La semilla, es el origen de la cadena alimentaria y de otras cadenas de consumo, siendo en muchos casos el único insumo imprescindible en la cadena de producción vegetal. A pesar de lo anterior, fuera de los sectores especializados y sobre todo a nivel del consumidor y de la sociedad en general, no se le da la importancia que merece. En el contexto actual al que nos enfrentamos, tanto desde el punto de vista ambiental, la seguridad alimentaria y el contexto socio-económico global, el sector obtentor de nuevas variedades vegetales y el mercado de las semillas y plantas de estas variedades juega un rol fundamental para mitigar el impacto futuro de la producción agrícola tanto a nivel europeo como mundial, tanto a nivel alimentario como industrial.
Según datos de 2019 del estudio realizado por el Institut Cerdá (2021), el sector obtentor español facturó 733 millones de euros producto del negocio de las semillas, lo cual corresponde al 3% del aporte total que la producción vegetal genera en la economía de nuestro país. El 14% de su facturación se reinvierte en actividades de I+D+i en sus más de 60 centros de investigación en territorio nacional, destacando su inversión en el análisis y control de la sanidad de las semillas. Además de este aporte económico, el aporte ambiental de las empresas obtentoras es destacable al disminuir, por ejemplo, el uso de fertilizantes, fitosanitarios, agua y superficie arable.
Actualmente, ningún país tiene la capacidad de proveer a sus productores la totalidad de las semillas y plantas necesarias para todos sus productos únicamente con su producción local. Esto ha generado que el desarrollo, la producción y el mercado de las semillas tenga un carácter particularmente global ya que se busca utilizar sitios aptos en todo el planeta para el análisis de la adaptación climática de la nueva variedad, así como para poder obtener una producción continua que permita abastecer a los productores a escala mundial durante todos los ciclos de cultivo posibles (Figura 1). Este trasiego a nivel mundial ha hecho que se desarrollen medidas de higiene preventiva, inspecciones visuales de enfermedades y control de patógenos durante todos los estadios de la cadena productiva con el fin de mantener una producción y suministro constante de semillas sanas y de calidad para los agricultores de todo el mundo (Figura 2). Estas medidas básicas a seguir, en lo relacionado al movimiento internacional de semillas, se recogen en la Norma Internacional para Medidas Fitosanitarias (NIMF) No. 38 (FAO, 2021).