El cultivo de cítricos posee una larga tradición en el uso de estrategias de gestión de plagas sostenibles y en el control biológico de éstas. El contexto socioeconómico actual, marcado por las propuestas de la Estrategia ‘De la granja a la mesa’, está forzando una transformación de las estrategias de gestión de plagas a nuevos modelos más sostenibles y basados en la gestión de los recursos naturales. La rapidez con la que se está llevando a cabo dicha transformación no está exenta de polémica. Sin embargo, a pesar de ello, nuestra citricultura tiene la capacidad de liderarla. El agroecosistema de cítricos se caracteriza por la gran diversidad y abundancia de enemigos naturales que alberga. A pesar de ello, existe un grupo de plagas que con frecuencia escapa al control biológico ejercido por éstos. Uno de los factores que afecta a la estabilidad de las comunidades de enemigos naturales es el carácter efímero de muchos de los recursos alimenticios que utilizan en el cultivo. Un diseño y gestión adecuada de infraestructuras ecológicas, como las cubiertas vegetales, permitirá incrementar y gestionar una oferta de recursos alimenticios alternativos para que estén disponibles para los enemigos naturales cuando no existen fuentes de alimento primarias en el propio cultivo.
El cultivo de cítricos se caracteriza por poseer una larga tradición en la propuesta de métodos de gestión de plagas sostenibles y basados en la utilización de los recursos naturales. Ya en su cultivo tradicional en el continente asiático, hace más de 2.300 años, se mencionaba la gestión de plagas mediante el uso de hormigas depredadoras del género Oecophylla (Van Mele, 2008). De la misma manera, los primeros programas de control biológico con una base científica en la Agricultura Contemporánea tienen su origen en este cultivo. En este sentido, el programa de control biológico clásico desarrollado en California contra la cochinilla acanalada Icerya purchasi Maskell, mediante la introducción del coccinélido depredador Rodolia caridinalis (Mulsant), es considerado como el pistoletazo de salida a una nueva era en la gestión de plagas (Caltagirone y Doutt, 1989). Nuestra citricultura también está plagada de ejemplos en los que la solución a una nueva plaga se logró gracias al desarrollo de innovadores programas de control biológico que aprovechaban los propios recursos que nos puede ofrecer el agroecosistema (Jacas y Urbaneja, 2010). De las más de 150 especies de artrópodos fitófagos que han sido citadas en nuestro país como plagas de cítricos durante los últimos 120 años, nuestra realidad es que a penas una decena de éstas nos causan daños económicos con relativa frecuencia. Los programas de gestión integrada de plagas en cítricos buscarán desarrollar estrategias que reduzcan el impacto económico de éstas pero que, a su vez, minimicen los efectos negativos que puedan provocar el propio agroecosistema, el medio ambiente y la salud humana (Urbaneja y col., 2015).