Elías Fereres, catedrático emérito de la Universidad de Córdoba e investigador del Instituto de Agricultura Sostenible del CSIC, es uno de los científicos españoles más relevantes a nivel internacional. El primero en el campo de la Ciencia Vegetal y Agronomía, según el portal científico Research.com, gracias a sus amplios conocimientos sobre riego deficitario y la adaptación de las plantas a la escasez de agua.
Resumir la trayectoria de Elías Fereres Castiel (Larache, Marruecos, 1946) resulta complicado. No se puede dejar de mencionar su estancia como profesor en la Universidad de California, de 1976 a 1982, o su vuelta a España a ocupar la Cátedra de Producción Vegetal de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de la Universidad de Córdoba. Tampoco se puede obviar su papel esencial en la gestión de la investigación española, primero como coordinador de la Comisión de Ciencias Agrarias (1983-1985) y director de Programas Especiales de la Comisión Asesora de Investigación Científica y Técnica (1985-1987); posteriormente, como presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), cargo que desempeñará un año, hasta que en 1992 pasa a ocupar la Secretaría de Estado de Universidades e Investigación del Ministerio de Educación y Ciencia, donde permanece hasta 1994.
Sus trabajos de investigación se centran en la ciencia e ingeniería del agua con relación a la agricultura y al ambiente. La adaptación de las plantas a la sequía, la conservación de agua y del suelo, la optimización de una cantidad limitada de agua de riego, el manejo sostenible de los recursos naturales, los modelos de programación de riegos, el riego deficitario y la eficiencia en el uso del agua en sistemas agrícolas protagonizan los más de 180 artículos publicados en revistas internacionales y capítulos de libros. Un bajage que le ha servido para aparecer en el 40º puesto del ranking mundial elaborado por el portal Research.com.
¿Cómo sienta aparecer como el científico español más importante en el campo de la Ciencia Vegetal y Agronomía, según la clasificación elaborada por Research.com?
Es halagador pero nunca he sido muy partidario de los rankings. La mayoría de los científicos no lo son, pero estamos en una época donde los datos son la base de mucha actividad y se les intenta sacar partido. Aunque siempre significa un reconocimiento de tu labor, conozco científicos que han hecho extraordinarias aportaciones y también tendrían que estar en esta lista.
Según esta clasificación, además por sus trabajos sobre el riego deficitario para reducir el uso agrícola del agua, es muy citado por AquaCrop, un modelo de simulación de crecimiento de los cultivos desarrollado por la FAO. ¿En qué consiste esta herramienta?
En la FAO siempre hubo mucho interés en predecir la producción como respuesta a la cantidad de agua utilizada. Se venía estudiando desde los años 60, pero con experimentos empíricos. A finales del siglo pasado, la FAO auspició la formación de un grupo de cuatro agrónomos para construir un modelo más mecanístico que predijera la respuesta de los cultivos herbáceos al agua. Invertimos cinco años en la elaboración de ese modelo, que es muy amigable y fácil de usar. Si el usuario conoce la cantidad de agua de riego aplicada, puede obtener una estimación de la producción, aunque sin introducir el impacto de plagas y enfermedades, que es uno de los desafíos de los modelos de futuro.
¿Se está utilizando en la actualidad?
Como lo patrocina la FAO, tiene una red muy extensa de usuarios y es un modelo relativamente simple, pensado más para ser aplicado que para investigación. Es bastante robusto y su base es la relación muy sólida entre el CO2 que entra en los compartimentos de fotosíntesis y el agua que se evapora desde las hojas. El modelo calcula no solamente la producción, sino también el balance de agua del suelo y los riegos necesarios para una determinada producción. Estas aplicaciones han hecho que sea el segundo modelo más citado en las publicaciones internacionales de todos los disponibles en el mundo.
¿Dónde se está utilizando?
Por un lado, en proyectos de ayuda al desarrollo en distintos países, buscando aplicaciones para determinar la brecha del rendimiento, es decir la diferencia entre la producción real y la máxima posible. Permite también determinar si el margen de mejora es mayor o menor, la búsqueda de mejores soluciones agronómicas o de protección de cultivos; identificar, en definitiva, qué factores están limitando la producción real. Es una excelente herramienta de aprendizaje para comprender la función del riego y las limitaciones ambientales que tiene la producción en una zona determinada.
