La polilla del racimo de la vid (Lobesia botrana) es la plaga clave de los viñedos mediterráneos.
Por ello es necesario disponer de una metodología para el seguimiento de su ciclo biológico y que además permita evaluar cuantitativamente sus poblaciones, con el fin de determinar la necesidad de intervenir o no en cada generación, tomando como referencia los umbrales de tolerancia económica, así como el momento adecuado de intervenir en cada caso.
Seguimiento del ciclo biológico
En la fase adulta la emergencia de imagos de cada generación, así como su evolución en el tiempo, es decir, la curva de vuelo puede seguirse por medio de trampas que pueden ser luminosas (poco usadas), alimenticias y sexuales. En la práctica se utilizan sobre todo las sexuales (cebadas con cápsulas de feromonas sintéticas para atracción de machos), que detectan bien los tres vuelos correspondientes a las tres generaciones que, normalmente, tiene el insecto en nuestros ecosistemas.
Las alimenticias aunque más económicas, (simples pozalitos con una mezcla de vino, vinagre y azúcar en agua), tienen el inconveniente de su polivalencia (capturan numerosas especies de insectos) y que no detectan bien el primer vuelo, pues en las condiciones frescas y lluviosas de primavera, fermentan y evaporan menos, aunque detectan bien el 2º y 3er vuelo que son los que interesan. El procedimiento más adecuado para el seguimiento del vuelo de Lobesia botrana son las trampas sexuales con feromona sintética para todos los vuelos y complementariamente conviene colocar trampas alimenticias, pues aunque solo nos detecten el 2º y 3er vuelo, son los que realmente tienen importancia económica, y siempre pueden ser un factor de seguridad en el caso de registrarse algún fallo imprevisto en las trampas sexuales.
En ambos casos deben colocarse al nivel de los racimos o a la altura de las cepas y efectuar conteos de capturas, al menos, una vez por semana durante los mínimos y dos veces por semana cerca de los máximos. Deben mantenerse desde que se produce el desborrre hasta realizada la vendimia, realizando conteos semanales, incluso dos veces por semana en los períodos de máximas capturas para cada generación.
En las fases de huevo y larva, que se encuentran localizadas en los racimos, el método de seguimiento consiste en la observación visual directa de los racimos, con un doble objetivo:
- Cuantitativo: estimar la densidad poblacional para determinar si es necesario intervenir con un tratamiento. Si la efectuamos unas dos semanas después de la aplicación nos informará sobre la eficacia de la misma.
- Cualitativo: estimar el estado (huevo recién puesto, huevo con cabeza negra, inicio de eclosión, etc.) con el fin de determinar el momento más oportuno para intervenir en función del tipo de plaguicida a utilizar.
Estudios realizados por Geier et al., (1953) en Suiza mostraron que la repartición de las poblaciones en la viña, no se debía al azar, sino que dependía de diversos factores, especialmente el número de racimos por cepa. Para la estimación de la densidad de las poblaciones de orugas, las unidades de muestra compuestas de 4 cepas fueron preferibles a las unidades de 1 ó de 2 cepas, pues la varianza entre unidades de dos cepas, y mucho más entre cepas individuales, era mucho mayor que la varianza entre unidades de 4 cepas.
Consideraron los autores que para la determinación del número medio de larvas por cepa es suficiente con un coeficiente de variación del 20%, y siendo las unidades de muestra elegidas al azar en la viña, basta controlar 10 unidades de 4 cepas como máximo, para alcanza la precisión requerida. Si se quisiera una apreciación más rigurosa, por ejemplo con un coeficiente de variación del 10% serían necesarias un número aproximadamente cuadruple de unidades de muestra, por lo que no compensa prácticamente el gran aumento de trabajo el incremento de precisión.
También en Suiza Charmillot et al., (1995) recomienda para formaciones en espaldera observar 10 grupos de 10 racimos grandes. En Italia, en el seguimiento que se realiza de la plaga en la región de Emilia- Romagna para la aplicación de la Protección Integrada se recomienda observar 100 racimos por hectárea, de 10 cepas, distribuidas en distintos puntos del viñedo, para la primera hectárea, más otros 50 racimos por cada hectárea sucesiva (Agricoltura, sup. al nº 3, marzo 1988). Sin embargo el método más generalmente seguido es el preconizado en Francia (A.C.T.A., 1975; I.T.V., 1991) es el de observar, por unidad cultural homogénea o grupo de parcelas, 100 racimos bien desarrollados, preferentemente situados en el interior de la vegetación, a razón de un racimo por cepa, eligiendo las cepas al azar o por muestreo sistemático.
Una variante de este método consiste en observar los 100 racimos en 25 cepas al azar, a razón de 4 racimos por cepa. Hay que tener en cuenta que los resultados obtenidos por diferentes métodos no tienen porque ser necesariamente comparables.
Por ejemplo, en Suiza en primera generación Baillod et al., (1996,b) compararon el método ACTA-ITV con el consistente en observar 10 grupos de 10 racimos grandes y observaron que el método ACTA-ITV daba una estimación más elevada para valores bajos de ataque, pero más baja con valores más fuertes de ataque, aunque serían necesarios más estudios para confirmar dichas desviaciones.
La observación visual directa de huevos en racimos debe iniciarse tras las primeras capturas en trampas, cuando se produzca un ascenso notable en la curva de vuelo, que suele coincidir con el estado fenológico H de la vid (botones florales separados) para el primer vuelo y una semana tras las primeras capturas para el 2º y 3er vuelo, y repetirse con una secuencia semanal hasta una semana después del máximo de la curva de vuelo. Es interesante la ayuda de la lupa, especialmente para ver el estado de evolución del huevo (recién puesto, ojos negros, cabeza negra, eclosionado, etc.), que nos dará indicaciones sobre el momento de realizar los tratamientos, en caso de ser necesarios.
Las normativas vigentes de Producción Integrada en ciertas Comunidades Autónomas españolas recomienda para el monitoreo o seguimiento del ciclo de esta plaga las capturas de adultos en trampas sexuales y/o alimenticias y la observación visual de huevos y larvas en 100 racimos.
Índices de plaga
Para estimar el nivel de población o daños de la plaga Lobesia botrana son varios los cuantitativos que podemos utilizar. Desde un punto de vista práctico, los más interesantes pueden ser los siguientes: a) Nivel de capturas de adultos, medido por el número de imagos capturados en trampas en cada generación. Puede ser en trampas sexuales o alimenticias.
Normalmente se prefieren las sexuales, ya que nos sirven para todas las generaciones y son de más cómodo manejo; en este caso habrá que indicar la dosis de feromona. Generalmente se toma como índice las capturas totales en un vuelo, aunque, en ocasiones, se han considerado las capturas en los primeros días del vuelo (por ejemplo los 10 primeros días) para tratar de tener una estimación precoz de la importancia del vuelo. Su evolución a lo largo del vuelo puede medirse en capturas/día. b) densidad de población larvaria, medida en el número de larvas presentes en determinado número de racimos, por ejemplo en 100.
También, a veces, se considera el nivel o densidad de población en general, considerando el número de huevos + larvas presentes en 100 racimos. c) intensidad del daño, medida en número de glomérulos, en el caso de la 1ª generación, o número de perforaciones o bayas afectadas o bien nidos, en las otras generaciones, en un determinado número de racimos, por ejemplo 100. d) frecuencia de ocupación o ataque, medida en porcentaje de racimos atacados.
En ocasiones, aunque no muestren síntomas de ataque se consideran también los racimos con presencia de huevos y en este caso nos referiríamos al porcentaje de racimos ocupados. Hay que tener en cuenta que es previsible que estos racimos muestren daño al cabo de unos días. Es interesante conocer las relaciones existentes entre estos índices, pues nos permitirían conocer las relaciones existentes entre niveles poblacionales en diferentes estados y entre estos niveles y el daño causado. De esta forma podríamos efectuar predicciones interesantes e incluso simplificar los métodos de conteo al utilizar los índices de más fácil estimación.
