOR y col., 2000) [ver Albajes y Alomar (1999) para profundizar en la discusión sobre riesgos y beneficios del uso de depredadores facultativos en los cultivos protegidos].

 

Estrategia de uso: control natural y sueltas inoculativas

El manejo de los míridos depredadores en los cultivos protegidos del Mediterráneo se basa principalmente en la colonización natural de los invernaderos a partir de la vegetación circundante. Alomar y col. (1994) identificaron varias especies no cultivadas como fuentes importantes de D. tamanini y M. caliginosus y se ha demostrado que la cantidad de individuos colonizadores está influída por la abundancia y proximidad de estas plantas a los campos de tomate aunque los cultivos también pueden colonizarse desde fuentes relativamente distantes (ALOMAR y col., 2002).

Más recientemente, Gabarra y col., (2004), han llegado a una conclusión similar en un estudio sobre el papel de la vegetación de alrededor de los invernaderos en su colonización por los míridos. Sin embargo algunas de las plantas identificadas como fuentes de míridos pueden también hospedar plagas de los cultivos, por lo que el manejo del hábitat tiene que per seguir tanto la mejora de la entrada de depredadores como la reducción de la infestación por plagas del cultivo.

Como resultado de la aplicación comercial durante varios años del programa de manejo de los míridos, éstos han abundado cada vez más en los invernaderos de tomate, y han contribuido al control de la mosca blanca que ejercía E. formosa.

Durante estos años M. caliginosus ha llegado a ser la especie mayoritaria. A finales de los 90, y debido a la naturalización de Encarsia pergandiella, la introducción de E. formosa en los invernaderos de tomate temprano empezó a caer en desuso (GABARRA y col. 1999) y los míridos que colonizaban espontáneamente estos invernaderos se convirtieron en los únicos agentes de control biológico de la mosca blanca.

Sin embargo, la entrada de los depredadores en el invernadero es impredecible y puede ocurrir demasiado tarde o en cantidad insuficiente, debiendo recurrirse en estos casos a la inoculación de poblaciones procedentes de crías masivas de M. caliginosus.

Este depredador se introduce principalmente para el control de T. vaporariorum, solo o en combinación con E. formosa (MALAUSA y TROTTIN-CAUDAL, 1996; CASTAÑÉ y col. 2004), pero debido a su elevada polifagia puede depredar a la vez o alternativamente otros artrópodos como por ejemplo B. tabaci, Frankliniella occidentalis, Tetranychus spp., Liriomyza spp., diversas especies de pulgones y huevos de lepidópteros (BARNADAS y col. 1998; RIUDAVETS y CASTAÑÉ, 1998; HANSEN y col. 1999; GABARRA y col. 2000; ARNO y col. 2003).

 

El establecimiento en el cultivo como la mayor limitación

La capacidad de estos míridos para controlar las plagas está estrechamente ligada a un buen establecimiento de estos depredadores en el cultivo (TROTTIN-CAUDAL y MILLOT, 1994). Un establecimiento nulo o deficiente suele ser una de las principales causas del fracaso del depredador, especialmente en cucurbitáceas. Incluso cuando M. caliginosus llega a establecerse en el cultivo, su dispersión y el control de la plaga son generalmente lentos si las dosis de introducción no son muy elevadas.

Pero aumentar las dosis de suelta hasta 3-4 M. caliginosus por planta sólo es económicamente factible si la productividad del cultivo es muy elevada, una circunstancia poco común en el sur de Europa. Los estudios realizados por Arnó y col. (2000) demuestran que la utilización de tabacos como plantas banco facilita un establecimiento precoz de los míridos en el tomate temprano de invernadero. Sin embargo, para aplicar con éxito esta técnica hay que considerar dos aspectos importantes: las plantas deben distribuirse por todo el invernadero y hay que seleccionar una especie vegetal que actúe bien como planta banco. Dado que la dispersión de M. caliginosus en el invernadero es un poco lenta, la distribución de las plantas banco por el invernadero mejora la colonización de las tomateras de su entorno inmediato (Figura 2), produciendo una colonización del cultivo más uniforme.

Por su parte, al seleccionar las especies vegetales hay que tener en cuenta: (1) que no sean fuente de herbívoros y patógenos para el cultivo [a este respecto el uso de tabaco resulta arriesgado ya que es taxonómicamente muy próximo al tomate y puede hospedar poblaciones elevadas de mosca blanca] y (2) que no sean "demasiado buenos hospedantes" del mírido puesto que el depredador podría preferir quedarse en la planta banco a colonizar el cultivo. Esto es lo que nos ocurrió con Ditrichia viscosa, una planta que normalmente hospeda elevadas poblaciones de M. caliginosus en condiciones naturales, cuando se probó como refugio de míridos.

Se han propuesto otros métodos para propiciar un establecimiento precoz del depredador en el cultivo, por ejemplo la introducción del enemigo natural en los semilleros. Pero antes deben resolverse algunos problemas para que el método sea operativo, como la provisión de presa en plantas tan jóvenes y el uso de mallas para evitar que los depredadores se escapen (LENFANT y col., 2000).

 

Perspectivas

En resumen, los míridos depredadores se están usando de forma creciente en el control biológico de plagas de invernadero. En los invernaderos de tomate, habitualmente se inoculan pero beneficiándose también de la colonización espontánea. En Europa y Canadá han sido estudiadas diversas especies tanto para programas inoculativos como conservativos.

Además de M. caliginosus, que está ampliamente utilizado en Europa, existen otras especies que potencialmente son agentes de control biológico: D. tamaninii, D. errans, M. pygmaeus, D. cerastii, D. hyalinipennis, D. hesperus y Nesidiocoris tenuis. Hasta donde se conoce su dieta, todos ellos son bastante polífagos, pudiendo ejercer un buen control de varias plagas además de las moscas blancas.

Un conocimiento más profundo de sus hábitos alimentarios, de las relaciones que establecen con sus plantas hospedantes o refugio, de los factores que intervienen en su comportamiento de dispersión y la mejora de diversos aspectos de su cría comercial, como el sustrato de puesta y el uso de dietas artificiales o semiartificiales, puede incidir en un uso más eficiente en el control biológico de las plagas hortícolas.

 

Agradecimientos:

Buena parte de la investigación recogida en este artículo ha sido financiada por el proyecto CICYT AGL2000-0354, y ha sido posible gracias a los acuerdos de colaboración que el IRTA mantiene con las Asociaciones de Defensa Vegetal (ADV) del Alt Maresme, Baix Maresme y Baix Llobregat. Los autores agradecen a C. Castañé la revisión del manuscrito.

 

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