En la historia de la agricultura española, la transferencia de conocimientos desde los investigadores al sector es una de las asignaturas pendientes. Los que nos dedicamos al estudio de las enfermedades de las plantas conocemos el descubrimiento de terapéuticas que se han demostrado muy eficaces contra diversas patologías, pero que no han llegado a aplicarse, o lo han hecho deficientemente, porque el itinerario de esos conocimientos desde el investigador al agricultor no se ha completado adecuadamente.


En la mayor parte de Europa, tan pronto como las universidades y centros de investigación empezaron a generar conocimientos también se fueron creando instituciones y medios para su divulgación. España no fue ajena a ese movimiento, y si en 1660 los ingleses creaban la Royal Society para agrupar a los científicos y difundir sus conocimientos, en Sevilla, en 1697, se creaba con idéntica finalidad la Real Academia de Medicina y Cirugía.
En el siglo siguiente se estaban haciendo extraordinarios descubrimientos de interés para la agricultura, y a Godoy, primer ministro de Carlos IV, se le ocurrió la feliz idea de editar una revista para publicarlos y que llegaran al mundo rural. Esa publicación se debería distribuir por todo el territorio nacional y de ultramar. El proyecto parecía extraordinario, aunque entre los obstáculos para alcanzar su objetivo surgía uno que parecía insalvable, porque los que debían recibir esos conocimientos eran grandes propietarios o pequeños labradores y, con generalidad, los primeros no leían y los otros no sabían leer; pero la historia está llena de casos en los cuales cuando los políticos son creativos suelen encontrar solución a los problemas. Era incuestionable que la mayoría de los labradores no sabían leer, pero en el mundo rural había clérigos por todas partes cuyo nivel de formación era similar al que hoy calificamos como universitario, y a Godoy se le ocurrió que esa revista iría dirigida, principalmente, a los clérigos, de tal manera que estos divulgarían los artículos en las misas dominicales u otros actos litúrgicos. Con ese planteamiento se creó el Semanario de Agricultura para Párrocos, del cual se editaron sin interrupción 599 números desde el 5 de enero de 1797 hasta junio de 1808, fecha desgraciada en la que comenzó la Guerra de Independencia.

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