La pasada edición de Phytoma Meets puso de relieve el papel que los bioestimulantes pueden jugar en una agricultura cada vez más sometida a las altas temperaturas y a la escasez prolongada de agua. Bioestimulantes: herramientas para una agricultura sostenible, organizada en colaboración con AEFA, la Asociación Española de Fabricantes de Agronutrientes, y el Centro de Biotecnología y Genómica de Plantas, centro mixto entre la Universidad Politécnica de Madrid y el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria del CSIC (INIA/CSIC), tendrá una segunda edición, el próximo 21 de marzo.
Los bioestimulantes se han convertido en productos imprescindibles para garantizar un correcto equilibrio entre productividad y sostenibilidad. Sus propiedades, desarrolladas para necesidades específicas de los cultivos, y su capacidad para aumentar la eficiencia en el uso de nutrientes y la reducción en el uso de fertilizantes convencionales han favorecido su implantación definitiva en el mercado. Para conocer mejor los efectos de estas soluciones, Phytoma reunió a destacados referentes de la investigación para presentar los últimos avances en este campo.
En la presentación de la jornada, Camino García Martínez de Morentin, directora general de AEFA, destacó el trabajo que está desarrollando la industria nacional en el sector de bioestimulantes: “Queremos dar visibilidad a todo el trabajo, investigación y tecnología que hay detrás de estos productos. Para 2030 se han impuesto una serie de limitaciones para fitosanitarios y fertilizantes muy estrictas, y si no se acompañan de otro tipo de soluciones y medidas, van a influir de una manera muy significativa en la producción agrícola. Necesitamos alternativas, y para ello contamos con los bioestimulantes”.
AEFA, fundada en 1997, cuenta actualmente con 60 empresas asociadas, que generan 3.000 puestos de trabajo relacionados con agronutricionales y bioestimulantes, y de media invierten en investigación entre el 5% y el 10% de su facturación. Para la directora general de la asociación, los bioestimulantes son la clave para garantizar la rentabilidad y la sostenibilidad de la agricultura: “La investigación ha avanzado tanto en los últimos años que podemos conocer las reacciones, tanto fisiológicas como químicas, y la respuesta de las plantas a una cantidad de compuestos enorme; sabemos los efectos que tienen muchas sustancias, cómo interaccionan y qué usos tienen en las plantas la aplicación de ciertos microorganismos. Aprovechemos todos estos recursos”.
Antonio Molina, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en el Departamento de Biotecnología-Biología Vegetal de la UPM, habló de los bioestimulantes en la fisiología de los cultivos y la agricultura sostenible. La actividad de investigación de su laboratorio se centra en el estudio de la inmunidad vegetal y sus funciones en la resistencia de las plantas a hongos necrótrofos. En los últimos años ha iniciado el estudio y caracterización del papel de la pared celular vegetal en la regulación de la inmunidad innata vegetal y en la resistencia de las plantas a diferentes tipos de estreses (bióticos y abióticos).
Molina, que ha desarrollado una intensa actividad de innovación y transferencia tecnológica en colaboración con empresas nacionales e internacionales, repasó el desarrollo tecnológico de la molécula, cuya duración se puede prolongar dos años, entre la identificación de la biomolécula, los ensayos en invernaderos, en condiciones más o menos controladas, y los ensayo en campo, en al menos dos campañas, para lo que es necesario que la molécula ya esté formulada. El resto del desarrollo del producto hasta que llega al mercado, “variables que los investigadores no podemos controlar”, suponen tres o cuatro años más. “No es posible poner un bioestimulante en el mercado en menos de tres años; es absolutamente inviable”, aseguró Molina, que reclama una mayor agilidad en los trámites regulatorios. “Tenemos tecnologías muy potentes, pero también necesitamos cauces de registro muy rápidos”.
No es posible poner un bioestimulante en el mercado en menos de tres años
Juan Carlos del Pozo, profesor de investigación del INIA/CSIC, presentó los nuevos abordajes biotecnológicos que mejoran el rendimiento de las plantas en condiciones de baja fertilización o suelos pobres en fosfato, así como el incremento de la tolerancia de las plantas al calor. “El estrés térmico afecta a la expresión de los genes relacionados con el fósforo, así como a la acumulación de fósforo en las plantas. Sin embargo, se desconoce cómo las altas temperaturas limitan la nutrición a nivel molecular y fisiológico”, explicó Pozo, que ha desarrollado una tecnología, denominada TGRooZ (Gradiente de Temperatura en la Zona Radicular), que permite generar un gradiente de temperatura similar al que se encuentra en el suelo natural, pero en un ecosistema cerrado, como un invernadero.
Rafael Catalá, científico titular en el Dpto de Biotecnología Microbiana y de Plantas del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas-CSIC, habló sobre la molécula TMAO, un bioestimulante capaz de aumentar la tolerancia de las plantas al frío, la sequía y la alta salinidad en el suelo. “El TMAO es un osmolito descubierto en animales que les protege frente a estreses como la congelación o el estrés osmótico. En plantas, parece tener una función similar protegiendo la estructura de las proteínas y los procesos fisiológicos en los que participan frente al estrés. De hecho, nuestros datos han revelado que plantas tratadas con TMAO ven incrementada su tolerancia al frío, a la sequía y la alta salinidad en el suelo. Estos resultados apoyan al TMAO como una herramienta biotecnológica muy prometedora para aumentar la producción agrícola en condiciones ambientales adversas”, subrayó Catalá. Los resultados de su investigación propiciaron la patente de un producto basado en este metabolito que ya está disponible en el mercado.
Por último, Claudia Monllor, Plant Health Product Manager en FMC Agricultural Solutions, presentó el proyecto Huella Hídrica, que busca implementar una nueva metodología desarrollada por la Cátedra de FMC que, combinando bioestimulación dirigida y riego restrictivo controlado, consigue ahorros considerables tanto en agua como en fertilización. Monllor presentó Seamac® OR, un nuevo bioestimulante a base de algas tropicales rojas (kappaphycus alvarezii) cuyo uso permite que la planta reaccione mejor a una condición de estrés hídrico inducido, y obtenga una mayor superficie foliar y un aumento significativo de la actividad fotosintética.