Por otro lado, ha habido intentos bastante sofisticados y bastante simples de aprovechar su uso en el manejo del cultivo, pero estamos aún lejos de que sea una herramienta adaptada y adaptable para la gestión del cultivo a corto plazo. Puede ayudar a la toma de decisiones, pero los modelos actuales no permiten irse de veraneo.
¿Por qué no incorpora el impacto de las plagas y enfermedades?
Por la complejidad de las respuestas e interacciones entre el cultivo y las muy diversas plagas y enfermedades; muchas veces no se conocen bien los mecanismos que afectan al rendimiento. Todavía falta mucho esfuerzo de investigación en ese campo.
En el ámbito de la sanidad vegetal, ¿qué impacto tiene la escasez de agua en la expansión e incidencia de plagas, enfermedades y malas hierbas?
Hace muchos años, se descubrió en California que el impacto de la araña roja (Tetranychus urticae) era mucho mayor en parcelas de almendro con estrés hídrico. Hay otros casos, como hongos de suelo, donde la humedad es el vehículo de infección y en los que un déficit hídrico puede ser más favorable. Es un campo muy interesante, ahora que se está prestando más atención a la biología del suelo, porque la disponibilidad de agua afecta sin duda a la respuesta a muchas enfermedades y plagas.
¿Cuáles son las claves para resolver el problema de la sequía y cómo se podría mantener la misma producción agraria que existe ahora con menos agua?
En el caso de España, creo que la expansión que ha tenido el regadío español en las últimas décadas está llegando a su límite en relación a la disponibilidad de agua. El regadío se ha modernizado en su mayor parte, ya hemos estirado el chicle todo lo que se puede y no podemos reducir más la dotación de riego porque la variabilidad climática es una amenaza. Por un lado, debe haber mayor control para que no se expanda más la superficie cultivada, y por otro, hay que intentar aprovechar mejor el agua donde haya oportunidad. Repito, España ha hecho un avance importante en los últimos treinta años para modernizar regadíos y el margen que queda es estrecho.
¿La solución podría estar en la biotecnología?
La solución que vienen considerando los biotecnológos de que los cultivos utilicen menos agua por unidad de carbono que absorben no ha funcionado hasta ahora, no hay que olvidar que una de las funciones de la transpiración del agua es enfriar el cultivo. Si vamos a temperaturas más altas, será necesario enfriar más los cultivos para que sigan produciendo. No podemos limitar la transpiración sin que haya un impacto en la producción.
Si vamos a temperaturas más altas, será necesario enfriar más los cultivos para que sigan produciendo. No podemos limitar la transpiración sin que haya un impacto en la producción
¿Y cómo pueden contribuir las técnicas de edición genética?
En base a los fundamentos de la vida vegetal terrestre, va a ser muy difícil encontrar una solución para reducir la transpiración, pero las nuevas técnicas pueden ayudar en muchos otros aspectos, como la adaptación al cambio climático. Una posibilidad es manipular la fecha de floración, aplicando un producto que active unos genes que hacen florecer a la planta, para escapar a la sequía. Eso ya no es ciencia-ficción, en eso se está trabajando. Podemos adaptarnos mejor a una situación de incertidumbre que siempre hemos tenido: un clima variable con acontecimientos extremos. Iremos haciendo mejoras incrementales, pero una revolución en el uso del agua en agricultura es imposible en el corto/medio plazo, treinta o cincuenta años.
Hace treinta años, se fundó en Córdoba el Instituto de Agricultura Sostenible del CSIC, del que fue impulsor y primer director.
El núcleo fundador del centro estaba muy ligado al INIA local (actual IFAPA) y a la Escuela de Ingenieros Agrónomos de la Universidad de Córdoba. Hubo una sinergia entre las tres instituciones que le permitió despegar a mucha velocidad. Ese es uno de los secretos por el cual ha tenido una gran influencia en la investigación agraria española, a pesar de sus escasas dimensiones.
¿Cuáles han sido los principales hitos del IAS-CSIC?
En Mejora Genética ha habido bastantes avances, como la creación de un cereal nuevo (Tritordeum) o la producción de trigo sin gluten. También ha habido una labor muy coordinada con las otras instituciones en la mejora de leguminosas.
