Sección: Hortícolas
Este artículo plasma el contenido de una comunicación presentada en las "II Jornadas sobre alternativas viables al bromuro de metilo en pimiento de invernadero". Celebradas durante el mes de junio de 2001 en San Javier (Murcia) y organizadas por la Consejería de Agricultura, Agua y Medio Ambiente de la Región de Murcia y la Federación de Cooperativas de dicha comunidad autónoma (FECOAM). Difícil encargo por su complejidad, dada la cantidad de minuciosos datos que han dormido en los diarios de campo y de laboratorio casi 20 años. Nombres de agricultores que colaboraron con nosotros, acuciados muchas veces por las graves pérdidas en sus explotaciones. Cooperativas, empresas agrícolas y servicios oficiales (especial mención merece el esfuerzo de las Agencias del Servicio de Extensión Agraria), con los que compartimos el deseo de encontrar una solución a aquello que, allá por el año 1978, denunciamos como una patología capaz de poner en peligro el creciente cultivo y con ella la prosperidad en la comarca (TELLO et al., 1978). Nombres de colaboradores del, entonces, CRIDA 07. De estudiantes de la Escuela de Ingenieros Técnicos Agrícolas de Orihuela (Alicante). Todos ellos evocan en nosotros un aprendizaje impresionante que agradecemos desde aquí. Bien vale este esfuerzo por el recuerdo de tantas gentes y de tanta confianza depositada en los autores. Podríamos aseverar que se trató de una investigación participativa, como se reclama hoy desde numerosos ámbitos de las Ciencias Agrarias. Para nosotros fue, simplemente, cumplir con el servicio público que la sociedad nos encomendó.
INTRODUCCIÓN
¿Cómo se ha organizado esta visión retrospectiva?. ¿Qué se pretende con ella?. Cuestiones que serán contestadas a lo largo del texto, pero que de alguna manera han sido tratadas en publicaciones anteriores. Quizás las más completas son las que recogen la importancia de "Seca" o "Tristeza" del pimiento durante el bienio 1977-1978 (TELLO, 1984), y la que acaparó más de un decenio de nuestro esfuerzo tratando de introducir genes de resistencia a Phytophthora capsici en la variedad de pimiento Largo Valenciano (BARTUAL et al., 1991a). El lector podrá preguntarse, y no le faltaría razón, que si ya se han dado resultados, para que hacer esta retrospectiva histórica. Existe una motivación de peso, que se ajusta a las jornadas antes mencionadas. Responder a la siguiente cuestión: ¿Por qué se utiliza bromuro de metilo para el control de P. capsici en los pimentonales del Campo de Cartagena?. Al hilo de la pregunta permítasenos una aclaración toponímica.
En el texto incluimos dentro de la comarca del Campo de Cartagena el término de Pilar de la Horadada, municipio de Alicante, puesto que dentro del ámbito agrícola esta exclusión no era posible. Y mucho menos en lo concerniente a la enfermedad que motivan las páginas siguientes. Acéptenos el lector, además, dos agradecimientos ineludibles por sus aportaciones a lo que se analiza en este trabajo. Uno póstumo a Don Julio García Moya. Otro, al Ingeniero Agrónomo Don Juan Cervera.
Situación de la sanidad del suelo en los pimentonales del Campo de Cartagena
La importancia del problema queda resumida en los Cuadros 1 y 2. En el Cuadro 1 se refleja los resultados de la presencia o ausencia del agente causal de la "seca" o "tristeza" (Phytophthora capsici) durante le bienio 1980-1981. El número de invernaderos muestreados equivalían, entonces, al 10% de la superficie total cultivada. Y como podrá comprobarse no era desdeñable el porcentaje que mostraba la enfermedad: 48,71%. El Cuadro 2 nos ilustra sobre la extensión de la micosis.
