Dicen los antropólogos que mucho de lo que somos está en ese deseo de descubrir que tenemos los humanos, y quizá por ello pasear por entre documentos desvelando sucesos que nos eran desconocidos es un placer. Pero cuando esos descubrimientos los hacemos en un libro, desde un sillón arrimado a la mesa camilla de nuestra salita de estar, el placer se hace casi morboso y, como si se tratara de una droga, nos crea dependencia, aunque no todo lo que descubrimos nos produce el mismo disfrute. Para algunos, los relatos que aparecen en la historia de la ciencia son los preferidos, aunque muchas veces los referidos a España nos llenan de incertidumbre al comprobar las inexactitudes y hasta las mentiras que se han escrito en ella.
En general, la historia de la ciencia española es casi desconocida o, incluso peor aún, falsificada desde aquel artículo desgraciado que en 1782 escribió Masson de Morvilliers en la Enciclopedia, en el cual él se preguntaba: ¿Qué se debe a España desde hace dos, cuatro, diez siglos? ¿Qué ha hecho España por Europa?
No se habría preguntado eso Masson de Morvilliers si hubiese leído las afirmaciones que al respecto, poco después, hizo von Humboldt, uno de los mayores intelectuales del siglo XIX, opiniones que están siendo ratificadas en la actualidad por investigadores de distintas universidades anglosajonas, quienes han escrito: la Casa de la Contratación de Sevilla y la Casa da Índia de Lisboa fueron los primeros centros de ciencia de Europa y en ellas encontramos las raíces de la modernidad científica.