Es innegable que actualmente el mundo occidental está inmerso en una colosal tormenta que nos zarandea: salud humana, movimientos migratorios, alimentación, desestructuración del empleo, etc. La agricultura es uno de los barcos situado muy cerca del epicentro de esa tormenta, y lo concerniente a la salud de las plantas, sobre todo la aparición de enfermedades emergentes y su relación con la salud humana y animal, es como un triste pasajero de esa nave.


El escándalo sobre el purín de las granjas y los debates que ellas están suscitando son un ejemplo más de esa tormenta que, sin obviar los inconvenientes de la ganadería, en el fondo tiene su origen en el juego de poder de las ideologías y de algunos grupos identitarios que las conforman. Los que hemos dedicado toda nuestra vida a estudiar y procurar la salud de las plantas sabemos mucho de esos conflictos que, surgidos de problemas reales, son exaltados a niveles estratosféricos cuyo final son como profecías al caos.
Aunque parezca increíble, los estudiosos de la mente sitúan la formación de estos terremotos sociales en la estructura de nuestro cerebro.

Comprar Revista Phytoma 336 – Febrero 2022