Es evidente que no era un problema localizado. Téngase en cuenta al examinar la información que aquellas toponimias que nos eran desconocidas se agruparon bajo la denominación del término municipal al que pertenecían. Dentro de cada una de las explotaciones la gravedad podía alcanzar, avanzado ya el cultivo, a la totalidad de las plantas. Obsérvese que había invernaderos donde la enfermedad no estaba manifiesta. Este hecho cuya magnitud desconocemos en la actualidad tiene un paradigma que ha permanecido a lo largo del tiempo, en la finca Torreblanca de la Comunidad Autónoma (IMIA). Suelos cultivados con pimiento durante años, no han exteriorizado la enfermedad ni el patógeno, ni antes ni en el presente. ¿Estaba la micosis extendida por los pimentonales de la Comunidad Autónoma de Murcia?. Tuvimos ocasión de dar a conocer la presencia del patógeno en La Vega del Segura. También, cómo desde allí se abrió una vía, a través de las plántulas de semilleros para introducirse en el Campo de Cartagena (TELLO, 1984). Los sucesivos muestreos sobre pimientos para pimentón, tipo bola, cultivados al aire libre manifestaban muy discretamente la presencia del patógeno, siendo más frecuentes causas abióticas, como el encharcamiento. Este hecho, que no se fundamentaba ni en la resistencia varietal, ni en las desinfecciones del suelo, podría haber estado originado por el nomadeo del cultivo. Raramente se repetía pimiento para pimentón en el mismo suelo. Como anécdota cabría señalar las discreta presencia de P. capsici en los invernaderos de Mazarrón. Allí no se erigía en un peligro para la producción. Los numerosos análisis practicados a los suelos y plantas permitían interrogantes importantes a la hora de evaluar la eficacia de los tratamientos fitosanitarios: la exteriorización de P. capsici en las muestras y en el campo no ocurría uniformemente a lo largo del año. La secuencia de su expresión en los análisis se recoge detallada, para tres invernaderos situados en los términos municipales de Pilar de la Horadada, San Javier y San Pedro del Pinatar, en el Cuadro 3. Exponentes de otros 46 invernaderos donde la aparición de P. capsici y de sus síntomas seguían una secuencia análoga. Es decir, se hubiese desinfectado el suelo o no y, dependiendo de la climatología, a partir de marzo y hasta junio que finalizaba entonces el cultivo la presencia del hongo era prácticamente uniforme. El resto del año o no se aislaba el patógeno o su aparición era esporádica en el suelo. Es comprensible a la vista del Cuadro 3 que la fiabilidad de la evaluación de cualquier remedio para la micosis pasaba necesariamente por este conocimiento. Este comportamiento del hongo motivó un breve experimento con muestras de suelo de tres invernaderos diferentes que habían sufrido graves pérdidas por la enfermedad. El ensayo se instaló en un invernadero sin calefacción, situado en las dependencias del entonces Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias (INIA) de Madrid. Comenzó en agosto de 1980 y finalizó el mismo mes de 1981. Se hizo una plantación de pimientos (var. Lamuyo) para comprobar la presencia del patógeno y la reproducción del síndrome de la enfermedad. Las plantas enfermaron y murieron en el primer mes y, a partir de entonces, se mantuvo el suelo húmedo mediante riegos regulares. Si se tiene en cuenta que durante el periodo de noviembre a febrero se alcanzaron temperaturas mínimas de -10ºC y que el suelo se heló en numerosas ocasiones, los resultados no dejan de sorprender. En agosto de 1981 se aisló el hongo en la tierra de uno de los invernaderos con una expresión (densidad de inóculo) muy débil. Es decir, P. capsici podía permanecer en el suelo un periodo de 11 meses sin presencia del hospedador. Estos resultados hay que tomarlos con la relatividad que corresponde al suelo. Relatividad que queda matizada, aunque sólo sea parcialmente, con las observaciones obtenidas de la conservación, en el laboratorio, de muestras de suelos procedentes de invernaderos con una elevada incidencia de la "seca". Es el caso de tres invernaderos situados en Pilar de la Horadada. En todos ellos se aisló P. capsici durante el mes de setiembre de 1979, y cinco meses después vuelve a detectarse analíticamente el hongo en dos de ellos. Téngase en cuenta que las muestras se guardaron en bolsas de plástico, sin añadir humedad alguna, en las dependencias del laboratorio. El segundo caso corresponde a seis muestras de suelo de otros tantos invernaderos que tuvieron elevadas pérdidas por la micosis. Las muestras se conservaron desde octubre de 1978 hasta julio de 1979. Al final de los nueve meses no se aisló el hongo en ninguna de las muestras. Estos resultados no se corresponden con los encontrados en el campo. Obsérvese, a tal efecto, el Cuadro 3. En los invernaderos no conseguimos aislar P. capsici del suelo dos meses después del último muestreo, cuando ninguna desinfección se había practicado y no había cultivo. Sin embargo, en las muestras conservadas en el laboratorio se detectó, como mínimo, a los 5 meses de su conservación en seco. ¿Qué