Es un hecho que los agricultores suelen ser conservadores, y ante la proposición de cualquier innovación suelen replicar: “Los inventos, mejor con gaseosa”, actitud que es consecuencia de los numerosos desastres que históricamente han vivido después de haber aplicado los consejos de alguno de los trileros que rondan por el campo. Uno de esos desastres es el que se está produciendo actualmente en Sri Lanka. Sus autoridades decidieron convertirse en el primer productor mundial de alimentos 100% orgánicos y pusieron en marcha disparatadas técnicas de fertilización que han provocado un quebranto del cultivo de té, resultados que amenazan el empleo de tres millones de personas. Esta es una consecuencia de las propuestas aconsejadas por determinadas corrientes de opinión que afirman que la contaminación del planeta y, consecuentemente, el cambio climático que estamos viviendo, tiene uno de sus principales orígenes en la contaminación que produce la agricultura, razón por la cual ellos exigen abandonar la ganadería y limitar extraordinariamente la fertilización.
Para evitar el modelo agropecuario actual, estos grupos identitarios proponen tomar proteínas procedentes de la cría de insectos y comer verduras cultivadas en las macetas de los balcones, alternativas que no son ni gratuitas ni están exentas de riesgos: criar insectos para producir las proteínas que la población humana necesita requeriría cantidades astronómicas de energía, y con el cultivo de plantas en ambientes urbanos nos comeremos a cucharadas los elementos contaminantes existentes en el aire de las ciudades al consumir los frutos así producidos.