Un estudio del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), la Universitat Politècnica de València y la Universidad de Wageningen (Países Bajos) demuestra que los parasitoides utilizan el rastro que dejan las hormigas para detectar su presencia y evitar ser atacados por ellas.
Las hormigas se alimentan de la melaza excretada por hemípteros como pulgones, cochinillas o moscas blancas, y a cambio protegen a estos insectos de los agentes de control biológico que controlan sus poblaciones, como los parasitoides. En esta relación mutualista, las hormigas atacan y llegan a matar a los parasitoides para defender a los hemípteros productores de melaza, lo que afecta al control biológico de plagas. “Nuestro trabajo va un paso más allá y demuestra que los parasitoides son capaces de evitar los ataques de hormigas detectando su presencia en las colonias de hemípteros, incluso cuando las hormigas no se encuentran en la colonia”, destaca Alejandro Tena, investigador del IVIA. De esta forma, evitan los ataques de las hormigas, pero dejan de parasitar las colonias de hemípteros en las que hay o ha habido hormigas.
“Los parasitoides detectan los hidrocarburos cuticulares que las hormigas depositan pasivamente cuando buscan las colonias de hemípteros que producen melaza, de la cual se alimentan”, explican Sandra Vacas y Vicente Navarro, del Instituto Agroforestal Mediterráneo de la Universitat Politècnica de València. Utilizando unos pequeños puentes artificiales por los que pasan las hormigas en busca de alimento, estos investigadores han sido capaces de obtener e identificar los rastros que dejan las hormigas y que utilizan los parasitoides para detectar su presencia. El trabajo ha sido publicado por la prestigiosa revista Proceedings of the Royal Society B', que edita la Royal Society.
Los investigadores anticipan que esta capacidad de los parasitoides para evitar el ataque de las hormigas podría ser generalizado y tener implicaciones en numerosos ecosistemas, ya que las hormigas protegen las colonias de hemípteros en prácticamente todos los cultivos agrarios y forestales. En concreto, para este ensayo se han utilizado parasitoides del género Anagyrus, principal agente de control biológico de las cochinillas algodonosas o cotonets, que actualmente afectan a los cítricos y caquis valencianos.
En el trabajo, por parte de la Universidad de Wageningen, han participado el Prof. Marcel Dicke y el estudiante de doctorado Angelos Mouratidis, quien realizó una estancia en el IVIA durante la que realizó parte de los ensayos que han dado lugar a esta publicación. El estudio ha estado financiado por un proyecto INIA (RTA2017-00095), coordinado por Alejandro Tena.