establecía esa diferencia?. La contestación a la pregunta nos parecía importante para interpretar la eficacia de cualquier intervención desinfectante en los suelos invernados. En este sentido, no encontramos una respuesta positiva sobre la presencia del hongo al analizar capas más profundas de los suelos. Es decir, a 40 cm. de profundidad no fuimos capaces de aislar al parásito en uno de los invernaderos cuando se había retirado el cultivo hacía 2 meses con pérdidas importantes en la plantación. Por otro lado, en los experimentos sobre la conservación de P. capsici, realizados en las muestras mantenidas en condiciones de laboratorio, no todas ellas se comportaban igual pese a contener el inóculo en el momento de su recogida. Parecía como si cada suelo (es una aproximación lingüística más que experimental, asimilar la muestra al suelo de que procedía) tuviese una capacidad diferente para mantener el inóculo del patógeno. Hoy sabemos que cada muestra de suelo analizada para conocer su microbiota fúngica se representa a si misma, por muy minuciosos que haya sido el proceso de recogida. Ello podría explicar, en parte, la diferencias encontradas en la conservación de P. capsici. Estas diferencias se agrandaban cuando se consideraba el terreno de asiento en el campo. Una "eficaz" desinfección, o una incapacidad para conservarse el patógeno en el suelo, podrían ser contrarestadas con hecho como el que se relata a continuación. Hechos frecuentes, por otro lado, durante el trienio 1978-1980. Muchos agricultores hacían su propio semillero en el suelo próximo o incluso en el del mis mo invernadero donde cultivaban. El ejemplo lo encontramos en dos de estos almácigos de sendo agricultores de Pilar de la Horadada. Durante los meses de octubre y noviembre de 1978, la mortandad de plántulas fue muy elevada y la presencia de P. capsici en los suelos que conformaban la cama muy contundente. Es comprensible, a partir de estas observaciones, no por fragmentarias poco ilustrativas, que los efectos de los diferentes tratamientos al suelo tuviesen una difícil interpretación, cuando no imposible. También nuestra prudencia a validar los numerosos experimentos que se realizaban entonces. La contundente acción de P. capsici en los suelos de los pimentonales del Campo de Cartagena y su relación causal con la "seca", no excluía la presencia de otros hongos y otras enfermedades de las raíces de las plantas. ¿Cuáles eran estos microorganismos?. El Cuadro 4 presenta una simplificación de los resultados analíticos sobre un total de 53 invernaderos. El resumen se hace sobre los análisis de más de un millar de plantas que se procesaron en el laboratorio. Para una mayor claridad se indica cada especie fúngica en función del número de invernaderos. En el 53% de los invernaderos se aisló Fusarium solani. El hongo estaba presente, tanto sólo como si acompañaba a P. capsici. Esta alta frecuencia de asociación a la rizosfera y a la rizoplana de los pimientos sigue sin modificarse en la actualidad. Desconocemos cual es el papel del hongo sobre las plantas y los cultivos. Desde 1979 hasta la actualidad, repetidos intentos por esclarecer el posible parasitismo del hongo no han sido fructíferos. En el 19% de los invernaderos se encontró Rhizoctonia solani, cuyo parasitismo sobre plántulas es bien conocido. Sin embargo, se carece de información sobre su papel en las plantas adultas. Análogos comentarios cabrían para el caso de Pythium aphanidermatum. Verticillium dahliae, agente causal de la verticiliosis, traqueomicosis frecuente en los pimentonales de otras regiones más frescas del país, tuvo una expresión testimonial durante el sexenio considerado. Y así sigue en la actualidad. Sclerotinia sclerotiorum ? agente causal de la podredumbre blanca ? y Botrytis cinerea (Botryotinia fuckeliana) incitante de la micosis conocida como la podredumbre gris, se ajustaron en su manifestación y daños a las épocas del cultivo apropiadas. Épocas que coincidían, siempre, con temperaturas suaves o frías, días cortos y con baja luminosidad. Sin embargo, Botrytis cinerea manifestó una habilidad parasitaria poco frecuente. Ocasionó podredumbre en el cuello y base del tallo, dando lugar a una marchitez irreversible en verde de las plantas afectadas. La razón se encontró en los aporcados en la base del tallo que hacían los agricultores para proteger a las plantas de las heladas. El manejo del cultivo fue fuente de una enfermedad no parasitaria conocida como "peseto" o "peseta" que se correspondía con la podredumbre apical (Blossom end root). Los periodos fríos y húmedos conformaban los parámetros donde el "agalletado del fruto" y el "peseto" aparecían masivamente. Los agricultores no aireaban para mantener la temperatura dentro del invernadero y corrían el turno de riego. Un día soleado y con viento les incitaba a abrir las ventanas laterales. La manifestación de la podredumbre apical era segura. En la actualidad se ha descrito una preocupante enfermedad conocida como "batatilla" debido a los nódulos radiculares que conforman una parte del síndrome. El agente