El almendro es un cultivo seriamente amenazado a nivel mundial por el aumento progresivo de las enfermedades de la madera. Entre ellas, destacan las ocasionadas por los hongos de la familia Botryosphaeriaceae. Estos hongos son cosmopolitas y pueden infectar a un gran número de cultivos leñosos de gran importancia económica como la vid, el olivo, el arándano, los frutales de hueso y pepita, los cítricos, el aguacate, el mango, el pistacho, el nogal y el almendro (Guarnaccia y col., 2023), así como a especies forestales (pino, roble, eucalipto, alcornoque, encina) (Batista y col., 2020; Bustamante y col., 2023), especies ornamentales (hiedra, ficus, cedros y cipreses) e, incluso, a especies no leñosas como la fresa. Son hongos generalmente aéreos, aunque existen algunas especies que habitan en el suelo, como la especie Macrophomina phaseolina. El uso de estrategias basadas en control biológico se presenta como una de las alternativas de control más prometedoras y sostenibles, aunque su potencial no ha sido aún suficientemente explorado.

Los hongos de la familia Botryosphaeriaceae se consideran hongos endófitos que producen infecciones latentes que tornan a patogénicas cuando la planta se ve sometida a condiciones de estrés, tanto de tipo abiótico (falta de agua, aumento de la temperatura, deficiencia nutricional), como biótico (infección por otro patógeno).  Este hecho es especialmente relevante bajo la situación emergente de cambio climático en la que se prevé un aumento progresivo de la temperatura y de los periodos de sequía. La infección de la planta huésped se produce mayoritariamente a través de heridas de poda o las producidas por la maquinaria de recolección o laboreo, aunque también pueden penetrar a través de aberturas naturales, como yemas en desarrollo, lenticelas o estomas. Las principales fuentes de inóculo externo son cultivos aledaños que sean huéspedes de estos hongos (Figura 1A), y el material de vivero que puede estar infectado, pero no expresar síntomas de la enfermedad (Figura 1B). Una vez introducidos en el campo, estos hongos se transmiten a través del aire, lluvia, agua de riego, insectos vectores y herramientas de poda o recolección. La amplia distribución de estos hongos (amplia gama de plantas hospedadoras), su facilidad de transmisión y el hecho de que produzcan infecciones latentes hace que estos hongos se introduzcan de forma ‘silenciosa’ en el campo, constituyendo serias amenazas para la producción. Las estrategias actuales de control se basan en medidas culturales, como el control de la poda y el riego, la eliminación de los tejidos dañados y la retirada de los restos de poda, aunque mayoritariamente se utilizan medidas de control químico (fungicidas), siendo su uso cada vez más restringido por normativa europea, debido al daño ocasionado al ser humano, los animales y el medioambiente. Por tanto, el uso de estrategias basadas en control biológico se presenta como una de las alternativas de control más prometedoras y sostenibles, aunque su potencial no ha sido aún suficientemente explorado.

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