La platanera es un monocultivo, su imagen habitual son fincas en las que sólo se observa un mar continuo de grandes hojas verdes. Sin embargo, hasta mediados de los años 70 no era extraño en Canarias encontrar otros cultivos asociados, como cítricos o aguacates intercalados, papaya o café en los márgenes, papas, calabazas, millo y judías del país, y también se aprovechaban los muros de contención de las ‘sorribas’ o terrazas para que sirvieran de soporte a pantanas (cidras), batatas y chayotas. Estas asociaciones no sólo optimizaban el espacio y diversificaban la producción, sino que cumplían una función en el ámbito fitopatológico del agrosistema, porque suponían una barrera para la dispersión de muchas plagas, por la diferente morfología y fisiología de los cultivos asociados. Quizá llegó el momento de recuperar esa biodiversidad, no sólo con otros cultivos sino con especies no productivas pero que cumplan un papel en mejorar el funcionamiento del agrosistema.
Destacamos de entrada un concepto clave. La palabra biodiversidad debe ir siempre seguida del adjetivo ‘funcional’. No se trata de la simple adición de especies al cultivo principal ni tampoco de la simplificación cosmética de sembrar algunas flores con la pretensión de haber configurado un agrosistema biodiverso y amigable con auxiliares y polinizadores a los que se supone obligación de acudir y actuar como lo harían en un ecosistema natural. Es imprescindible conocer, aunque sea de manera básica, los mecanismos que regulan la relación entre el cultivo principal, las especies incorporadas (porte, época de floración, requerimientos ambientales y agronómicos, interferencia con el cultivo…) y los organismos que van a encontrar en esa asociación un hábitat adecuado.
En cualquier ecosistema natural todos los componentes sirven para algo, pero la incorporación de otras especies en la platanera debe hacerse con el criterio de que su función sea positiva para el sistema. Hay varias, que han surgido en su mayor parte de la necesidad de observación cuidadosa y atenta de la naturaleza por parte de la agricultura ecológica para reproducir el manejo en las fincas: fuente de polen para atraer a los auxiliares, cuya fase larvaria controla las plagas, pero los adultos se alimentan de polen (crisopas y sírfidos, principalmente); refugio de los auxiliares frente a depredadores (hormigas); planta trampa para las plagas (tanto para capturarlas como para alertar de su presencia); plantas repelentes de plagas; infraestructuras de apoyo a las aves (nidos, oteaderos…) para control de noctuidos (adultos y larvas); protección del cultivo como cortavientos; manejo de la radiación (sombreo) o la humedad relativa; aporte de materia orgánica (abono verde); estimulación de microorganismos beneficiosos (micorrizas, bacterias fijadoras de nitrógeno); aporte económico alternativo (café, moringa , parchita…).