La nueva PAC, aplicada desde 2023 a 2027, conserva los elementos esenciales de la PAC anterior, pero pasa de ser una política basada en la descripción de requisitos que deben cumplir los beneficiarios finales de las ayudas a ser una política orientada a la consecución de resultados concretos, con tres objetivos generales:
a) Fomentar un sector agrícola inteligente, competitivo, resiliente y diversificado que garantice la seguridad alimentaria.
b) Apoyar y reforzar la protección del medio ambiente, incluida la biodiversidad, y la acción por el clima y contribuir a alcanzar los objetivos medioambientales y climáticos de la Unión.
c) Fortalecer el tejido socioeconómico de las zonas rurales.
Estos objetivos generales se desglosan a su vez en nueve objetivos específicos, basados en los tres pilares de la sostenibilidad y complementados con un objetivo transversal común de modernizar el sector agrario a través del conocimiento, la innovación y la digitalización en zonas rurales.
En relación a la viña, como en otros cultivos, especialmente en aquellos que derivan a una industria de elaboración y transformación como es la de vinificación, es necesario establecer sistemas sostenibles de cultivo que fomenten la calidad e implanten métodos de trabajo con efectos favorables a nivel social, económico y ambiental sobre la población y el medio rural.
En la cuenca mediterránea, la viticultura, además del peso económico, posee un significativo valor social y ambiental, debido a la población que fija al territorio, así como al papel que desempeña en la preservación del medio ambiente. Las proyecciones climáticas realizadas para Europa, muestran a las regiones del sur de Europa y del arco mediterráneo, y sobre todo el sur y este de la Península ibérica, como las que necesitarían realizar los mayores esfuerzos de adaptación con mayores costes para mantener calidad y productividad de la viña, ya que estas regiones son las que van a experimentar un estrés hídrico más severo y cambios de mayor magnitud.