Lo referente al estudio de las palabras es tarea de la semántica. Con su utilidad, la Humanidad ha progresado no solo en el campo de las ‘letras’, sino también en el de las ciencias. ¿Sería una exageración pensar que para la creación de la profesión Medicina de los vegetales, y de su justo reconocimiento social, es necesario contar con la ayuda de la semántica?
Generalmente damos mucho valor a las destrezas que exigen el desarrollo de cualquier actividad humana, pero esa valoración es insignificante cuando se evalúa a las palabras que sirven para definir y explicar esas destrezas, aunque todos sabemos el inmenso valor de las palabras en nuestra Civilización.
Desde la aparición del Homo sapiens y hasta el siglo XVIII, los nombres y conocimiento de los seres vivos constituían un caos para los naturalistas. Para ordenar y sistematizar aquel desbarajuste, en 1735 Linneo publicó un procedimiento mediante el cual, con una nomenclatura binomial y su sistematización logró situar a los seres vivos en una estructura geométrica jerarquizada.
La sistematización que descubrió y aplicó Linneo a los seres vivos se extendió como norma, por su eficacia, a otros ámbitos de las ciencias y las humanidades y, en la actualidad, para otorgar la consideración de disciplina científica a los conocimientos referidos a un campo determinado de estudio ellos deben estar sistematizados.