El balance global de las actividades productivas en el ámbito agroalimentario debe evaluarse desde una óptica integral (económica, social, territorial, ambiental). Más si cabe que otras actividades productivas de otros sectores, por lo vinculado que está el sector agroalimentario al territorio y al uso de recursos naturales. En cualquier actividad productiva, la viabilidad técnica y económica es fundamental y base para las demás. En primer lugar, para que cualquier proceso sea viable económicamente, lo debe ser a nivel de explotación-empresa; es decir, en el ámbito de la microeconomía.
Así, por ejemplo, las estrategias de riego del tipo Riego Deficitario Controlado (RDC) o las de control fitosanitario deben asegurar la viabilidad y rentabilidad al productor para que puedan ser aplicadas; si no es así, difícilmente tendrán éxito y se sostendrán en el tiempo. También en el plano económico, la repercusión socioeconómica sobre el medio rural y su población, así como la interrelación con otros sectores y la sociedad en general, debe ser relevante para que perdure (ámbito de la macroeconomía). La generación de empleo y el análisis de su cantidad y calidad, tanto a nivel explotación como a nivel territorial, es fundamental también en paralelo a la óptica puramente económica.