El ámbito de la sanidad vegetal es uno de los más adecuados para subrayar las diferencias entre agricultura ecológica y agroecología. Y la evolución de ambas a lo largo de los últimos 35 años nos enseña que las técnicas puntuales, concretas y específicas en que se basaba el manejo fitosanitario en los primeros tiempos de la producción ecológica han dejado paso a un enfoque mucho más global en el que las interacciones de los elementos que componen el agrosistema cobran protagonismo real y aplicado para minimizar las pérdidas de cosecha por patógenos y plagas.
Estamos en la Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica Agrícola de la Laguna, a finales de los 80. Llegaba a la Delegación de Alumnos el aviso de Correos para ir a recoger un envío. El paquete no delataba su contenido, unas cajas de cartón amarillo bastante endeble, que contenían una bolsa con 1 kg de polvo verdoso oscuro que para el grupo de alumnos que habíamos formado el Seminario Permanente de Agricultura Ecológica era la panacea en cuanto al control de las plagas que aparecían en nuestra pequeña parcela de hortalizas cedida por la Universidad para practicar esas técnicas que aún no eran muy bien conocidas ni por supuesto, aplicadas de manera general en el agro de las islas Canarias. Tratar nuestras lechugas y tomates con ese Pelitre Ponterrina, una variedad de crisantemo desecado y molido, suponía un cambio de enfoque en relación a los listados de organofosforados y carbamatos que debíamos memorizar para los exámenes (se habían prohibido ya los clorados y neonicotinoides y reguladores de crecimiento eran aún muy recientes en el mercado y tardarían en llegar a los textos académicos), de manera que este y otros productos ‘biológicos’ eran de las primeras referencias de insecticidas para uso en agricultura ecológica, cuando estaba a punto de aparecer la primera normativa al respecto en el ámbito de la entonces llamada Comunidad Económica Europea (Reglamento CEE Nº 2092/91 de 24 de junio de 1.991, sobre la producción agrícola ecológica y su indicación en los productos agrarios y alimenticios). Desde poco antes, los pocos que apostaban por la agricultura ecológica tenían como guía las Normas Técnicas del CRAE (1990), que fueron elaboradas por el Consejo Regulador de la Denominación Genérica ‘Agricultura Ecológica’ (Orden de 4 de octubre de 1989) a partir de las escasa fuentes previas, como las normas básicas de IFOAM (la Federacion Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica), la propuesta de Reglamento Comunitario existente en aquel momento y las normas puestas en funcionamiento por algunas asociaciones europeas de reconocida solvencia en producciones ecológicas (Naredo, 1991).