Se han seleccionado razas mejoradas del depredador Orius laevigatus (Fieber) con características que les confieren un mejor desempeño como agentes de control biológico, especialmente en condiciones difíciles. Hemos desarrollado una raza con un mayor potencial biótico cuando se nutre de alimento alternativo (polen o ácaros astigmátidos), lo que le permite una mejor supervivencia y reproducción con baja densidad o ausencia de presa. Además, hemos obtenido razas con resistencia a diversos insecticidas, lo que posibilitará su compatibilidad con tratamientos contra plagas secundarias. También hemos desarrollado una raza con mayor tolerancia al frío, con una superior reproducción y depredación a bajas temperaturas, lo que permitirá ejercer un buen control del trips en los meses de invierno o primavera temprana.
La Gestión Integrada de Plagas (GIP, o IPM en sus siglas en inglés) basada en los agentes de control biológico (ACB) se ha impuesto definitivamente en muchos cultivos, especialmente en los cultivos hortícolas producidos bajo invernadero (Bielza, 2014; van der Blom, 2017). Sin embargo, como cualquier otro sistema, no está exento de ser mejorable, ya que el elevado nivel tecnológico que hoy demanda una horticultura competitiva requiere una innovación constante. Hay limitaciones para el establecimiento y éxito de los protocolos de control biológico por condiciones ambientales (temperaturas y humedades relativas extremas), adaptación a ciertos cultivos (tomate, pepino, ornamentales), compatibilidad con fitosanitarios, etc (Bielza y col., 2020).
En el desarrollo de los agentes de control biológico, se ha buscado tradicionalmente nuevas especies de ACB más efectivos. Sin embargo, se puede optimizar la acción beneficiosa de las especies ya utilizadas mediante la mejora genética, aprovechando la variabilidad entre individuos y poblaciones dentro de una especie (variación intraespecífica) (Bielza y col., 2020).
Los caracteres biológicos y ecológicos de los ACB criados en biofábricas y liberados en campo no se desvían de los valores medios propios de la especie, seleccionados en la evolución para su rendimiento óptimo en sus condiciones naturales. Sin embargo, las condiciones donde los ACB deben ejercer su acción beneficiosa (cultivos, invernaderos) suelen ser muy distintas a las naturales. Por ello, los caracteres óptimos para su rendimiento en los distintos agrosistemas pueden ser muy distintos a los resultantes de la selección natural, por lo que pueden ser mejorados mediante selección artificial aprovechando la variación intraespecífica (Bielza y col., 2020).