causal no es otro que el nematodo nodulador Meloidogyne incognita. Durante el periodo considerado en esta retrospectiva no encontramos dicha enfermedad en los pimentonales, pese a ser manifiestos sus daños en cultivos de clavel, melón y pepino de la zona. Control de la "seca" o "tristeza" Durante el sexenio considerado el cultivo de pimiento tenía una serie de características que incidían en la difusión y gravedad de la micosis. Muchos agricultores hacían su propio semillero y como se explicó anteriormente conformaban una fuente de dispersión de P. capsici. El riego a pie por surcos era frecuente y la nivelación del terreno era defectuosa. Esta práctica daba lugar a realizar el trasplante de manera diferente. O bien se ponían las plantas en la cresta del surco o, bien cerca del fondo. Estas diferencias estaban basadas en el intento de impedir que el agua de riego mojase directamente el cuello de la planta, pretendiéndose así controlar mejor la enfermedad. El riego por goteo se extendía con rapidez, desapareciendo los surcos, y el suelo se cubría con un acolchado de plástico negro. Existía la variante de hacer camas o caballones que se acolchaban con el mismo tipo de plástico. En esta situación concreta la asfixia radicular comportaba no pocas pérdidas, como se verá más adelante, que se confundían con la "seca". Confusión que disparaba los resortes para comenzar a tratar el suelo antes y durante el cultivo. La hermeticidad de los invernaderos era, en ocasiones, más que defectuosa. De esa manera no era infrecuente que el riego a pie fuese tan abundante como para rebasar el perímetro invernado y el agua invadía al invernadero vecino. Con el suelo suspendido en el agua navegaba P. capsici. En otras ocasiones, las lluvias torrenciales se encargaban de arrastrar los suelos de una explotación a otra y con ellos al patógeno. A todos estos episodios ?y a otros menores? se les concedía muy poca importancia. Importancia que se guardaba para demandar soluciones a un problema de patología que limitaba la producción. Los muestreos cuya interpretación ya se ha explicado en parte, servían al tiempo como encuestas. Encuestas que abordaron los tratamientos fitosanitarios para controlar la micosis. Es conveniente reflejarlos aquí y comentar su eficacia. Semilleros Los almácigos se hacían en el suelo por los agricultores o por las cooperativas, a veces dentro del mismo invernadero donde se practicaba el cultivo. Como tratamiento previo se desinfectaba la cama hecha en el suelo, con metam-sodio, a dosis aproximadas de 1.000 1.500 l * ha-1. Después se añadía benomilo en los riegos siguiendo los consejos de algún servicio oficial. Más raramente se utilizaba bromuro de metilo (BM). La eficacia en el control era defectuosa. Este hecho se debía a que durante el periodo de tiempo en que las plantas estaban en el semillero no solían manifestar síntomas, pero el inóculo de P. capsici podía ir en las raíces de las plántulas. Terreno de asiento después del trasplante Durante 1980 los tratamientos fitosanitarios más frecuentes, según el tipo de riego, eran los siguientes: - En cultivos con riego a pie se añadían al agua en cada turno de riego los siguientes fungicidas: Nabam, TMTD (disulfuro de bisN,N-dimetilio carbamoilo), y Permanganato potásico. Su eficacia era prácticamente nula. Estos fungicidas se recomendaban en base a la bibliografía nacional y extranjera. - En cultivos regados por goteo. La aplicación se hacía a través de la red de riego. Los plaguicidas utilizados eran: - Metalaxil: 9 tratamientos desde el trasplante hasta mayo. - TMTD: 4 tratamientos desde el trasplante hasta mayo. - Captafol: un tratamiento en el trasplante. - Insecticida (sin especificar): un tratamiento en el trasplante. Este calendario de tratamientos sólo comprendía dos materias activas frente a P. capsici (metalaxil y captafol). Su eficacia podía apreciarse en una disminución de la velocidad de progresión de la enfermedad, pero seguía sin ser la solución deseada. Su popularidad y esa cierta eficacia motivaron en1984 ? cuatro años después ? que un semillero de plantas de pimiento, muy prestigioso en la zona, recomendase lo siguiente: "En el momento del trasplante aplicar en el agua de riego o localizado al cuello de las plantas, TMTD (como fungicida y cicatrizante) y ortodifolatán. Quince días después del trasplante aplicar TMTD, ortodifolatán y un insecticida para el control de rosquilla negra, doradilla y orugas en general". La recomendación continuaba de la siguiente manera, "en caso de peligro de Phytophthora, la adicción, en la quincena después del trasplante, de metalaxil en el agua de riego si el sistema era por goteo o al cuello de la planta si se trataba de riego a pie". Todos estos tratamientos eran pocos eficaces para controlar la enfermedad a lo largo del cultivo, sin embargo, se utilizaban de manera generalizada. Y todo ello sin que nadie hubiese planteado los experimentos adecuados para evaluar su eficacia. Es decir, la bibliografía extranjera, la presión comercial, nuestras propias observaciones y las realizadas por agricultores