En los diaspídidos de cítricos Aonidiella aurantii, Parlatoria pergandii y Lepidosaphes beckii (Homoptera: Diaspididae) se han propuesto diversos métodos de muestreo y umbrales, como la observación de hojas y brotes, la observación de los frutos en crecimiento, el seguimiento del vuelo de machos con trampas de feromonas sexuales, o la infestación de los frutos en la cosecha del año anterior. En general en los métodos propuestos se resalta la importancia de la observación de los niveles de parasitismo. Se describen los métodos de muestreo y los umbrales empleados en diversos países como Italia, California, Sudáfrica, Australia y España. Hemos estudiado en nuestro país la aplicación del seguimiento del vuelo de machos, en particular en A. aurantii con feromonas, observándose una aceptable correlación entre algunos vuelos y la infestación posterior de los frutos en la cosecha. El proceso de invasión de los frutos en crecimiento tiene lugar desde la primavera hasta el otoño, con diferencias entre las especies. Por último, se calcula y propone un umbral económico de tratamiento en base a la infestación de los frutos en la cosecha del año anterior.
INTRODUCCIÓN
Las cochinillas de la familia diaspídidos se encuentran entre las plagas más perjudiciales al cultivo de los cítricos en España. Destaca por su extensión y gravedad el piojo rojo o "poll roig" de California Aonidiella aurantii (Maskell), que se identificó por vez primera en el País Valenciano hace apenas 20 años y actualmente es uno de los más graves problemas fitosanitarios del cultivo (RODRIGO Y GARCIAMARI, 1994; ALFARO et al., 1999). También causan daño con frecuencia otras especies conocidas en nuestros cítricos durante muchos años, el "poll gris" Parlatoria pergandii Comstock y "serpeta grossa" Cornuaspis beckii (Newman) (MONER, 1994).
Las poblaciones de estos insectos se localizan sobre hojas y ramas del árbol durante todo el año, pasando a invadir los frutos cuando estos se encuentran creciendo desde el final de la primavera al otoño. En la actualidad el manejo de plagas se basa en las técnicas de Manejo Integrado o Protección Integrada, que pretenden evitar o reducir los daños causados por los fitófagos potenciando su control biológico y reduciendo el uso de los plaguicidas al mínimo imprescindible. Se deben cuantificar las poblaciones de los principales fitófagos mediante métodos de muestreo adecuados e intervenir con insecticidas en caso de que los niveles observados superen los umbrales económicos de tratamiento previamente establecidos.
En el caso de los diaspídidos de cítricos se han propuesto diversos tipos de métodos de muestreo y umbrales, como la observación de hojas, ramas y brotes, la observación de los frutos en crecimiento, el seguimiento del vuelo de machos con trampas de feromonas sexuales, o la infestación de los frutos en la cosecha del año anterior. En general todos los métodos de muestreo y umbrales propuestos hacen énfasis en la importancia de la observación de los niveles de parasitismo, fundamentalmente por Aphytis.
Muestreo y umbrales en diversos países
En Italia (CAVALLORO Y PROTTA, 1983; ASERO et al., 1994) proponen observar A. aurantii en el 5% de los árboles de la parcela 4 ramillas de 10 cm de longitud por árbol, considerando como umbral de tratamiento durante el invierno la presencia de una hembra por cm de ramilla. Además, durante la fase de crecimiento del fruto se observan 20 frutos por árbol en el 5% de los árboles de la parcela, aconsejando tratar con más de 4 escudos por fruto. En California el piojo rojo se muestrea observando 100 frutos por parcela, con uno a dos frutos por árbol, y se trata cuando más del 10% de los frutos tienen al menos un escudo en ausencia de parasitismo, incrementándose este nivel cuando existe suficiente parasitismo al 10% de frutos con 10 escudos (IPM for Citrus, 1991; LUCK et al., 1996), o bien al 15-25% de frutos ocupados por un escudo UC-IPM (2000). Además de los frutos, se propone también muestrear dos veces al mes entre abril y octubre en brotes verdes vigorosos del interior del árbol que surgen de ramas estructurales.
En Sudáfrica se cuentan las hembras de A. aurantii presentes sobre 100 frutos en crecimiento en verano y otoño, estableciéndose como umbral 0,5 a 1,5 hembras por fruto. En el fruto totalmente desarrollado se emplea el umbral del 25% de frutos ocupados por hembras vivas en ausencia de parasitismo. El parasitismo se considera suficiente cuando se observan Aphytis en mas del 20% de los estadios susceptibles (BEDFORD, 1998). En Australia se observan cinco frutos en crecimiento por árbol desde el cuajado hasta la cosecha, estableciéndose como umbral de tratamiento el 10% de frutos ocupados en variedades tempranas y el 20% en variedades tardías.
