En ocasiones sucesivas abordaremos cuestiones de carácter socioeconómico y ambiental en relación a diferentes sectores agroalimentarios. En esta ocasión nos centramos en el pimiento de invernadero. Lo hacemos por la reciente publicación de un trabajo del equipo de Bioeconomía del IMIDA; en ella evaluamos la sostenibilidad del cultivo aplicando metodologías de evaluación económica y ambiental. Se utilizan indicadores de carácter económico, social y ambiental1. Se trata de un cultivo muy tecnificado y productivo, que con los años ha evolucionado hacia una producción más respetuosa ambientalmente y acorde a la demanda de los mercados europeos.
Como las temperaturas en invierno son moderadas, el sistema no consume energía para calefacción como en otras zonas, con los costes económicos y ambientales asociados que ello supone. Desde principios del siglo XXI se ha incorporado el control biológico de plagas, que junto a buenas prácticas agrarias ha permitido minimizar el uso de plaguicidas, suponiendo además unos mayores rendimientos económicos. También la desinfección del suelo para eliminar patógenos mediante biosolarización ha conllevado una disminución de tratamientos químicos agresivos. Sin embargo, la biosolarización por sí sola no resuelve el problema totalmente; es altamente efectivo y duradero para Phytophthora spp., pero no tanto para Meloidogyne incognita. Por ello, la técnica que se utilizaba en los últimos años, en la mayoría de los invernaderos de pimiento, era alternar anualmente biosolarización con tratamiento químico, concretamente 1,3-dicloropropeno + cloropicrina. En cualquier caso, esta desinfección química ya no está permitida. Determinadas administraciones regionales han solicitado al ministerio la autorización temporal del uso de formulados a base de 1,3-dicloropropeno, destinados a labores de desinfección de suelos.