La agricultura en Europa, y en España en particular, está sometida a tal presión, que, de no corregirse, se pondría poner en riesgo la capacidad productiva para cubrir las necesidades de su población. Una Sostenibilidad mal entendida, y una valoración exacerbada de problemas que causa, que los hay, está generando una culpabilización del sector, a la que se apuntan numerosos frentes, por muy diferentes intereses. Entre tanto ruido, parece que nos olvidamos de la importancia que tiene mantener nuestras empresas de producción para garantizar el suministro de esos alimentos, que tan habituados estamos a encontrar en los supermercados.
El desconocimiento de los sistemas de producción más modernos y eficientes, de sus problemas y necesidades, junto a las imágenes idílicas de otros sistemas, que con tal eficacia llegan a la ciudadanía, están inculcando unos ideales que nos pueden hacer perder la noción de la realidad y de sus consecuencias. Estas corrientes de opinión pública, a su vez, ejercen una enorme presión sobre las políticas y las estrategias comerciales.
Aunque este artículo se podría extrapolar a la ganadería o a la fertirrigación, por mi especialidad lo voy a centrar en la sanidad vegetal o protección de cultivos frente a plagas, una de las mayores pesadillas de los productores, por los riegos que generan las plagas a las cosechas.
Para entender la situación que se está creando, es importante poner en contexto cual ha sido la evolución de la agricultura, de la población humana y las nuevas tendencias. Si a principios del siglo pasado la población mundial era de unos 1.600 millones de personas, y mayoritariamente rural, en la actualidad nos aproximamos a los 8.000 millones de habitantes, en un mundo cada vez más urbano. Con una población creciente, con mayores demandas en alimentos, y unas superficies de cultivo y recursos hídricos cada vez más limitados, es fundamental optimizar las producciones agrícolas para producir más con menos, minimizando las pérdidas por plagas, dentro de unos procesos productivos sostenibles, seguros y compatibles con el medioambiente. Aunque hay cultivos capaces de naturalizarse e integrarse mejor al medio natural, otros requieren de una mayor intensificación para ser eficientes y competitivos.