y técnicos de la zona eran suficientes para el establecimiento de los tratamientos. Convencidos de que estos procedimientos no eran capaces de contener la enfermedad para tener unas pérdidas soportables económicamente, recurrimos a evaluar la desinfección del suelo. Como principio de la Patología Vegetal estaba establecido que si el inóculo del patógeno desaparecía o disminuía ostensiblemente con los fumigantes, la enfermedad debería ser controlada. La desinfección del suelo Quede constancia que desde 1977 ya habíamos tenido noticias del uso del Metam-Sodio y del bromuro de metilo como fumigantes de los suelos de los pimentonales para el control de la "seca". Antes de proceder a exponer y comentar los resultados de nuestras observaciones, es conveniente tener en cuenta una práctica cultural generalizada en los invernaderos del Campo de Cartagena. Finalizada la cosecha los restos vegetales no se retiraban de los invernaderos. Era común meter los ganados de ovejas y/o cabras para que se alimentasen de hojas, frutos y tallos tiernos. Finalizada esta operación los troncos, ramas y raíces que quedaban se incorporaban al suelo como fertilizante para el siguiente cultivo, procediéndose después a la estercoladura (10-15.000 kg*ha-1), a la desinfección del suelo y a su preparación para el trasplante. Por lo aprendido, considerábamos que la práctica de enterramiento de los restos de cosecha cultivo siguiente. De la misma manera que asumíamos que la desinfección del suelo cuanto más enérgica y total fuese, mayores posibilidades existían de eliminar ese inóculo inicial o primario. Se procedió, primero, a evaluar la eficacia del metam-sodio en cinco invernaderos de otros tantos agricultores. Quede constancia que los tratamientos fueron realizados por los propietarios y que todos ellos habían tenido problemas de "seca" importantes. Los resultados se han resumido en el Cuadro 5. La primera observación que disiente del comportamiento analítico generalizado comentado anteriormente, es la fecha de aparición de plantas enfermas y de P. capsici en el suelo. Lo hace durante el mes de abril, con un retraso digno de mencionar. ¿Fue el retraso un efecto de la desinfección del suelo?. La segunda es, pese al retraso, la mortandad de plantas en junio, excepto el invernadero que se regó por goteo y disponía de tubos calefactores en el suelo. Ante esta situación no podía concluirse que el metam-sodio era ineficaz para el control de la "seca" o "tristeza". La razón es bien clara. El hongo necesita agua libre para producir sus esporas nadadoras y dicho elemento era más abundante en los riegos a pie que en los de goteo. ¿Podría generalizarse cómo técnica de control el uso del metam-sodio y el riego localizado?. Las observaciones carecían de suficiente envergadura como para hacer dicha recomendación. Paralelamente se hicieron observaciones más amplias durante las campañas 1979-1980 y 1980- 1981. Observaciones que se centraron en la finca Lo Romero (San Pedro del Pinatar). Los tratamientos y el manejo del cultivo estuvieron bajo la dirección técnica del ingeniero agrónomo Don Juan Cervera. Los suelos de los invernaderos habían soportado dos o tres cultivos de pimientos en campañas anteriores alternados con melón y pepino. En el total de los 16 invernaderos muestreados y valorados se practicaron diferentes procedimientos de desinfección al suelo durante ambas campañas. Se utilizaron bromuro de metilo (50 g*m-2) bromuro de metilo con cloropicrina (40 g*m-2 de bromuro de metilo y 2 g*m-2 de cloropicrina) y metam-sodio (1200 l*ha-1). Los sistemas de riego fueron diferentes: catorce invernaderos tenían riego por goteo y dos de ellos riego a pie. Es necesario hacer notar, por las connotaciones epidemiológicas derivadas, que siete de dichos invernaderos tenían encharcamiento marcado, con la sintomatología peculiar de esta alteración. Finalmente hay que especificar como los resultados presentados en el Cuadro 6 se basan en el análisis de suelos, rizosferas, tallos y raíces de plantas con síntomas de marchitez y que en todos los casos donde intervenía el suelo se hicieron diluciones para evitar las posibles perturbaciones de los fungicidas añadidos a las tierras. Se emplearon siempre trampas vegetales (pétalos de clavel inmaduros) para análisis de los suelos y rizosferas. La representatividad de las muestras, pese a todo el esfuerzo, es bastante relativa. De modo que si la presencia de P. capsici era positiva, no había objeción mayor. En el caso contrario podría haber sucedido que el hongo estuviese presente, aunque el análisis fuese negativo. Sobre este tema, tan delicado, tuvimos ocasión de investigar con mayor profundidad años más tarde (RODRÍGUEZ MOLINA et al, 2000) El Cuadro 6, sugiere una serie de comentarios. Durante la campaña 1979-1980, la desinfección con metam-sodio se presenta dudosa en lo concerniente a la presencia del hongo. Es decir, al final del cultivo aparece en dos invernaderos y no se aísla en cinco. En todos ellos, menos en uno, no se aísla de los suelos que han permanecido sin cultivo durante el verano. Esta