La sanidad vegetal no debería estar a expensas de negociaciones, presiones de lobbies o mercadeos varios. No. Como Europa tristemente aprendió con la seguridad alimentaria –véase el episodio de las ‘vacas locas’ primero, o de tantas otras crisis alimentarias, como la tristemente famosa del pepino español, más tarde- o con las cuestiones de salud pública –reparen en el impacto de la pandemia y en la respuesta europea que se dio con las vacunas- con la prevención frente a las plagas y enfermedades de las plantas sólo debiera aplicarse un criterio: el impuesto por la ciencia.
Europa promovió grandes centros, dotados de autonomía y recursos propios, para asesorar a la Comisión Europea (CE) y a los Estados miembros en las materias más sensibles. La EMA (en medicamentos), la ECDC (para enfermedades humanas), la AEMA (medio ambiente) o la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, que trabaja también en sanidad vegetal). Sus informes se sustraen del debate político y por ello añaden toda la objetividad y el rigor debido para que el ejecutivo comunitario pueda regular y tomar decisiones sobre temas así de complejos.
Pero la UE es también la Europa de sus veintisiete Estados miembro, con intereses muchas veces contrapuestos. Y cuando se actúa de manera comunitaria, Bruselas suele situar la política comercial, la de ayuda al desarrollo de países terceros (muy vinculada a los movimientos migratorios) así como su agenda medioambientalista por encima de casi todo. Cuando no nos topamos con tales muros, muchas veces es la geopolítica la que sobresale –cual aceite sobre agua- sobre sectores que, en el pasado, se consideraron tan estratégicos como el agroa-limentario. Y la sanidad vegetal suele ser la gran damnificada de todo ello.
Ya hace décadas que dejamos de reivindicar el principio de preferencia comunitaria. Ya no aspiramos a prioridad o ventaja alguna en el acceso al mercado europeo, pero a lo que no estamos dispuestos a renunciar es a la sanidad vegetal ni a la reciprocidad. En ello nos va la supervivencia. De ahí, que insistamos tanto en que la salud de las plantas, de nuestros cítricos, debe basarse en la ciencia, en datos objetivos y oficiales, en los análisis que realiza a este respecto la EFSA.