Un grupo de expertos, liderado por la investigadora Mónica Carvajal, del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), ha propuesto un sistema de vigilancia global para fortalecer e interconectar los sistemas de bioseguridad de los cultivos y mejorar la seguridad alimentaria mundial. Actualmente, más del 20% de los cinco cultivos básicos que proporcionan la mitad de la ingesta calórica del planeta se pierden por enfermedades y plagas agrícolas.
Ante la evidencia de que el cambio climático y el comercio global impulsan la propagación, la emergencia y el resurgimiento de plagas agrícolas, enfermedades vegetales y malas hierbas, y la acción de contención a menudo es ineficiente, especialmente en los países menos desarrollados, este equipo de expertos ha reclamado un sistema global de vigilancia (GSS, por sus singlas en inglés) en un artículo publicado recientemente en la revista Science. “Como parte de los esfuerzos para satisfacer la demanda mundial de alimentos, lo que podría significar aumentar la producción agrícola hasta en un 70% para 2050, necesitamos un SGS para reducir los alimentos perdidos por las plagas”, afirma la autora principal. “Se necesita mucha colaboración y discusión para tomar medidas rápidamente y evitar brotes que podrían afectar negativamente la seguridad alimentaria y el comercio”.
Esta propuesta es el resultado de una reunión científica convocada por el CIAT y celebrada en 2018 en el Centro Bellagio de la Fundación Rockefeller en Italia. Los autores esperan que el marco GSS que proponen gane impulso en 2020, designado como Año Internacional de la Sanidad Vegetal por las Naciones Unidas. El sistema daría prioridad a seis cultivos alimentarios principales (maíz, papa, mandioca, arroz, frijoles y trigo), así como a otros cultivos alimentarios y comerciales importantes que se intercambian a través de las fronteras.
El artículo está inspirado en brotes epidémicos recientes, como la enfermedad del mosaico de la yuca (CMD) en Camboya, que se detectó en 2015 pero los hallazgos no se informaron hasta un año después. En 2018, la enfermedad se había extendido a Tailandia y Vietnam, y ahora se estima que está presente en el 10% de las superficies cultivadas en la región y supone una amenaza para millones de pequeños agricultores que cultivan yuca y generan 4.000 millones de dólares en ingresos por exportaciones. Este año, las autoridades agrícolas de cuatro países (Camboya, Tailandia, Vietnam y la República Democrática Popular Lao), apoyadas por organizaciones de investigación como el CIAT, publicaron un plan de control de emergencia para la CMD en el sudeste asiático.
Carvajal, que estudió este brote después de su informe inicial, dice que un GSS ayudaría a acelerar la acción para futuros brotes. “La pregunta que hice fue por qué tarda tanto en responder a las enfermedades de los cultivos en algunos casos. ¿Cuál es la limitación para responder más rápido desde el principio?”. La propuesta de GSS se basa también en las lecciones aprendidas del brote de trigo que golpeó a Bangladesh en 2016 y al brote de Xylella fastidiosa que comenzó a afectar a los olivos en Europa en 2013.
El GSS se centraría en reforzar el personal de vigilancia activa y vigilancia pasiva de las redes que se encuentran en la vanguardia de los brotes de enfermedades. La primera consiste en laboratorios en las estaciones de inspección agrícola, e inspectores de aduanas y fitosanitarios en las fronteras y puertos de entrada. A pesar de su infraestructura formal, solo entre el 2% y 6% de la carga se puede analizar de manera efectiva. La vigilancia pasiva incluye redes sueltas de agricultores, trabajadores de extensión con organizaciones agrícolas nacionales, científicos y agrónomos en centros de investigación y universidades, así como especialistas en industrias agrícolas. “Para que esta infraestructura sea efectiva, se deben mejorar las conexiones entre los primeros detectores y los servicios de respuesta posteriores y se deben coordinar las acciones”, afirman los autores de la propuesta. “Pero la capacidad de diagnóstico, el intercambio de información y los protocolos de comunicación faltan o están poco establecidos en algunas regiones, especialmente en los países de bajos ingresos. Nuestra reflexión sobre muchos brotes de enfermedades es que, ya sea en países de ingresos altos o bajos, la infraestructura de vigilancia pasiva tiene la mayoría de los ojos de monitoreo en el campo, pero hay una falta de coordinación ente lo local y lo global”.
El GSS aprovecharía la tecnología de vanguardia para el diagnóstico rápido de enfermedades y las redes de comunicaciones, incluidas las redes sociales, para compartir información rápidamente. El sistema tendría centros regionales y consistiría en cinco redes globales formales. Estos incluirían una red de laboratorio de diagnóstico, una red de evaluación de riesgos, una red de gestión de datos, una red de gestión operativa y una red de comunicaciones.
“Nuestro equipo se dio cuenta de que hay un gran problema con la comunicación, incluso cuando hablamos el mismo idioma y usamos las mismas tecnologías”, sostiene Carvajal. “Uno de los componentes más relevantes es la red de comunicaciones”.
El equipo de GSS espera contribuir a los esfuerzos futuros para fortalecer los sistemas de respuesta de brotes de plagas dentro del Marco Estratégico 2020-2030 de la Convención Internacional de Protección Fitosanitaria (CIPF). Los autores exhortan “a los ministros de agricultura del G20, al Grupo del Banco Mundial y a la FAO, entre otros, a unir esfuerzos para mejorar la cooperación” en la elaboración de un plan de acción plurianual para el SGS propuesto en aras de reducir más efectivamente el impacto de las enfermedades de los cultivos y aumentar la seguridad alimentaria global.