situación recuerda a las muestras mantenidas en el laboratorio, donde parecía que cada suelo tenia una capacidad diferente para conservar a P. capsici. Este hecho no parece tener una relación completa con el tipo de riego, más bien la tendría con el control del agua y con la capacidad de retención y drenaje de cada suelo. A partir de estas observaciones podría decirse que la desinfección con metam-sodio pudo haber tenido cierta eficacia si no fuese porque en los invernaderos sin tratamiento (8 en total) no se aisló el patógeno. Lo único generalizable es que el encharcamiento y sus síntomas estaban más extendidos que la enfermedad, y esta circunstancia inducía a error con la consiguiente desinfección para disminuir o eliminar a P. capsici. Sobre los mismo suelos se practicaron desinfecciones, durante la campaña 1980- 1981, (5 suelos se trataron con bromuro de metilo, 3 con bromuro de metilo más cloropicrina, 4 con metam-sodio y 4 se dejaron sin tratar), los resultados tienen una elocuencia merecedora de comentar. La presencia del hongo es positiva en más invernaderos que en la campaña anterior. ¿De dónde provenía el inóculo?. ¿Fue un deficiencia en el procesamiento de las muestras durante el periodo anterior?. Para complicar más la interpretación, P. capsici se aísla en un invernadero cuyo suelo no se trató y en el cual el año anterior no se detectó el hongo (LR34). O, en otro donde no se encontró el parásito en la campaña anterior y, pese a utilizar bromuro de metilo con cloropicrina, se encontraron plantas enfermas (SF5). A partir de estas evidencias experimentales ? otras podrá extraer el lector del Cuadro 6 ? ninguna regla general era posible para la desinfecciones practicadas, considerando sólo la presencia o ausencia del agente incitante de la "seca" como indicador. Sin embargo, para matizar la realidad habría que añadir que la mortandad de plantas fue muy pequeña y que el vigor y la producción fueron notables allá donde se usó bromuro de metilo, y menos esplendorosa fue la respuesta con el metam-sodio. Como antes se sugirió, podría pensarse en la existencia de alguna fuente externa de introducción del inóculo primario. Varias eran posibles. Entre ellas: plantas contaminadas desde el semillero, agua de riego (en esas fechas empezaba a generalizarse el agua del trasvase Tajo-Segura y se abandonaban los pozos) y el estiércol que se añadía antes de cultivar. Recuérdese, a este respecto, que el ganado de la zona (ovino y caprino) consumían los restos de cosecha de pimientos. Para esclarecer este punto, se analizó una muestra del estiércol con el que se enmendaron los suelos de los invernaderos codificados en el Cuadro 6. Los resultados no revelaron la presencia de P. capsici. La búsqueda de las fuentes del inóculo primario, motivó en la campaña 1980-1981 un pormenorizado estudio del suelo del invernadero codificado como LR9. Una práctica de cultivo consistente en enterrar los restos de cosecha después de que el ganado hubiese consumido las partes más tiernas, podría representar según los cánones de la Patología Vegetal una fuente segura del inóculo para el cultivo siguiente. Este aserto era todavía más contundente para los hongos del suelo, como es el caso de P. capsici. Para hacer las comprobaciones propuestas el invernadero se dividió en tres partes equivalentes en superficie. En una de ellas se arrancaron las plantas enteras y se sacaron fuera del invernadero y se dio un tratamiento de desinfección con metam-sodio. En la segunda se enterraron los restos de cosecha completos: hojas, ramas, tallos, frutos y raíces. En la tercera se enterraron las partes aéreas de las plantas después de haber eliminado las raíces. Sorprendentemente el patógeno no se aisló del suelo donde se enterraron los restos de cosecha y se aisló, solamente, de la rizosfera de las plantas en la parte donde no se habían enterrado restos de cosecha alguno y se dio el tratamiento. Tomando los resultados con la relatividad que concierne a tan pocas evaluaciones, el hecho evoca, a la luz de los conocimientos actuales, a la preconizada técnica de la biofumigación. Y, desde luego, desdice lo concerniente a los restos de cosecha enfermos como fuente primaria del inóculo. Pese a lo fragmentario de los conocimientos adquiridos en base a las observaciones realizada, se elaboró un calendario de tratamientos para la mentada explotación de Lo Romero en San Pedro del Pinatar. Calendario que se resume en el Cuadro 7. El calendario preconiza la desinfección del suelo y el uso de un producto específico para hongos del género Phytophthora: metalaxil. Recomendación que nació como consecuencia de un principio de precaución. Es decir, dado que las fumigaciones del suelo tenían un efecto parcial en el control del hongo, se pretendía proteger la rizosfera de las plantas ? parte continuamente húmeda ? hasta una determinada fecha (fin de marzo), puesto que las observaciones de años anteriores habían demostrado que si las plantas comenzaban a manifestar síntomas a partir de abril las pérdidas de cosechas hasta junio eran soportables. Con el