La climatología dominante nos ha hecho recordar que nuestras producciones agrícolas son hijas suyas. El tórrido Otoño, con un calor en aumento fuera de toda normalidad, ha hecho mella en alguna de nuestras primeras producciones. Las consecuencias han sido duras. ¿Estamos ante un cambio de las condiciones medio ambientales, como vienen repitiendo gente avisada?
Y si no fuera así, ¿a qué es debido esos bruscos cambios a los que asistimos? Las preguntan no nacen hoy y aquí, sino que vienen sucediendo sin que nadie haga mucho caso. Los científicos, los estudiosos y todos aquellos que se preocupan de la evolución de nuestra vida, vienen una y otra vez advirtiéndonos de que estamos jugando con algo que pueda estar, y está, fuera de nuestro control.
Las consecuencias en las producciones agrícolas han sido demostrativas de ese cierto cambio de nuestro desenfrenado modo de vivir, sin reparar en que todo lo que vamos disfrutando puede convertirse en algo perjudicial y dañino, no ya solamente para éstas o aquellas producciones agrícolas, sino para el propio ser humano.
Pero, ¿cuál es el límite al que podemos llegar? ¿Lo sabe alguien?. Desde la fusión del átomo, lo que hizo pensarlo bastante tiempo, usándolo en la tremenda guerra mundial, hemos partido del mismo para alumbrar nuevos descubrimientos que usamos en nuestra comodidad, quizá sin freno, pero que a la vez, van produciendo una acumulación que tuerce la vida normal. Y ello es como un aviso de que posiblemente hemos sobrepasado el límite que la Naturaleza tiene en su evolución.
¿Es Kyoto una advertencia a la que no hemos prestado atención, y a la que políticos pensando en su gloria le hacen burlas?. Es lógico que se piense que hemos de bajar a la tierra. Porque es innegable que nos hallamos en un cierto cambio que se refleja en las producciones de siempre, y a las que la climatología les han prestado su valor. El ir a más siempre en la construcciones de nuevas formas de vida, puede tener resultados que quizá no hayan sido previstos.
Y ello puede darnos la respuesta en forma ignorada y, por ello mismo, difícil de enfrentar. Y la agricultura sempiterna nos lo advierte en sus cambios, daños, variaciones de evolución, entrada en su ciclo normal por conocido de siempre. Lo sucedido este Otoño con lo señalado y sus consecuencias conocidas, ¿no pueden ser un aviso que, al menos, hemos de tener en cuenta?
De otra parte, estamos viendo como aumenta la demanda de productos ecológicos. Porque ya hace un tiempo que finalizó la necesidad de producción masiva que llevó la misma a su mayor cantidad. Era una exigencia de las consecuencias de la guerra mundial. La dicha producción exenta al máximo de toda clase de productos químicos con tal objeto es real. Pero existen plagas nocivas en la agricultura que es menester mantener dentro de unas coordenadas que tengan en cuenta el destino de lo que se produce. Es este el objetivo de la Producción Integrada que controla aspectos de una producción que elimina y cuida tanto el producto como la erosión de la propia tierra.
Así, la búsqueda de lo más natural tiene su punto. La agricultura es hija del clima. Si éste cambia tiene sus consecuencias en toda su extensión. Y ello lo hemos visto esta campaña en una acentuación del calor hasta llegar en Otoño a una gran dureza que ahora ha dado paso a un invierno de una rigor nada normal. Puede decirse que es espontáneo tanto el uno como el otro. Y de ello tenemos pruebas en la salida de la flor del almendro y su desaparición actual. ¿Estamos ante un nuevo modo de cultivar en relación con los cambios que se ven?