El incremento progresivo de capturas de la mosca oriental de la fruta (Bactrocera dorsalis) el año pasado ha llevado a las autoridades italianas a reconocer que se trata de un foco, no de interceptaciones ocasionales, y a establecer una zona demarcada en el sur del país para contener la expansión de esta plaga polífaga y considerada prioritaria por la Unión Europea.
En abril de 2018 se detectó por primera vez la presencia de este díptero en las provincias de Salerno y Nápoles. Hasta el verano pasado, las prospecciones realizadas se concretaron en una serie de capturas aisladas. Además, se produjeron detecciones ocasionales en Francia. Sin embargo, a partir de septiembre aumentó progresivamente el número de capturas en la región de Campania. Durante el año pasado, se instalaron alrededor de noventa trampas cebadas con un atrayente específico (metil eugenol) y en junio se capturó un único ejemplar macho de B. dorsalis; en agosto, en otra trampa situada a 1,6 km de la anterior, se capturaron quince machos y tres hembras; en septiembre, 691 adultos (686 machos y cinco hembras) en 36 trampas instaladas en el municipio de Palma Campania; en la primera semana de octubre, 310 adultos (305 machos y cinco hembras), a los que se sumaron dos y cuatro machos capturados en los municipios vecinos de Ottaviano y Nola respectivamente. Experimentos de laboratorio demostraron que algunos adultos habían emergido de frutos recolectados en el suelo dentro de un radio de 10 m de las trampas a principios de septiembre.
Ante este aumento en el número de capturas, Italia ha establecido una zona demarcada y una zona tampón de 7,5 km en torno al foco, que afecta a 55 municipios de las provincias de Nápoles, Salerno y Avellino. Además, ha puesto en marcha un plan de erradicación con medidas como la recolección y destrucción de frutos, la prohibición de sacar los frutos fuera del área afectada, los tratamientos fitosanitarios, la intensificación de las prospecciones con trampas y el análisis de suelos.
B. dorsalis es una especie muy polífaga, que se ha encontrado en más de cuatrocientos tipos de frutas y verduras, entre las que se incluyen albaricoque, aguacate, plátano, cítricos, café, higo, guayaba, níspero, mango, papaya, maracuyá, melocotón, pera, caqui, piña, cereza, tomate, pimiento, berenjena y pepino, entre otros. Se trata de una de las veinte plagas prioritarias de la UE por su impacto económico, social y medioambiental.
Es nativa de Asia tropical, aunque ya se ha establecido por casi todo el continente africano tras la primera detección en 2003, en Kenia. Para evitar el riesgo de introducción de la mosca oriental, Estados Unidos y otros países productores imponen el tratamiento de frío a los frutos importados de países donde la presencia de la plaga está confirmada, tal como hace con otra plaga prioritaria, la falsa polilla (Thaumatotibia leucotreta).
Esta especie se propaga por medios naturales, ya que muchas especies de Bactrocera spp. pueden desplazarse entre 50 y 100 km de distancia, y por el transporte de fruta infectada; así es, probablemente, como se introdujo en Italia en 2018.
Como en el resto de moscas de la fruta, el daño se origina en el fruto a partir de la puesta y el desarrollo larvario. Los frutos atacados presentan signos de picaduras de puesta y, en el caso de frutos con alto contenido en azúcares, alrededor del sitio de puesta se produce una exudación de azúcares líquidos que generalmente solidifican. Los daños causados por B. dorsalis son producidos por la ovoposición en el fruto, por la alimentación de la larva y por la descomposición de los tejidos de la planta por microorganismos secundarios.
La mosca oriental pertenece a la familia de los tefrítidos, a la que también pertenece Ceratitis capitata, que es endémica en las zonas citrícolas españolas. El Comité de Gestión de Cítricos advierte de que “la coexistencia de ambas agravaría los problemas de resistencias que ya se dan con los pocos fitosanitarios autorizados, dispararía el gasto en tratamientos, obligaría a investigar y diseñar una lucha biológica distinta a la ya implementada para C. capitata, basada en la suelta de machos estériles y el uso de feronomonas, y podría provocar nuevas restricciones a la exportación”.