trascurso del tiempo, se constató que dicho calendario era eficaz y que, además, el bromuro de metilo incrementaba el vigor de las plantas, su producción y su efecto eficaz como herbicida. De hecho, los análisis de plantas y suelos de los invernaderos inventariados en el Cuadro 6, durante los años siguientes no mostraron la enfermedad, aunque si evidenciaron problemas de asfixia radicular a la que se asociaba, analíticamente hablando, Pythium aphanidermatum y Fusarium solani. La asfixia radicular. Un problema etiológico Desde el comienzo de nuestras prospecciones en el Campo de Cartagena se apreció un síndrome cuyo aspecto más llamativo era la marchitez en verde de las plantas ("tristeza") al que no se asociaba en los aislamientos del laboratorio P. capsici. El síndrome motivó un experimento específico para comprobar su relación con el exceso de agua en el suelo (TELLO et al. 1987). Lo cierto es que la hipertrofia y suberificación de la raíz principal, la podredumbre marrón y blanda de las raíces secundarias y el agigantamiento de las lenticelas de la base del tallo, con el consiguiente marchitamiento en verde de la parte aérea de la planta, conformaban un síndrome confuso por su semejanza con el ocasionado por P. capsici. Síndrome que se trataba con los mismos procedimientos que los preconizados para la "seca" o "tristeza". Síndrome que, además, estuvo muy generalizado durante la campaña de 1984-1985, cuando el riego por goteo se generalizaba y su manejo por los técnicos y agricultores era, todavía, deficiente. Una muestra de las numerosísimas observaciones realizadas se recoge en el Cuadro 8 para cinco invernaderos. Los resultados plasmados en el Cuadro, merecen algunos comentarios por la trascendencia que tuvieron. Los síntomas de asfixia estuvieron presentes en todos los invernaderos, cualquiera que fuese el sistema de riego utilizado. Su asociación con P. capsici fue, también, muy común. Se generaba así una confusión entre un problema patológico de origen microbiano y otro netamente agronómico, con soluciones diferentes pero con un radical común: el control del agua en el suelo. El tema era de envergadura y nos dispusimos a buscarle una solución durante la campaña de 1984- 1985. Se planteó un experimento en una explotación de dos invernaderos situados en el término de San Javier (Murcia). Ambos se habían desinfectado con bromuro de metilo. Cuando le preguntamos al agricultor la razón por la que había fumigado el suelo, contestó: "el año pasado trató el vecino y tenía las plantas mucho más grandes que las mías". El primer invernadero, con riego por goteo, lo visitamos en enero de 1985. la marchitez en ver de estaba generalizada y la hipertrofia radicular era muy abundante. Los análisis periódicos de suelos, rizosferas y raíces no evidenciaron la presencia de P. capsici hasta finalizado el mes de julio. Las válvulas de salida de los goteros estaban pegadas al píe de las plantas. En febrero de 1985 le recomendamos al agricultor que retirase los goteros y los situase a un palmo del píe de los pimientos. En marzo, el cultivo adquirió una apariencia normal, desapareciendo la marchitez y alcanzando el mes de julio con una producción sin mermas, pese a la exteriorización de la "seca" en julio. El segundo invernadero, realmente era un grupo de tres invernaderos que se regaban a píe. Las plantas manifestaron síntomas de marchitez, de forma generalizada a partir de febrero de 1985 y muchas murieron y tuvieron que ser repuestas. Se le recomendó al agricultor dejar las plantas sin regar hasta que exteriorizasen falta de agua en el sue lo (tuviesen "sed" era la expresión común en el campo). La plantación se recuperó por completo y la producción fue la esperada. La presencia analítica y sintomatológica de P. capsici fue evidente a finales de julio, cuando el cultivo se dio por finalizado. Una interpretación de la generalización del síndrome de asfixia radicular durante la campaña 1984- 1985 puede estar en las condiciones climáticas habidas durante los meses de enero y febrero de 1985. A lo largo del mes de enero las heladas ocurrieron durante 15 días y en la última semana de febrero la pluviometría fue de 150 l*m-2 (observatorio climatológico de la finca Torreblanca del, entonces, CIDA de Murcia). Las consecuencias de estas inclemencias ambientales en el manejo de los pimentonales bajo invernadero fueron de dos órdenes. Para paliar las bajas temperaturas de enero los agricultores regaron en exceso y no airearon el cultivo. En febrero, las torrenciales lluvias se colaron por las goteras de las techumbres y por los basamentos pegados al suelo de los abrigos plásticos, dando lugar a la formación de grandes charcos de agua que asfixiaron las raíces. Las variedades resistentes Las variedades que se cultivaban en los invernaderos muestreados durante el sexenio fueron Lamuyo que fue sustituida posteriormente por Gedeon. En mucha menor proporción estuvieron Dulce Italiano y Jericho. Esta última se ofertaba como resistente a P. capsici, aunque su evaluación en condiciones controladas mostró un nivel insuficiente de