Los periódicos dedicados a información agrícola nos acaban de explicar la eficacia de las cubiertas vegetales en el cultivo del olivar, una técnica que con toda seguridad va a incidir muy positivamente en la cantidad y calidad de las cosechas obtenidas. Pero es incuestionable que ella va a provocar un cambio en la microfauna y microflora del suelo, y ello nos obliga a estar muy atentos a los resultados negativos que esa mejora pudiera tener en la salud de los olivos.

La historia nos enseña que cuando se implanta un cultivo, se aumenta su extensión o se modifica su fitotecnia, aparece una plaga, y esa es la razón de que la Sanidad vegetal naciera a la par que la agricultura. Los hombres primitivos descubrieron que si sembraban las semillas recogidas de plantas nacidas espontáneamente aumentaban sus fuentes de alimentación, pero para que ellas pudieran ser viables tenían que ser conservadas en recipientes a salvo de roedores, insectos y humedades propiciadoras de saprofitos, al menos durante el tiempo que mediaba entre recolección y siembra, protección que fue proporcionada por vasijas de cerámica, primera técnica con la que se inauguró el empleo de procedimientos mecánicos contra los parásitos de vegetales. Los procedimientos fitoterapéuticos contra plagas han variado desde aquellos primeros descubrimientos, y la historia nos enseña que sin Sanidad vegetal es imposible la agricultura, sin la cual, a su vez, la humanidad no sobreviviría. Pero frente a esta evidencia, actualmente existen corrientes de opinión que afirman que la Naturaleza es sabia, y que la agricultura se puede desarrollar por sí sola o, lo que es peor aún, que la humanidad puede prescindir de la agricultura y vivir “feliz” como los cromañones.

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