El fruto se considera ocupado cuando se encuentra un escudo en verano y tres hembras adultas en otoño, todo ello en ausencia de parasitismo. El parasitismo se considera suficiente con niveles del 20% al 50% de hembras jóvenes parasitadas. En España los reglamentos de Producción Integrada establecen la observación de 200 frutos en el momento de la recolección, recomendando tratar al máximo de inmaduros de primera generación de la cosecha siguiente con 0,5% (A. aurantii) al 2% (otras especies de diaspídidos) de frutos ocupados. Recomiendan asimismo observar 200 frutos en crecimiento (cuatro por árbol) en verano, antes del máximo de inmaduros de segunda generación, estableciendo el mismo umbral de tratamiento anterior (CAAMA, 1998; CAP, 1998; CAPA, 2001).
Seguimiento del vuelo de machos
En el caso del Piojo rojo de California se emplean desde hace tiempo la feromona de los machos para la detección de su presencia en las parcelas y la evolución de su ciclo. Además, el vuelo de machos de A. aurantii puede aplicarse para tomar una decisión en relación a los tratamientos plaguicidas, si se demuestra que existe una buena correlación entre el número de machos capturados y la futura proporción de frutos infestados. Esta técnica se ha empleado en el Valle de San Joaquín, en California (MORENO Y KENNETT, 1985). Sin embargo, en otros países como Israel y Sudáfrica no se ha encontrado correlación entre el vuelo de machos y la infestación en la cosecha por A. aurantii (STERNLICHT et al., 1981; GROUT Y RICHARDS, 1991) por lo que no se emplea el vuelo de machos como umbral para decidir tratamientos contra la plaga.
En general, en nuestras parcelas de cítricos el vuelo de machos de A. aurantii tiene unas oscilaciones bastante regulares a lo largo del año, aunque hay diferencias entre parcelas debido a la climatología y otros factores. La oscilación media que encontramos en nueve parcelas en 1999 y en 20 en 2000 en la comarca de La Ribera Alta (Valencia) confirma la existencia de distintos vuelos (Figura 1). Existe un primer vuelo, apenas perceptible en la gráfica, en primavera (abril-mayo), seguido de otro más definido y que tuvo lugar en junio en 1999 y julio en 2000. A continuación viene un tercer vuelo en agosto-septiembre que, junto con el anterior, son los más abundantes.
Por último, aunque a veces fue difícil separarlos con claridad, llegan a haber uno o dos vuelos más hasta el final de año. Hemos representado también la evolución de los machos de P. pergandii y C. beckii capturados en las trampas durante el año 2000 (Figura 2). Estos machos se han capturado en las trampas al ser atraídos por su color amarillo y no por la feromona, que es de A. aurantii. En ambas especies el vuelo más importante fue el tercero, que tuvo lugar durante el mes de septiembre. Se ha determinado la relación existente entre cada uno de los vuelos de machos de A. aurantii y la infestación en frutos de cosecha por este diaspídido al final de ese mismo año (Tabla 1). Vemos que existe una aceptable correlación entre algunos vuelos y la infestación en la cosecha. Se trata, por lo tanto, de un método que puede ser de interés para determinar el umbral de tratamiento.
Desde el punto de vista práctico es importante conocer lo más pronto posible si se alcanza el umbral de tratamiento y, por tanto, si es necesario intervenir con un tratamiento plaguicida para reducir la población de A. aurantii. Por ello, la correlación de mayor interés sería la del segundo vuelo de junio o julio y particularmente la encontrada con el máximo de capturas obtenido en una semana, ya que es más fácil de detectar que el vuelo completo. Nuestros resultados indican que capturas diarias máximas inferiores a 10 machos predicen infestaciones bajas en cosecha.
Cuando las capturas son superiores a ese umbral la infestación puede ser elevada, pero también puede ser baja dependiendo de otros factores como la climatología, el año y el parasitismo. Hemos encontrado también diferencias con el trabajo de Moreno y Kennett (1985). En nuestras curvas de vuelos de machos no hemos observado un incremento progresivo en las capturas a lo largo del año como el encontrado en California. En nuestro caso el vuelo más abundante en 1999 es el segundo en todas las parcelas y el número de capturas se reduce en los siguientes.
En 2000 los vuelos más abundantes son el segundo y el tercero, según las parcelas. Sternlicht et al. (1981) en Israel también encuentran que el segundo vuelo es el más abundante del año.
