La presencia en Huesca y Lleida de Amaranthus palmeri, una de las especies invasoras más peligrosas por su alta capacidad competitiva y posibilidad de desarrollar biotipos con resistencia a distintos herbicidas, constituye una seria amenaza para el cultivo de maíz.
El número de localidades y campos afectados por esta mala hierba invasora no ha parado crecer en la zona limítrofe entre ambas provincias en los últimos años. Cataluña contabilizó el año pasado más de 200 ha de maíz afectadas, mientras que en Aragón se ha localizado la presencia de esta especie en 185 campos, equivalente a un 12% de las parcelas de maíz prospectadas. Esta situación ha obligado a los Servicios de Sanidad Vegetal de ambas comunidades a plantear medidas legislativas y recomendaciones para su contención y control. En septiembre, Cataluña publicó una orden por la que declaraba la existencia de Amaranthus palmeri y calificaba de utilidad pública la lucha contra ella. Entre otras medidas, prohíbe a los productores afectados sembrar maíz durante tres o cuatro años.
Esta especie, originaria de la zona meridional de Estados Unidos y el norte de México, puede llegar a desarrollar biotipos con resistencias a herbicidas como terbutilazina, mesotriona, herbicidas inhibidores de la enzima ALS (acetolactato-sintasa) y glifosato. “La aparición de esta especie constituye uno de los casos más problemáticos, acaecidos en Cataluña, de especies vegetales invasoras de sistemas agrícolas”, asegura Jordi Recasens, profesor de Botánica Agrícola y Malherbología de la Universidad de Lleida, que firma un artículo al respecto en el próximo número de la revista Phytoma (320, junio-julio de 2020).
El noroeste peninsular no es el único punto de España donde se ha encontrado esta especie: en otoño de 2019 se observó en campos de maíz de Torrefresneda (Badajoz). “Este hecho parece confirmar que estamos ante un proceso de introducción simultánea y continuada de esta mala hierba”, señala Recasens, que apunta a la contaminación de grano importado destinado a fabricar harinas para piensos o la importación directa de harina contaminada como la causa más factible de su propagación. “Aunque no existe certeza absoluta sobre ello”, la infestación de los campos podría estar relacionada con la pérdida de semillas durante el transporte y colonización inicial de cunetas y linderos, o bien con la deyección directa de purín o estiércol con semillas de la mala hierba.
“Los precedentes registrados en otros países acerca de su problemática obligan a estar en máxima alerta, intentando llevar a cabo eficaces medidas de contención y control. Este caso evidencia la necesidad de incluir a las malas hierbas como agentes nocivos de la sanidad vegetal, al igual que plagas y enfermedades, y la necesidad de una similar regulación administrativa del material vegetal objeto de importación”, reivindica Recasens, que ha participado en un Phytoma Meet sobre A. palmeri junto a Josep Maria Llenes, del Servicio de Sanidad Vegetal catalán, y Ana Isabel Marí, del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón.