En España, el algodoncillo (Euphyllura olivina) ha sido considerado un insecto muy extendido en la geografía olivarera, pero sin repercusión económica digna de consideración. Sin embargo, hace unos años en algunas comarcas han aparecido daños importantes atribuidos a este psílido, que han obligado a técnicos de la Consejería de Agricultura de la Junta de Andalucía a realizar una guía con recomendaciones para su control, para evitar tratamientos injustificados, indiscriminados y generalizados debido a su amplia distribución. Entre estas medidas recomendadas caben destacar la importancia de las actuaciones que favorezcan las poblaciones de depredadores y parasitoides autóctonos, dado el gran control que especies de crisopas, chinches antocóridos y parasitoides encírtidos ejercen sobre el algodoncillo. También se define un umbral de decisión en caso de tener que realizar tratamientos fitosanitarios y el tipo de materias activas recomendadas para que, en un momento de máxima diversidad de fauna auxiliar, el impacto sobre esta sea mínimo.
El algodoncillo (Euphyllura olivina, Costa 1839) (Hemiptera: Psyllidae) es un insecto picador-chupador ampliamente distribuido en los olivares españoles. Su ciclo biológico pasa del estado de huevo al de ninfa, con cinco edades, que acaban en el desarrollo de los adultos. Las ninfas y adultos son móviles, se alimentan de la savia elaborada y las primeras presentan numerosas glándulas que secretan una sustancia cerosa que las recubre y les confiere un aspecto algodonoso muy característico que da el nombre a esta especie.
El ciclo biológico está muy influido por las condiciones climáticas (humedad y temperatura), lo cual determina que el número de generaciones varíe entre las diferentes regiones de su distribución geográfica. Así, en España se considera que tiene tres generaciones al año y en otros lugares del Mediterráneo, como Túnez, pueden llegar a cinco.