Los que en los años cincuenta éramos niños creíamos que los Reyes Magos nos traían regalos, pero todos temíamos que nos tocara el del rey Baltasar, porque lo que él nos regalaba era carbón, consecuencia de haber sido unos “trastos” a lo largo del año, aunque bien es verdad que ese carbón era realmente un dulce grande pintado de negro.
A medida que fuimos creciendo dejamos de creer en aquella mentirijilla, pero la verdad es que hasta hoy mismo no hemos dejado de escuchar mentiras gordísimas. Ahora, de todas partes nos llegan informaciones asegurando, con razones ‘científicas’, que los agroquímicos matan, los fitosanitarios eliminan a los parásitos útiles, la agricultura destruye el planeta y, como solución: todos seríamos felices si volviéramos al tiempo de los neandertales.
Y con tanta maldad como parece que derrochamos los que nos dedicamos a esto de la agricultura, los Reyes Magos no nos pueden traer otra cosa que carbón. Pero igual que aquel carbón que el rey Baltasar nos dejaba a los niños traviesos de los cincuenta, el de este año parece mucho más que una golosina.