resistencia para su cultivo sin otra intervención, especialmente teniendo en cuenta las exigencias de rentabilidad. Realmente la vía de la resistencia a P. capsici no fue desarrollada por las firmas comerciales dedicadas a la producción de semillas. En la actualidad dicha tendencia se mantiene en el material vegetal que se cultiva. Pese a esta afirmación desconocemos la existencia de la evaluación de dicho material por su característica de resistencia al patógeno. Por nuestra parte, iniciamos una vía de investigación para introducir resistencia al patógeno en colaboración con el Dr. Rafael Bartual Mengual (Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias, IVIA, Valencia). Doce años de trabajo cuyos resultados se dieron a conocer en varias publicaciones (BARTUAL et al. 1991A; BARTUAL et al. 1991B; BARTUAL et al. 1993; BARTUAL et al. 1994) y que fueron galardonados en 1989 con el premio de investigación agraria Jorge Pastor del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Fueron años de intensa investigación, que esperan se les dé el curso conveniente en base a una de sus conclusiones mayores: La búsqueda de genes de resistencia y su incorporación a las líneas comerciales sensibles resultaría de interés, ya que los resultados obtenidos indican que se puede lograr un nivel aceptable de resistencia a P. capsici por la vía exclusivamente genética (BARTUAL et al. 1991). Unas reflexiones finales sobre el trabajo desarrollado en el sexenio Cuando iniciamos este trabajo, publicado sólo en parte, la importancia de la "seca" o "tristeza" del pimiento era muy preocupante. Se temía por la continuidad del cultivo. Continuidad marcada por su extensión en el Campo de Cartagena en base a la llegada del agua del trasvase Tajo-Segura. Se preveía, como realmente ha resultado, un cultivo rentable y generador de riqueza para la comarca. Hoy, 1.300 ha de monocultivo intensivo sostienen con prosperidad a numerosas familias. Ante esta situación nuestro compromiso fue buscar una solución para controlar la enfermedad. Solución que se encontró gracias a la colaboración de técnicos y agricultores. Todos participamos durante varios años para resolver el problema. Y es esta una primera experiencia que nosotros, como investigadores adquirimos. En los experimentos agrícolas no sólo bastan los ensayos en el espacio si no que deberían repetirse en el tiempo. El calendario establecido para el control de la micosis fumigando el suelo con distintos desinfectantes es el exponente de que sólo la desinfección no fue suficiente para controlar la enfermedad hasta niveles soportables. Y mucho menos, como entonces se pensaba, para erradicarla de una explotación agrícola. El apoyo con fungicidas específicos en el agua de riego se mostró de todo punto necesario. Se consiguió, por tanto, no sólo manejar la enfermedad, también eliminar malas hierbas e incrementar la producción. Podría parecer que de esta manera habíamos concluido con nuestro propósito inicial. Sin embargo, y esta fue otra enseñanza para todos, el hecho de disminuir la exteriorización de la "seca", puso en evidencia otro problema no menos importante: la asfixia radicular. Evidentemente no sabíamos manejar el sistema y otros patosistemas han ido apareciendo con el trascurso de los años hasta la actualidad. Y a modo de vaticinio podríamos decir que así seguirá mientras que no aprendamos a equilibrar el sistema agrícola. Comprender esta realidad ha sido, sin duda uno de los privilegios que como investigadores hemos podido disfrutar con nuestro trabajo. BIBLIOGRAFÍA BARTUAL R., E. A. CARBONELL, J. I. MARSAL, J. C. TELLO, T. CAMPOS. 1991a. Genética de la resistencia a Phytophthora capsici LEON. En pimiento. Bol. San. Veg. Plagas, 17, 3-124. BARTUAL R., E. A. CARBONELL, J. I. MARSAL, J. C. TELLO, T. CAMPOS. 1991b. Gene action in the resistance of peppers (Capsicum annum) to Phytophthora stem blight (Phytophthora capsici L.). Euphytica, 54, 195-2000 BARTUAL R., A. LACASA, J. I. MARSAL, J. C. TELLO. 1993. Efecto epistásico en la resistencia a Phytophthora capsici LEON. en pimiento (Capsicum annum L.). Bol. San. Veg. Plagas, 19, 485-490. BARTUAL R., A. LACASA, J. I. MARSAL, J. C. TELLO. 1994.Epistásis in the resistance of pepper to Phytophthora stem blight (Phytophthora capsici L.) and its significance in the prediction of double cross performances. Euphytica, 72, 149-152. RODRÍGUEZ-MOLINA M. C., J. C. TELLO-MARQUINA, L. M. TORRES-VILA, P. BIELZA-LINO. 2000. Micro-scale Systematic Sampling of soil: Heterogeneity in Populations of Fusarium oxysporum, F. solani, F. roseum and F. moniliforme. Journal of Phytopathology, 148, 609-614. TELLO J. C., J. COSTA, A. LACASA, T. CAMPOS, J. GARCÍA. 1978. Enfermedades del pimiento. La verdad (10.2.1978), 30. TELLO J. C. 1984. Enfermedades criptogámicas en hortalizas: observaciones en el litoral mediterráneo español. Comunicaciones INIA. Serie Protección Vegetal, 22, 342 pp. TELLO J. C., A. LACASA, F. VARÉS, A. MIJARES. 1987. Alteraciones radiculares en pimientos y habas de origen no parasitario. Cuadernos de Fitopatología, 10, 38-41.