Las nuevas técnicas de edición genética se erigen en la gran esperanza de la sanidad vegetal ante el incremento de los problemas fitosanitarios y la disminución de las herramientas disponibles. Sin embargo, la Comisión Europea, la Eurocámara y el Consejo Europeo todavía no han conseguido sacar adelante el reglamento que debe facilitar el uso de técnicas como la mutagénesis dirigida y la cisgénesis, cruciales para poder desarrollar variedades más resistentes a estreses abióticos, como la sequía o las altas temperaturas, y a las plagas y enfermedades.

Las plantas desarrolladas con nuevas técnicas genómicas (NGT, por sus siglas en inglés) necesitan menos fertilizantes y fitosanitarios y pueden garantizar un mayor rendimiento. En la mayoría de los casos, dan lugar a cambios más específicos, precisos y más rápidos que las técnicas convencionales, al tiempo que se obtiene un cultivo que es igual al que podría haberse logrado con técnicas clásicas, como la selección y el cruce de semillas.

Mientras otros países aprovechan las ventajas que ofrece la edición genética, las NGT encallan en Europa, que ha configurado un nuevo Parlamento con la asignatura pendiente de desbloquear la aprobación del nuevo reglamento, que lo desligue definitivamente de los organismos modificados genéticamente, los transgénicos.

Tras varios años de trabajo, la Comisión presentó el 7 de julio de 2023 su propuesta legislativa, que establecía dos categorías: los vegetales obtenidos mediante NTG comparables a los vegetales convencionales o que pueden surgir de forma natural, y vegetales obtenidos mediante NTG con modificaciones más complejas, con requisitos más estrictos para poder salir al mercado. Además, dejaba fuera de la producción ecológica a las plantas obtenidas mediante mutagénesis dirigida y cisgénesis.

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