1. La relación más interesante sería la existente entre capturas en trampas y daños en racimos, pues de esta manera podríamos determinar anticipadamente la necesidad de tratar o no cada generación en función de las capturas. Sin embargo, los estudios que hemos efectuado, desgraciadamente, nos indican bajos coeficientes de correlación, y en esto coinciden la mayor parte de los autores que han trabajado en ello. La causa puede ser las numerosas variables que intervienen en ambos fenómenos. Las capturas dependen de diversos factores, como situación de la parcela, topografía del terreno, viñedos próximos, condiciones climáticas, competencia con feromonas o atractivos naturales, etc. También la fecundidad de los adultos y la supervivencia de huevos y larvas depende de distintos factores climáticos y bióticos.
2. Relación entre frecuencia de ocupación y población larvaria o intensidad del daño. Es interesante el conocimiento de esta posible correlación, ya que puede simplificar los conteos pues es más fácil contar el porcentaje de racimos afectados que el número de bayas afectadas en 100 racimos. En los estudios efectuados hemos encontrado una relación lineal altamente significativa para la 1ª generación (coeficiente de determinación: 0,98) del tipo: y = 2,04x - 8,58, siendo "y" el número de glomérulos en 100 racimos y "x" el % de racimos afectados (Figura 1). En segunda generación la relación lineal era menor (coeficiente de determinación: 0,61), ya que tendía a ser hiperbólica (Figura 2). En el caso de la tercera generación la relación lineal entre estos índices ha resultado poco significativa, posiblemente por la influencia en el daño de otros factores, especialmente las podredumbres, muy variables según las condiciones climáticas.
3. Relación entre el daño de una generación y la siguiente. Tiene el mismo interés el conocimiento de esta relación, que el indicado para capturas y daños, es decir, que caso de existir y conocerla, nos permitirá hacer predicciones sobre el daño futuro, y así podríamos tomar las medidas oportunas con antelación suficiente. Sin embargo, no se ha podido observar relación alguna entre estos índices, lo cual es lógico si tenemos en cuenta que la incidencia de los factores limitantes de las poblaciones, tanto bióticas como abióticas pueden ser muy distinta según el lugar y año entre una generación y otra.
4. Otro índice interesante es el del daño que produce una larva. Aunque las cifras obtenidas son muy variables, en general puede decirse que en 1ª generación suele ser de 2-3 glomérulos, en 2ª generación de 2-4 bayas atacadas, aunque en nuestras observaciones oscilaba de 4 a 7 bayas, y en 3ª generación, aunque el número de bayas afectadas puede ser el mismo, el daño se magnifica si se producen podredumbres, por lo que hemos observado desde 5-6 hasta 20-21 bayas afectadas.
Umbrales de tolerancia económica
Veamos como pueden aplicarse estos índices para la estimación de los umbrales de tolerancia económica, necesarios para la Protección Integrada y en general para una lucha razonada contra esta plaga. Como no existe relación clara entre capturas y daños es evidente que los índices de capturas en trampas, que tan fáciles son de calcular, no podremos utilizarlos como umbrales de tolerancia. Unicamente se han empleado en situaciones especiales de zonas donde normalmente no causa daño económico importante las polillas, para la llamada "predicción negativa" consistente en que en ausencia de capturas o cuando son insignificantes, puede evitarse el tratamiento.
Sin embargo el conocimiento de la evolución de los niveles de captura con el tiempo si es de gran utilidad cualitativa para el conocimiento de la curva de vuelo, es decir para el seguimiento del ciclo biológico de la plaga y por lo tanto para determinar las fechas probables de inicio y final de oviposición y por lo tanto para determinar los períodos de realización del control visual directo en los racimos, limitando estos conteos que son laboriosos al mínimo imprescindible. Para la fijación de los umbrales de tolerancia económica se utilizan normalmente dos índices:
a) el número de nidos o bayas ocupadas o atacadas (con presencia de huevos, larvas o daños) en 100 racimos,
b) la frecuencia de ocupación o ataque, es decir el % de racimos ocupados o atacados, ya que ambos guardan una relación directa con el daño previsible que puede causar cada generación. La estimación debe efectuarse tras registrarse el ascenso notable en la curva de vuelo, medida por capturas en trampas, lo que indica que se está produciendo la puesta masiva de huevos, pues los tratamientos, aunque depende del plaguicida, normalmente hay que aplicarlos al inicio de la eclosión de huevos.
