El paisaje que rodea a los olivares afecta al desarrollo de las plagas y también a los diversos grupos de insectos beneficiosos, ya que estos organismos no están aislados del medio ambiente que rodea a las parcelas agrícolas. Las grandes áreas de monocultivo del olivar constituyen paisajes estructuralmente simples, con una reducida capacidad de proporcionar recursos a los insectos beneficiosos (alimento, lugares de refugio y huéspedes/presas alternativas) en comparación con los paisajes complejos, con una mayor diversidad de usos de suelo, que pueden favorecer los servicios ecosistémicos proporcionados por estos organismos. Mientras que la abundancia y la diversidad de distintos grupos de insectos beneficiosos, tales como sírfidos, abejas silvestres o crisópidos, responde a este principio y es mayor en paisajes complejos, se encuentran también comportamientos diferentes, como en el caso de los antocóridos o algunas familias de himenópteros parasitoides. Esto puede reflejar un enmascaramiento del efecto del paisaje, así como la capacidad que el propio olivar tiene de proporcionar recursos a estos organismos en algún momento de su ciclo vital.
La biodiversidad de los agroecosistemas es un pilar necesario para mantener su equilibrio. Además, algunos organismos son especialmente beneficiosos para los cultivos, ya que constituyen la base de los servicios ecosistémicos, como la polinización y el control de plagas. Algunos de estos grupos son los himenópteros parasitoides, sírfidos, crisópidos, antocóridos o abejas silvestres. En el caso del olivar, al no depender de los insectos para su polinización, son importantes los parasitoides y depredadores por contribuir al control biológico natural de las plagas. Sin embargo, el olivar puede ser también un elemento importante para los polinizadores, que son esenciales para otros cultivos.