Un estudio ha confirmado la presencia en Castilla-La Mancha y Extremadura del psílido del pistacho, Agonoscena pistaciae, plaga grave de este cultivo en Oriente Medio y el Mediterráneo oriental. Por el momento, en la península no supone un problema fitosanitario importante, aunque los investigadores recomiendan el seguimiento de las poblaciones detectadas.
La especie ha sido identificada en catorce municipios: Ciudad Real, Campo de Criptana, Almagro–Miguelturra, Calzada de Calatrava, Chaparrillo, Porzuna, Santa Cruz de Mudela, Valdepeñas y Villarrubia de los Ojos, en la provincia de Ciudad Real; Villamayor de Santiago (Cuenca); Villacañas y Viso de San Juan (Toledo); Esparragosa de Lares (Badajoz); y Jaraicejo (Cáceres). La mayoría de muestras se tomaron en 2020 y 2021, aunque en algunos casos, como los dos de Extremadura, hay que remontarse a 2011 y 2012.
Los autores de este trabajo, Sara Rodrigo-Gómez, de la Delegación Provincial de Ciudad Real de la Consejería de Agricultura, Agua y Desarrollo Rural de la Junta de Castilla–La Mancha, y Daniel Burckhardt, del Museo de Historia Natural de Basilea (Suiza), destacan que en las plantaciones de pistacho del centro peninsular este insecto se ha detectado únicamente en Pistacia terebinthus (utilizado como portainjertos), mientras que solo se han encontrado individuos de manera aislada en Pistacia vera (pistacho) una vez injertadas. En el Medio Oriente, sin embargo, esta plaga siente predilección por este cultivo. “Es llamativo ver a una especie que representa un verdadero problema en las plantaciones de P. vera de otros países productores, pasar prácticamente desapercibida en las plantaciones nacionales. La causa por la cual el insecto no se alimenta de las hojas de P. vera y permanece en el portainjertos sin afectar a la variedad es una incógnita por el momento. En las plantaciones donde sí se han encontrado psilas en niveles de plaga, la explosión poblacional, desde nuestro punto de vista, podría achacarse a causas nutricionales, climáticas o relacionadas con el desequilibrio del ecosistema, ya que se ha detectado un rico complejo de enemigos naturales de esta especie en determinadas localizaciones”, comenta Rodrigo-Gómez.
El ciclo de este hemíptero en las plantaciones empieza cuando los ejemplares invernantes salen de sus refugios, en las yemas hinchadas comienzan a poner huevos, de los que salen los primeros ejemplares inmaduros en paralelo a la brotación. Desde ese momento y hasta septiembre se irán sucediendo generaciones, hasta llegar a un máximo de nivel poblacional que puede coincidir con la época del injerto y provocar que disminuya el éxito de los prendimientos. Otros síntomas incluyen la presencia de melaza, lo que puede favorecer los problemas fúngicos, el decaimiento general y la muerte en plantas jóvenes, con un elevado nivel de infestación. En la literatura científica y las fuentes de Internet, A. pistaciae a menudo se confunde con otras especies morfológicamente similares, como A. succincta y A. targionii. En este estudio también se enumeran e ilustran los caracteres morfológicos de estas especies para facilitar su identificación.
Los autores reconocen que el descubrimiento de A. pistaciae en España es “inesperado” y se plantean si había pasado desapercibido hasta ahora o, por el contrario, su introducción es reciente. Esta última hipótesis es más probable, ya que el cultivo de pistacho en la península empezó hace menos de cuatro décadas, y los autores creen que se ha propagado junto a material vegetal. “La primera se planteó por el hecho de encontrar individuos de esta especie al muestrear cornicabras silvestres alejadas de plantaciones comerciales”, explica la investigadora, que para prevenir problemas futuros más graves, “como los que ya ocurren en otros países productores de pistacho”, considera “clave” la monitorización de las poblaciones de A. pistaciae, su correcta identificación y continuar investigando sobre su biología y control.