En Protección de Cultivos, departamento liderado por Rafael Jiménez-Díaz, se han hecho grandes avances en Verticillium, primero en algodón y luego en el olivar. Actualmente, tienen un programa muy vigoroso sobre Xylella, dirigido por Blanca Landa.
En Agronomía, después de estudiar la optimización del riego en cultivos herbáceos y la resistencia a la sequía del girasol, nos hemos centrado en el olivar, donde estudiamos la respuesta al riego deficitario para optimizar cantidades de agua pequeñas pero que pueden ser muy rentables en este cultivo. El riego deficitario también se ha estudiado en otros frutales como el melocotón y los cítricos y sobre todo, en el almendro para conocer cuánta agua requieren los árboles en una plantación intensiva y cómo responde la producción si se les recorta el riego en tiempos de sequía, hasta llegar a niveles que pueden afectar a la supervivencia de las plantaciones.
¿Son realistas los objetivos que plantea la estrategia europea De la granja a la mesa, de reducción del impacto de fitosanitarios y fertilizantes y aumento de producción ecológica?
La agricultura ecológica tendrá siempre un nicho en el sistema productivo europeo y global, pero es arriesgado convertir por decreto en un tiempo limitado la agricultura europea a esa actividad. Nuestra sociedad se sostiene sobre cuatro materiales indispensables: el cemento, el acero, el plástico y el amoniaco, que es la base de los fertilizantes minerales nitrogenados, sin los cuales es imposible alcanzar la producción necesaria para alimentar a las casi 8.000 millones de personas que hay en el mundo. Yo sugeriría mirar lo que ha pasado en Sri Lanka. Su gobierno prohibió hace tres años la importación de abonos fertilizantes minerales, y ahora está importando alimentos. Ello se debe a que la reducción de fertilización mineral indujo una caída de la producción de arroz de más del 35% y del té de más del 50%, porque las hojas requieren nitrógeno para crecer. Pensaron que había suficientes fertilizantes orgánicos en la isla para sostener la producción al nivel en el que estaba. No ha sido así.
Esto no quiere decir que no sea necesario en Europa reducir en muchos casos la aplicación de fertilizantes minerales porque se usan con exceso en muchos sistemas. Pero la raíz, cuando capta una molécula de nitrato, no sabe si viene de la descomposición de materia orgánica o de un fertilizante mineral. No hay manera de distinguirlo. Uno puede ser radical respecto a evitar el uso de productos fitosanitarios de origen sintético, pero es muy difícil aplicar la misma visión al uso de fertilizantes minerales.
Se puede ser radical respecto a evitar el uso de productos fitosanitarios de origen sintético, pero es muy difícil aplicar la misma visión al uso de fertilizantes minerales
¿Aumentar la producción ecológica implica aumentar la superficie agraria?
Claro. En el momento en que el rendimiento es menor, hay que tener más superficie cultivada, y no es la dirección de la intensificación sostenible, que es la base mediante la cual hemos conseguido alimentar a la humanidad hasta ahora, a pesar del extraordinario crecimiento de la población mundial desde 1960.
Durante la década de los 80, participó activamente en la definición del modelo español de ciencia y tecnología. ¿En qué situación se encuentra la ciencia española cuarenta años después?
Producimos muchísimos más papers, somos muchos más investigadores. Hay más grupos y más figuras a nivel internacional. Ha avanzado mucho, como el resto del país, pero muchos investigadores han entrado en la rutina de publicar y no abordan trabajos difíciles, en los que hay gran riesgo de que no haya resultados. El miedo al fracaso es un factor muy limitante para hacer avances importantes en nuestra investigación. Deberíamos asumir más riesgos y abordar problemas de más difícil solución, aunque tengan una probabilidad mayor de fracaso.
La ciencia fundamental está bien establecida en España; es la ciencia aplicada la que tiene que dar el paso adelante. Pero eso requiere también mayor masa crítica, grupos más grandes, una financiación más a largo plazo… Apuestas concretas que en general no se hacen con frecuencia.
Eso depende también de la Administración.
Sí, y la gestión de la ciencia ha tenido las mismas fluctuaciones que el precio del trigo en los últimos treinta años.