En el contexto actual, en el que la introducción de nuevas plagas nocivas se ve altamente favorecido por la globalización de los intercambios comerciales y por los efectos del cambio climático, el papel de cada uno de los actores implicados en el ámbito de la sanidad vegetal cobra más importancia que nunca. Por ello, se hace imprescindible aplicar un enfoque preventivo, en el que cada operador tome conciencia plena de las características de sus producciones, no solo desde el punto de vista económico o meramente productivo, sino con una visión completa que incluya aspectos sanitarios y ambientales, conociendo los potenciales peligros fitosanitarios derivados de las actividades que desarrolla, las soluciones que tiene a su alcance para combatirlos y las consecuencias que para el medio tienen cada una de las alternativas disponibles.
Por lo tanto, una de las derivadas del futuro de la sanidad vegetal pasa por la concienciación, tanto del operador profesional como del agricultor, de lo imprescindible de su papel en la gestión global del estado fitosanitario de los cultivos y materiales vegetales que trasladan y producen, en territorios que tienen cada vez menos fronteras, con todo lo que esto supone.
A esta necesidad de conocimiento y toma de conciencia de la actividad realizada por parte del operador, se une la importancia de focalizar y centrar los esfuerzos y los recursos disponibles en aquellas amenazas fitosanitarias que suponen una mayor peligrosidad para la seguridad de las producciones. De esta forma, se hace imprescindible un análisis minucioso de los riesgos de cada plaga que permita categorizarlas, para de este modo priorizar las actuaciones en aquellos organismos nocivos cuyo establecimiento supondría un mayor impacto económico, medioambiental y social.
Todos los aspectos mencionados, entre otros, se ven plasmados en el régimen fitosanitario europeo, cuya regulación ha evolucionado desde la anterior directiva sobre la materia, vigente desde el año 2000, hasta el Reglamento 2016/2031 relativo a las medidas de protección contra las plagas de los vegetales, actualmente en vigor. Todas estas disposiciones tratan de conseguir una aplicación lo más homogénea, eficaz y uniforme posible de las acciones a realizar y se otorga un protagonismo indiscutible a la prevención, priorizando las plagas consideradas más relevantes y reforzando la participación del operador profesional en todo el sistema, notablemente más atenuada en la legislación previa.