Un estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la empresa Tragsa ha analizado la expansión global de la enfermedad de Pierce, causada por la bacteria Xylella fastidiosa y presente en el Mediterráneo desde hace una década. Los investigadores sugieren que el cambio climático puede favorecer su propagación, aunque en las mayores zonas productoras de vino en España no parece una amenaza importante.

Hasta este siglo, la Xylella, responsable de otras muchas enfermedades en numerosos cultivos, se consideraba un patógeno exclusivo de América del Norte. Una situación que cambió con la detección del primer caso en viñedos en Mallorca, hace ocho años, y recientemente en Portugal e Italia. Las cepas infectadas producen pocos frutos y de poca calidad, sus ramas necrosan y caen, llegando a perecer a los pocos años. Un panorama que el cambio climático empeora y por el que el sector vitivinícola está preocupado debido a las pérdidas millonarias que acarrea en cultivos enteros de olivos y almendros, ya que las plantas afectadas han de ser arrancadas de inmediato.

Entre los brotes europeos de la enfermedad de Pierce analizados, con muestras de Italia, Francia, Alemania y España, se ha rastreado el origen de la bacteria hasta California (Estados Unidos). Ahora, en un nuevo trabajo científico que aplica modelos epidemiológicos a la investigación histórica, científicos del Instituto de Física Interdisciplinar y Sistemas Complejos (IFISC-CSIC-UIB), centro mixto del CSIC y la Universitat de les Illes Balears, y Tragsa han querido conocer cómo Europa se libró de la enfermedad hace 150 años.

A mediados del siglo XIX, la exportación de nuevos linajes de parras desde Norteamérica al sur de Francia introdujo múltiples organismos insólitos hasta ese momento en los campos europeos, lo que ocasionó un declive masivo en la industria vitivinícola de la época, debido sobre todo a la plaga de filoxera en la península ibérica, provocada por un pulgón que aniquilaba las planta devorándolas por la raíz. Sin embargo, X. fastidiosa no se propagó por el Mediterráneo en 1875 y no ha habido rastro de la enfermedad de Pierce hasta ahora.

El estudio del CISC predice un aumento muy sustancial del riesgo epidémico en amplias zonas de Italia, el sur de Francia y Portugal, y en mucha menor medida en España

Según las conclusiones de esta investigación, el aumento de las temperaturas provocadas por el cambio climático, muy pronunciadas especialmente a partir de 1990, hace más probable la propagación de la enfermedad de Pierce en zonas que antes no estaban afectadas. El primer autor de este nuevo trabajo, Eduardo Moralejo, de Tragsa, apunta que fue probablemente el clima europeo de la época, de “temperaturas más frescas”, lo que impidió que la Xylella se expandiera por el continente. “El clima fue una barrera natural frente a la enfermedad”, detalla el científico, que en noviembre participó en el tercer Encuentro Phytoma de La Vid y el Vino para presentar este estudio. Allí, detalló que su modelo predice un aumento muy sustancial del riesgo epidémico en amplias zonas de Italia, el sur de Francia y Portugal, y en mucha menor medida en España. “Los recientes brotes en Portugal e Italia coinciden temporal y espacialmente con las predicciones de nuestro modelo, lo que sugiere que las proyecciones son bastante fiables y un motivo de preocupación para la viticultura del sur de Europa”.

En el caso concreto de España, la enfermedad podría tener relevancia en zonas muy concretas, pero, en general, “el aumento de la temperatura provocaría un desplazamiento del riesgo a zonas del Atlántico y Cantábrico, y a mayor altitud”. El riesgo disminuye drásticamente cuando se incluye el principal vector de la bacteria, Philaenus spumarius. “En algunas zonas concretas de Alicante, el norte de Cataluña, área del Estrecho, Canarias, Sierra de Huelva y la provincia de Cáceres, la enfermedad de Pierce podría establecerse, sin causar daños graves de momento”, afirma Moralejo, y no parece ser “una amenaza importante” para las mayores zonas productoras de vino en España, como La Rioja, Ribera del Duero y La Mancha.

El investigador del IFISC-UIB-CSIC y coautor del análisis, Àlex Giménez-Romero, sostiene que existen pocos ejemplos documentados que concreten los procesos por los que “se paraliza o propaga una enfermedad a nivel geográfico”. De ahí la necesidad de aplicar modelos matemáticos que aúnen historia, estadística y genética de plantas para explicar por qué, en un momento donde la enfermedad de Pierce ya era un problema en EE UU hacia finales del s. XIX, Europa permaneció al margen. Los viñedos europeos esquivaron esa pandemia gracias a sus “condiciones climáticas, la mayoría por debajo del umbral necesario para desarrollar la enfermedad”. Una conclusión a la que llegan gracias a su enfoque desde la epidemiología y ecología que analiza el desarrollo del patógeno a lo largo de 150 años.

Por este motivo, Giménez-Romero insiste en que la industria vitivinícola y las autoridades deben “conocer el fenómeno” de la enfermedad de Pierce y ser conscientes de que “Europa se enfrenta a un riesgo inminente de epidemias, especialmente en las regiones del sur”.

Este estudio, publicado originalmente en la revista científica especializada Proceedings of the Royal Society B, ha sido nombrado recientemente como “lo más destacado en investigación de la literatura científica” de otras cabeceras por la prestigiosa revista Science.

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