Ciertamente no es fácil predecir, basándose en el grado de ataque inicial, cual será el ataque final, por lo que las cifras propuestas suelen ser bastante conservadoras, es decir, unos márgenes de seguridad bastante grandes por este motivo. De los dos índices utilizables es más fácil de estimar el % de racimos afectados que el número de nidos o bayas ocupadas en 100 racimos, por lo que, aunque en algunos casos se indican los umbrales con el segundo índice, la tendencia es a utilizar el primero.
Por otra parte existe una relación entre ambos, que está clara en 1ª generación (lineal) y 2ª generación (hiperbólica) y es algo más errática en 3ª generación por la influencia de las podredumbres. En 1ª generación teniendo en cuenta que, en el momento en que se poducen los ataques (prefloración) los daños causados no suelen traducirse en pérdidas, debido a la compensación en floración o en peso del racimo con posterioridad, pueden tolerarse niveles de ataque bastante elevados, o incluso evitar generalmente el tratamiento como se recomienda en la norma técnica de Producción Integrada de la Comunidad Valenciana.
Las cifras oscilan del 10% al 100% de racimos atacados, predominando las más elevadas en la Europa meridional. Aplicar tratamientos en primera generación, no para evitar daños, sino para rebajar poblaciones para futuras generaciones es discutible, pues debería ser un tratamiento generalizado, y con eficacia relativa por el gran escalonamiento de esta primera generación, además de su incidencia sobre fauna útil en primavera. En las generaciones carpófagas que son las peligrosas, cabe distinguir entre uva de mesa y vinificación. En uva de mesa el daño tolerable es mínimo, ya que las lesiones deprecian el racimo, por lo que la norma técnica valenciana se recomienda un umbral del 1% de racimos atacados.
A nivel europeo suelen variar del 1% al 3%. En cambio en uva de vinificación a nivel europeo varían entre el 5% y 25% de racimos atacados (o entre 2 y 20 larvas en 100 racimos). La norma técnica de Producción Integrada valenciana recomendaba en su primera edición (1999) hasta 30 bayas atacadas/100 racimos en 2ª generación y solo hasta 20 bayas atacadas/100 racimos en 3ª generación.
En la segunda edición (2003) con el fin de simplificar los conteos, y teniendo en cuenta las equivalencias existentes esto se ha traducido en el 10% de racimos con presencia de plaga en 2ª generación y el 5% en 3ª generación. El menor nivel tolerable en 3ª generación se debe a que el daño puede magnificarse en este caso debido a la posibilidad de podredumbres, si se dieran condiciones favorables para las mismas. En Italia Nororiental, aunque indican que en uva de vino se podrían tolerar hasta un 20-30% de racimos atacados en 2ª generación (los niveles más bajos corresponderían a las variedades más sensibles a las podredumbres), como el ataque final hay que preverlo con antelación, y han encontrado cierta correlación entre el grado de ataque a los 10-15 días del incremento notable de capturas en trampas o máximo de vuelo y el grado de ataque final (x 3 ó x 4), consideran que se debe tratar si en esas fechas hay un 3-5% de racimos atacados en variedades sensibles a podredumbres y en 5-8% en variedades poco sensibles.
En Francia los umbrales propuestos varían del 1% al 10% de racimos atacados (con presencia de puestas, larvas o síntomas de daño), según el riesgo de podredumbres. En todo caso estas cifras de umbrales solo pueden tomarse con carácter orientativo, debido a la gran variabilidad de los factores que intervienen en su determinación, como la cantidad de cosecha previsible, el precio de la uva, los costes económicos y ecológicos del tratamiento, condiciones climáticas que regulan el potencial biológico de la plaga y la incidencia de podredumbres, etc. Es decir, se trata de cifras indicativas, que requieren continuas adaptaciones a cada caso concreto y han de manejarse con prudencia.