La tuberculosis o verrugas del olivo, causada por la bacteria Pseudomonas savastanoi pv. savastanoi, es una enfermedad emergente en olivares intensivos y superintensivos o en seto, debido principalmente al incremento de heridas en las ramas propiciado por estos nuevos sistemas de cultivo. Las dificultades surgidas para el control de la enfermedad en estos sistemas de cultivo hacen necesario el uso de cultivares resistentes o tolerantes a la tuberculosis, pero la información disponible sobre resistencia o tolerancia a la enfermedad, aunque abundante, presenta numerosas lagunas y confusiones. En este trabajo se hace una revisión crítica del estado actual del conocimiento sobre resistencia genética a la tuberculosis y se discuten las perspectivas futuras del uso de variedades y nuevos genotipos de olivo resistentes a esta enfermedad.
La tuberculosis o verrugas del olivo, causada por la bacteria Pseudomonas savastanoi pv. savastanoi (en adelante Psv), es la enfermedad del olivo conocida desde más antiguo y también la más estudiada, habiéndose extendido por todas las zonas olivareras del mundo a través el material vegetal de olivo asintomático pero portador de la bacteria. Los daños causados por la enfermedad varían notablemente en función del nivel de infección, pudiendo ocasionar graves pérdidas en cantidad y calidad de la cosecha, comprometiendo la capacidad productiva y la vida de los olivos (Trapero y col., 2017b).
La bacteria causante de la tuberculosis del olivo se considera una variante patogénica o patovar (pv.) de la especie P. savastanoi, que afecta además de olivo a otras oleáceas, como aligustre, fresno y jazmín, y a especies de otras familias botánicas, como adelfa, granado y mirto (Ramos y col., 2012; Bozkurt y col., 2014). Aunque el diagnóstico de la enfermedad no presenta dificultades debido a sus síntomas característicos (Figura 1), la detección y cuantificación de la bacteria en los tejidos de olivo, requieren la utilización de técnicas microbiológicas (Surico y Marchi, 2011), o bien de técnicas moleculares, como la PCR anidada (Bertolini y col., 2003), que es el método más utilizado actualmente. La bacteria sobrevive en los tumores y, en presencia de agua libre, produce exudados que son dispersados por la lluvia, originando una fase epífita, por lo que puede vivir y multiplicarse sin causar infección (Figura 2). Los máximos de esta población se alcanzan en primavera y otoño. Para poder infectar y causar tumores en los tejidos de olivo se requiere la existencia de heridas, aunque la infección puede permanecer latente durante un período variable en función de las condiciones ambientales, sobre todo de la temperatura (Quesada y col., 2012; Trapero y col., 2017b; Nguyen y col., 2018b). Estas heridas pueden ser causadas por factores naturales (heladas, granizo, daños de insectos o enfermedades), o bien por la actividad humana (poda, recolección).