La utilización de insecticidas químicos según los principios de la Gestión Integrada de Plagas persigue reducir las poblaciones de artrópodos fitófagos por debajo del umbral de tolerancia. Sin embargo, el empleo de materias activas alternativas más compatibles con la sostenibilidad agrícola como los hongos entomopatógenos puede permitir no sólo alcanzar el objetivo mencionado, sino que, gracias a su catálogo de servicios ecosistémicos, su incorporación a los sistemas agrarios es interesante como parte de una visión holística del ciclo de desarrollo del cultivo, al mejorar la respuesta de la planta a otros estreses de tipo biótico y abiótico, e incluso incrementar su producción. La presencia natural de hongos entomopatógenos en el olivar, tanto en insectos como en el suelo y la planta, es la base de todos sus servicios ecosistémicos y promueve su uso inundativo para garantizar la seguridad e inocuidad de la producción olivícola, así como la reducción de la huella de carbono en este cultivo mediterráneo clave.
Los beneficios que la naturaleza aporta a la salud, economía y calidad de vida de las personas son conocidos desde hace mucho tiempo, pero su cuantificación económica, de la que deriva el concepto de servicio ecosistémico, se produce por primera vez al finalizar el siglo XX (Constanza y col., 1997). Los servicios ecosistémicos resultan de particular importancia en agricultura, aunque aún se infravalora su contribución decisiva en la seguridad e inocuidad agroalimentaria, en especial en tres aspectos tales como la fertilidad del suelo, el control de plagas y la polinización (Bommarco y col., 2018).