Invasión del fruto en crecimiento
Diversos autores han observado que las tres especies de diaspídidos invaden los frutos desde que estos inician su crecimiento y el proceso de invasión continúa a lo largo de todo su periodo de desarrollo. El proceso se inicia en una fase muy temprana del crecimiento del fruto, por larvas móviles de la primera generación, en A. aurantii (GEORGALA 1963; ORPHANIDES 1982; ALEXANDRAKIS 1983; ATKINSON 1983; CARROLL Y LUCK 1984), en C. beckii (BODENHEIMER 1951) y en P. pergandii (GERSON 1967). Sin embargo, Benassy et al. (1980) indican que las larvas móviles de C. beckii invaden el fruto en desarrollo en la segunda generación de agosto. Nuestras observaciones en Valencia demuestran que la invasión durante la primera salida de larvas anual es importante cuando las poblaciones de diaspídidos son elevadas en la parcela. Aunque el número de individuos que invaden el fruto en estos momentos sea bajo, su importancia para el futuro destrío puede ser muy alta ya que se multiplican sobre el fruto en generaciones sucesivas.
Como señala Georgala (1963) para A. aurantii, el momento del año en que una cochinilla se establece sobre el fruto determina hasta que punto el fruto resultará invadido en la cosecha. Nuestros resultados muestran también que el segundo periodo anual de producción de larvas móviles es siempre importante en el proceso de infestación de los frutos y confirman lo ya observado por otros autores en el sentido de que durante este periodo el porcentaje de frutos invadidos muestra un incremento brusco decisivo para el destrío en el momento de la cosecha (Smirnoff 1960; Benassy et al., 1980; Alexandrakis 1983; Atkinson 1983; Moreno y Kennett 1985). Hemos observado diferencias entre las tres especies de diaspídidos en el proceso de invasión del fruto por larvas de la segunda generación. Parece que las larvas móviles de A. aurantii que se fijan sobre el fruto proceden de hembras ya fijadas sobre el fruto en la generación anterior.
Sin embargo, las larvas móviles de C. beckii y P. pergandii proceden sobre todo de hembras fijadas en otros substratos o debajo del cáliz del fruto.
Infestación de los frutos en la cosecha anterior
Hemos llevado a cabo experiencias en 43 plantaciones comerciales de cítricos en plena producción situadas en el País Valenciano entre los años 1994 y 2001. En algunas de las parcelas la experiencia se repitió dos o tres años, con lo que el número total de experiencias fue de 73. En cada experiencia se comparó la infestación en los frutos de la cosecha durante dos años seguidos en ausencia de tratamientos con plaguicidas.
Para ello, en la parcela se escogió un grupo de 15 a 30 árboles agrupados en la zona que presentaba una infestación por diaspídidos que consideramos adecuada (con presencia de diaspídidos a niveles bajos, del 1 al 10% de porcentaje de infestación) y en estos árboles no se realizó ningún tratamiento con plaguicidas que pudiese afectar a la población de cochinillas. Se intentó escoger parcelas que mostraran poblaciones medibles de al menos dos de las tres especies de diaspídidos. L. beckii se evaluó en 72 experiencias, P. pergandii en 70 y A. aurantii en 59. La abundancia de diaspídidos sobre frutos suele medirse por el porcentaje de frutos ocupados, equivalentes al destrío comercial. El número de escudos de cochinillas que deben encontrarse sobre un fruto para que este sea detectado en los almacenes de confección y considerado como fruto para destrío hemos supuesto que es de 10, incluyendo todos los estadios de desarrollo de la cochinilla con independencia de su tamaño. Sin embargo, en nuestra experiencia evaluamos la abundancia de diaspídidos sobre los frutos por el índice de infestación.
Para ello se muestrearon de 200 a 300 frutos por parcela escogidos al azar y se calificaron de acuerdo con cinco niveles de escala, 0 (sin escudos de cochinillas sobre la superficie), 1 (de 1 a 3 escudos), 2 (de 4 a 10 escudos), 3 (de 11 a 30 escudos) y 4 (más de de 30 escudos). A partir de los valores de la escala calculamos la infestación de la parcela como porcentaje de la suma de los niveles observados en cada fruto respecto al máximo valor posible. Este índice está estrechamente relacionado con el de destrío (RODRIGUEZ et al., 1996; COSTA COMELLES et al., 1999).
Incremento anual de la infestación
La infestación de P. pergandii, L. beckii y A. aurantii en frutos durante dos años consecutivos en ausencia de tratamientos plaguicidas mostró una relación positiva significativa en los tres casos (Figura 3). El coeficiente de correlación fue bastante elevado, lo que sugiere que la infestación del año anterior puede emplearse para predecir la infestación del año siguiente. Podemos observar que la infestación se incrementa en las tres especies, pero lo hace inicialmente mucho más en P. pergandii, seguido de A. aurantii, mientras que el menor incremento se da en L. beckii.
Cuando la infestación es baja, de alrededor del 1%, en P. pergandii pasará al año siguiente al 7% en promedio, mientras que en A. aurantii pasará al 4,5% y en L. beckii al 3,3%. Posteriormente, a valores más elevados de infestación inicial, el crecimiento de esta es mayor en A. aurantii dada la mayor pendiente de la recta de ajuste. Así, cuando la infestación en la cosecha es del 10%, al año siguiente pasará si no se trata con plaguicidas al 25% en P. pergandii y A. aurantii, y sólo al 14% en L. beckii.
Cálculo del umbral económico de tratamiento
El nivel económico de daño se define como el nivel de población de plaga al cual se igualan el coste del control y el valor del daño. El umbral económico de tratamiento es el nivel poblacional de la plaga al cual se debe aplicar el tratamiento para evitar que esta llegue al nivel económico de daño ((PEDIGO et al., 1986). En nuestro caso ambos conceptos coinciden ya que el nivel de población de plaga se estima a partir de la infestación en la cosecha del año anterior y por tanto no se incrementa con el tiempo. Para el cálculo del coste del tratamiento consideramos el coste económico directo derivado del coste del plaguicida y de la mano de obra para su aplicación, y el coste ambiental debido a la toxicidad y desequilibrios potenciales que causa el plaguicida en otras plagas del cultivo.
Este coste ambiental lo ciframos en el 20% del coste económico en el caso del aceite mineral y en el 80% en el caso de otros plaguicidas (HIGLEY Y WINTERSTEEN, 1992). Hemos tomado 300 euros/Ha como coste económico directo del tratamiento. El valor económico del daño que se evita con el tratamiento lo calculamos por el producto del nivel poblacional de la plaga, el valor de la cosecha, el daño unitario del nivel poblacional de la plaga y la eficacia prevista del tratamiento. Evaluamos el nivel de plaga en porcentaje de fruto para destrío en la cosecha y consideramos como valor de la cosecha 7.668 euros/Ha (valor obtenido en base a considerar una producción de 250 arrobas por hanegada y un precio de 400 pesetas por arroba).
Hemos considerado que el fruto para destrío se deprecia en un 70% de su valor. Por último la eficacia del tratamiento la ciframos en el 70% para el aceite mineral y en el 85% para los restantes plaguicidas. Igualando ambos parámetros, coste del tratamiento y valor económico del daño, obtenemos un nivel de daño, expresado en porcentaje de destrío, del 9,6% en caso de tratar con aceite mineral y del 11,8% si tratamos con otros plaguicidas. Ese valor es el porcentaje de destrío en la cosecha por debajo del cual no es rentable realizar un tratamiento con plaguicidas para combatir los diaspídidos dado que el coste del tratamiento sería mayor que el valor del daño que evitamos con él. El parámetro quizás más variable de todos los que hemos considerado es el valor de la cosecha.
Si en lugar de 400 pesetas/arroba fuera un 50% más elevado, 600 pesetas/arroba, entonces el nivel de daño sería un 50% inferior, del 6,4 y 7,9% para el tratamiento con aceite o con otro plaguicida, respectivamente. Si el valor de la cosecha fuera aún más elevado el nivel de daño sería aun menor, hasta el límite del 5%. Por debajo de ese porcentaje de frutos ocupados podemos considerar que no se detecta la presencia de diaspídidos sobre los frutos y por tanto no hay pérdidas económicas. El nivel de daño obtenido en porcentaje de destrío corresponde al máximo nivel de plaga que estamos dispuestos a tolerar en la cosecha antes de intervenir con un plaguicida. Evaluando la infestación en la cosecha del año anterior podemos establecer si se alcanzará ese nivel límite en la cosecha del año siguiente y por tanto si será necesario aplicar un tratamiento fitosanitario.
En la Tabla 2 se expone la equivalencia entre el porcentaje de destrío obtenido un año determinado y el del año anterior cuando no se realizan aplicaciones de plaguicidas. Este último valor es el umbral de tratamiento o valor del porcentaje de destrío por encima del cual hay que intervenir. En conclusión, en el caso del "poll roig" de California A. aurantii y del "poll gris" P. pergandii el umbral de tratamiento puede situarse entre el 1 y el 3% según el valor de la cosecha y el plaguicida utilizado en el tratamiento. En el caso de la "serpeta grossa" C. beckii el umbral de intervención es más elevado, del 3 al 8%.
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